domingo, 25 de marzo de 2012

SEGUIR A JESÚS


"En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:
- Señor, quisiéramos ver a Jesús.

Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó:
- Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.

Entonces vino una voz del cielo:
- Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.

La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo:
- Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.

Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir."

Aquellos griegos querían "ver" a Jesús. Cuando Andrés y Felipe se lo comunican, éste responde hablándoles del "seguir". Somos muchos los que admiramos a Jesús, los que pedimos "verlo". Pero de lo que se trata, es de "seguirlo", y esto ya es otra cosa, porque eso es muy exigente. Seguirlo exige morir a nosotros mismos. La espiritualidad de moda es individualista. Oímos decir muchas veces que la religión debe quedar relegada a lo personal, a lo íntimo. Y muchos nos dicen que no necesitan a ninguna estructura ni a nadie para encontrar a Dios. Nos encontramos frente a una espiritualidad que se basa en el yo, que exalta el yo.

Esa espiritualidad no nos lleva a Dios; nos deja mirándonos el ombligo.

Seguir a Jesús implica estar donde está Él. Hacer lo que Él hizo: morir como el grano de trigo, para ser luego una ufana espiga. Morir a nosotros mismos, es decir, dar nuestra vida, día a día, por los demás. Una Muerte que es Vida. Jean Vannier, fundador de "El Arca", comunidades que viven con deficientes profundos, escribía a propósito de este evangelio:
"La muerte al propio yo y la resurrección en el amor se producirán con toda naturalidad cuando toquemos y cuidemos cuerpos heridos y debilitados, cuando entablemos una relación personal e íntima con ellos, cuando dejemos que ellos, a su vez, toquen y transformen nuestros corazones."

Porque se trata de eso. De morir a nuestro yo y resucitar al amor.

"El que quiera servirme que me siga..." Servir a Jesús es lo mismo que seguirlo. Cuando servimos al más débil, estamos siguiendo a Jesús.

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