Bombardear
la financiación de los terroristas, más allá del combate ideológico y de
afianzar la seguridad, sigue siendo una de las principales preocupaciones de
quienes se sienten cada día más amenazados por grupos como Estado Islámico (EI), el más
rico y poderoso del mundo que en 2015 maneja un presupuesto de 2.000 millones
de euros.
Su aparato financiero se reforzó especialmente desde la toma de Mosul (Irak) en junio de 2014. Allí pudieron obtener solo de entidades bancarias casi 1.000 millones de euros, según las autoridades kurdas de Irak.
Los terroristas cobran peajes, rescates (los ingresos en este capítulo en 2014 pueden alcanzar los 40 millones) e impuestos, expropian fábricas, asaltan bancos, se apoderan de armamento, comercian con antigüedades (han saqueado más de 4.500 espacios arqueológicos), personas (venta de mujeres) y petróleo (ingresan 650 millones de euros al año), trafican con drogas, así como gestionan alguna de las rutas de refugiados que llegan a Europa (recaudan alrededor de 500 millones de euros al año).
Han llegado incluso a presentar su propia moneda: el dinar islámico. Todo un entramado empleado, además de para afianzarse en Siria e Irak, para atacar y amedrentar a los «infieles».
FRENAR EL ABASTECIMIENTO
La primera ocasión que ha tenido la comunidad internacional para llamar la atención sobre la necesidad de frenar ese aparato financiero tras los atentados en Francia, reivindicados por EI, ha sido la cumbre del G-20 en Turquía.
A lo largo del fin de semana, los milicianos peshmergas kurdos se habían hecho, con ayuda de la coalición internacional que lidera EE.UU, con el control de la carretera que conecta Raqqa, bastión de EI en Siria, y Mosul, ciudad iraquí considerada capital del denominado califato de los terroristas. Cerrar las vías de comunicación y abastecimiento es otra de las misiones de los países que integran esa alianza.
El abundante petróleo en la región ha sido otro de los objetivos de EI, que desde hace meses controla al menos cuatro refinerías: en Siria, la de Al Omar, en la provincia de Raqqa, y la de Al Tanak en Deir el Zor. Y en Irak, la de Baiji, entre Mosul y Bagdad, y la de las montañas Hamrín, al sur de Kirkuk.
Los avances de Estado Islámico en los últimos dos meses han logrado conectar geográficamente estos cuatro puntos, que podrían conformar la base económica del Califato si los yihadistas logran mantener el control de todo este territorio.
No menos polémico es el debate abierto, también desde hace meses, sobre las facilidades financieras que supuestamente ofrecen algunos estados a EI.
El senador republicano estadounidense John McCain llegó incluso a apuntar directamente a Arabia Saudí. «Algunos personajes saudíes financian a los terroristas de EI en Irak», dijo. Por eso reclamó de las autoridades norteamericanas más mano dura frente a esa pasividad de Arabia Saudí.
No hay constancia de que el Estado Islámico haya recibido ayuda directa de ningún estado, pero sí reciben donaciones a través de organizaciones no gubernamentales que tienen su origen en países del Golfo como Kuwait, Qatar o Arabia Saudí (el 24 de septiembre recibió una por casi dos millones de euros, que fue sancionada por el Departamento del Tesoro de EE.UU.).
«Si se demuestra que un estado los apoya directamente con dinero o armas, ese estado corre el riesgo de ser machacado por la comunidad internacional», dijo el pasado marzo a ABC el general Miguel Ángel Ballesteros, director del Instituto Español de Estudios Estratégicos.
«Ahora, bajo cuerda sí hay personas que aprovechan la ‘hawala’ para financiarles con mucho dinero», añade el general. La ‘hawala’ es un sistema informal de envío de dinero empleado por las comunidades musulmanas. En todo caso «es muy difícil saber las cantidades» porque es un sistema que «no deja rastro».
Su aparato financiero se reforzó especialmente desde la toma de Mosul (Irak) en junio de 2014. Allí pudieron obtener solo de entidades bancarias casi 1.000 millones de euros, según las autoridades kurdas de Irak.
Los terroristas cobran peajes, rescates (los ingresos en este capítulo en 2014 pueden alcanzar los 40 millones) e impuestos, expropian fábricas, asaltan bancos, se apoderan de armamento, comercian con antigüedades (han saqueado más de 4.500 espacios arqueológicos), personas (venta de mujeres) y petróleo (ingresan 650 millones de euros al año), trafican con drogas, así como gestionan alguna de las rutas de refugiados que llegan a Europa (recaudan alrededor de 500 millones de euros al año).
Han llegado incluso a presentar su propia moneda: el dinar islámico. Todo un entramado empleado, además de para afianzarse en Siria e Irak, para atacar y amedrentar a los «infieles».
FRENAR EL ABASTECIMIENTO
La primera ocasión que ha tenido la comunidad internacional para llamar la atención sobre la necesidad de frenar ese aparato financiero tras los atentados en Francia, reivindicados por EI, ha sido la cumbre del G-20 en Turquía.
A lo largo del fin de semana, los milicianos peshmergas kurdos se habían hecho, con ayuda de la coalición internacional que lidera EE.UU, con el control de la carretera que conecta Raqqa, bastión de EI en Siria, y Mosul, ciudad iraquí considerada capital del denominado califato de los terroristas. Cerrar las vías de comunicación y abastecimiento es otra de las misiones de los países que integran esa alianza.
El abundante petróleo en la región ha sido otro de los objetivos de EI, que desde hace meses controla al menos cuatro refinerías: en Siria, la de Al Omar, en la provincia de Raqqa, y la de Al Tanak en Deir el Zor. Y en Irak, la de Baiji, entre Mosul y Bagdad, y la de las montañas Hamrín, al sur de Kirkuk.
Los avances de Estado Islámico en los últimos dos meses han logrado conectar geográficamente estos cuatro puntos, que podrían conformar la base económica del Califato si los yihadistas logran mantener el control de todo este territorio.
No menos polémico es el debate abierto, también desde hace meses, sobre las facilidades financieras que supuestamente ofrecen algunos estados a EI.
El senador republicano estadounidense John McCain llegó incluso a apuntar directamente a Arabia Saudí. «Algunos personajes saudíes financian a los terroristas de EI en Irak», dijo. Por eso reclamó de las autoridades norteamericanas más mano dura frente a esa pasividad de Arabia Saudí.
No hay constancia de que el Estado Islámico haya recibido ayuda directa de ningún estado, pero sí reciben donaciones a través de organizaciones no gubernamentales que tienen su origen en países del Golfo como Kuwait, Qatar o Arabia Saudí (el 24 de septiembre recibió una por casi dos millones de euros, que fue sancionada por el Departamento del Tesoro de EE.UU.).
«Si se demuestra que un estado los apoya directamente con dinero o armas, ese estado corre el riesgo de ser machacado por la comunidad internacional», dijo el pasado marzo a ABC el general Miguel Ángel Ballesteros, director del Instituto Español de Estudios Estratégicos.
«Ahora, bajo cuerda sí hay personas que aprovechan la ‘hawala’ para financiarles con mucho dinero», añade el general. La ‘hawala’ es un sistema informal de envío de dinero empleado por las comunidades musulmanas. En todo caso «es muy difícil saber las cantidades» porque es un sistema que «no deja rastro».
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