25 de septiembre
Dice Jesús: «Puede causarte asombro el que te hable a ti, que eres célibe, de este
tema. Pero tú no eres sino la "portavoz" y por ello debes sujetarte a
transmitir cualquier cosa. Lo que digo ahora sirve a los demás. Sirve para
corregir uno y más errores, cada vez más arraigados en el mundo.
El mundo se divide
en dos grandes categorías. La primera, que es amplísima, es la de los sin
escrúpulos de ninguna clase: ni humanos ni espirituales. La segunda es la de
los piadosos, la cual, sin embargo, se subdivide en otras dos clases: la de los
justamente piadosos y la de los pequeñamente piadosos. Hablo a la primera gran
categoría y a la segunda clase de la segunda categoría.
El matrimonio no
está condenado por Dios, tanto es así que Yo he hecho de él un sacramento. Y
aquí no hablo ni siquiera del matrimonio como sacramento, sino del matrimonio
como enlace, como Dios Creador lo ha hecho creando hombre y mujer para que se
unieran formando una sola carne, que una vez unida ninguna fuerza humana puede
separar, ni debe separar. Yo, viendo vuestra dureza de corazón, cada vez más
dureza, he cambiado el precepto de Moisés sustituyéndole con el sacramento. El
fin de mi acto era ayudar a vuestra alma de cónyuges contra vuestra carnalidad
de animales y un freno contra vuestra ilícita facilidad de repudiar lo que
antes habéis elegido para pasar a nuevos cónyuges ilícitos, con daño de
vuestras almas y de las almas de vuestras criaturas.
Se equivoca tanto
quien se escandaliza de una ley creada por Dios para perpetuar el milagro de la
creación -y generalmente éstos no son los más castos sino los más hipócritas,
porque los castos no ven en el enlace sino la santidad del fin, mientras que
los otros piensan en la materialidad del acto- como quien con ligereza culpable
cree poder sobrepasar impunemente mi prohibición de pasar a nuevos amores,
cuando el primero no ha sido deshecho por la muerte.
Adúltero y maldito
es ese viviente que separa una unión antes querida, por capricho de la carne o
por intolerancia moral. Que si él o ella dicen que el cónyuge es ahora para
ellos causa de peso y repugnancia, Yo digo que Dios ha dado al hombre reflexión
e inteligencia para que la usen, y mucho más para que la usen en casos de tan
grave importancia como es la formación de una nueva familia; Yo digo aún que,
si en un primer momento se ha errado por ligereza o por cálculo, es necesario
después soportar las consecuencias para no crear mayores desgracias que recaen
especialmente sobre el cónyuge más bueno y sobre los inocentes, llevados a
sufrir más de lo que la vida conlleva, y a juzgar a los que Yo he hecho
injuzgables por precepto: el padre y la madre.
Digo en fin que la
virtud del sacramento, si fuerais verdaderos cristianos y no los bastardos que
sois, debería actuar en vosotros, cónyuges, para hacer de vosotros un alma sola
que se ama en una carne sola y no dos fieras que se odian atadas a una misma
cadena. Adúltero y maldito es ese viviente que con engaño obsceno tiene dos o
más vidas conyugales y vuelve al lado del otro cónyuge y al lado de los inocentes
con la fiebre del pecado en la sangre y el olor del vicio sobre los labios
mentirosos. Nada os hace lícito ser adúlteros. Nada. Ni el abandono o la
enfermedad del cónyuge; y mucho menos su carácter más o menos odioso.
La mayoría de las
veces es vuestro ser lujuriosos lo que os hace ver odioso al compañero o
compañera. Lo queréis ver tal para justificar ante vosotros mismos vuestro
vergonzoso obrar que la conciencia os reprocha. Yo he dicho, y no cambio mi
decir, que es adúltero no sólo quien consuma el adulterio, sino quien desea
consumarlo en su corazón porque mira con hambre de sentidos a la mujer o al
hombre no suyo. Yo he dicho, y no cambio mi decir, que es adúltero quien con su
modo de actuar pone en condiciones de ser a su vez adúltero el otro cónyuge.
Dos veces adúltero, responderá por su alma perdida y por la que ha llevado a
perderse con su indiferencia, descuido, villanía e infidelidad.
A todos éstos
incumbe la maldición de Dios, y no creáis que esto sea un modo de hablar. El
mundo se quiebra en ruinas porque antes se han arruinado las familias. El río
de sangre que os sumerge ha tenido los diques de contención resquebrajados por
vuestros vicios singulares que han empujado a gobernantes más o menos grandes
-de los jefes de estado a los jefes de pueblecitos- a ser ladrones y
prepotentes para tener moneda y lustre para sus codicias.
Mirad la historia
del mundo: está llena de ejemplos. La lujuria está siempre en la triple
combinación que provoca el surgir de vuestras ruinas. Han sido destruidos
estados enteros, naciones desarraigadas del seno de la Iglesia, grietas
seculares creadas para escándalo y tormento de razas por el hambre de carne de
los gobernantes. Y es lógico que sea así. La codicia extingue la Luz del
espíritu y mata la Gracia. Sin Gracia y sin Luz no os diferenciáis de las
bestias y por eso cometéis acciones de bestias.
Hacedlas, si así
os gusta. Pero recordad, viciosos que profanáis las casas y los corazones de
los hijos con vuestro pecar, que Yo veo y recuerdo y os espero. En la mirada de
vuestro Dios, que amaba a los niños y ha creado para ellos la familia, veréis
una luz que no quisierais ver y que os fulminará» .
Foros de la
Virgen María
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