martes, 28 de junio de 2011

LA APORTACIÓN DE ALPHA A LA NUEVA EVANGELIZACIÓN



Un poco por alusiones, tras los dos artículos que nos ha dedicado Religión en Libertad esta semana, aprovecho para esbozar una reflexión acerca de lo que un método como el Curso Alpha puede contribuir a la Nueva Evangelización hoy en día.

Para muchos Alpha es un nombre que apenas empieza a sonar en los círculos eclesiales españoles aunque en otros países como la vecina Francia sea una experiencia ya veterana y muy asimilada por diferentes parroquias, movimientos y asociaciones, además de avalada por la conferencia episcopal.

Si quisiéramos resumir Alpha en un titular, me quedaría con uno que salió del consiliario de Sentinelle del Mattino, conocidísimo en Italia, don Andrea Brugnoli: “Alpha: cómo hacer un cristiano en diez cenas”.

Una propuesta de diez encuentros semanales, con un formato de cena, más charla, más discusión en grupos, que lleva a la gente de la increencia y poner en cuestión la existencia misma de Dios, hasta insertarse en la Iglesia a través de una comunidad creyente como es la parroquia donde han hecho el curso.

¿Dónde está la clave de este milagro?; ¿Cuáles son las intuiciones que hacen que el método funcione? Y lo más importante para los que no hacen ni harán Alpha, ¿qué principios podemos aprender de Alpha que sean extrapolables a la Nueva Evangelización en general?

Como se dice en los lineamenta para el próximo Sínodo sobre Nueva Evangelización: “en tiempos recientes con el término evangelización se indica la actividad eclesial en su totalidad. La Evangelii Nuntiandi comprende dentro de tal categoría la predicación, la catequesis, la liturgia, la vida sacramental, la piedad popular y el testimonio de vida de los cristianos”.

En otras palabras, evangelización se ha comprendido de una manera tan amplia en la Iglesia, que abarca desde el Alpha hasta el Omega de lo que hace la Iglesia. Esto ha llevado a bajar la guardia en lo que a evangelización de los alejados se refiere, pues hemos vivido en un modelo de pastoral de mantenimiento, en la que los ardores apostólicos de los miembros de la Iglesia se desconcentraban en todo lo que nos dice la Evangelii Nuntiandi.

La primera cosa que redescubre Alpha es la necesidad de volver a lo que el anterior director del Instituto Teológico Pastoral para América Latina (ITEPAL) padre Salvador Valadez, llama el Kerigma puro. Alpha nos recuerda que previamente al catecumenado, se ha de dar la experiencia de conversión en respuesta al primer anuncio.

Un segundo aspecto de calado que contiene Alpha es la experiencia de conversión que sólo da el Espíritu Santo, a quien de alguna manera se le “devuelve” la facultad de convencer de pecado y testimoniar acerca de Jesucristo en los corazones de las personas.

Aunque a algunos nos parezca de Perogrullo, y nos conecte con el orden que seguía la iglesia primitiva a la hora de presentar el Evangelio a los paganos - kerigma, catecumenado, y sacramentalización - mucha gente no lo entiende porque confunden el Alpha con el Omega del vivir cristiano.

Vivimos en una Iglesia sobreinflaccionada de planes de pastoral, sobrecargada de actividades y a la hora de evangelizar muy centrada en la objetividad de la iniciación cristiana (bautismo, comunión, confirmación).

Por bueno que sea todo esto, la realidad es que la gente ya iniciada se aleja de la Iglesia porque carece de una experiencia de primer encuentro con Dios, el cual se ha dado por supuesto sin que la gente lo tuviera.

En el fondo hemos evangelizado de una manera muy poco sobrenatural, y pretendemos que la gente conozca a Jesucristo por mero voluntarismo. Mejorando esto a veces nos quedamos en nuestro propio testimonio, de palabra y de vida, pero al hombre postmoderno parece no interesarle ni convertirle. Sólo el Espíritu Santo puede traer una renovación a la Iglesia.

Al hilo de lo anterior, un tercer aspecto que contiene Alpha, es el principio de que para evangelizar al hombre postmoderno, primero hace falta escucharlo. En la Iglesia de hoy en día presuponemos que la gente está interesada en Dios, y que nos va a escuchar, cuando la realidad de esta sociedad es que nadie escucha a nadie y se ha perdido la capacidad de reflexión.

Actuamos, pensamos y predicamos en categorías modernas a un mundo postmoderno. Hablamos de verdad a gente que no le interesa la verdad y apelamos a ella para que la gente se convierta.

Pero el hombre postmoderno sólo entiende lo que puede experimentar, y sólo es capaz de escuchar si primero ha sido escuchado. En otras palabras: es necesario que la gente saque todo lo que lleva dentro, antes de poder entender el mensaje del Evangelio.

Esto es a veces muy desagradable y requiere ingentes dosis de virtud y de paciencia (oír a la gente poner a caer de un burro a la Iglesia y a Dios no es plato de gusto). Pero lo bueno es que funciona, que la gente deja de estar a la defensiva con Dios, se siente acogida, respetada y escuchada, abriéndose a recibir una sacudida de parte del Espíritu Santo.

El cuarto y último aspecto que Alpha nos recuerda es una anotación personal acerca de lo que observo al predicar el Kerigma hoy en día.

En Romanos 10, 14-15 San Pablo se pregunta:
Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique? ¿Y quién predicará sin ser enviado?”.

En un momento en el que la Iglesia quiere evangelizar al mundo que no cree, tenemos que preguntarnos quién es el primer sujeto de evangelización.

Sería un error pretender evangelizar lo de fuera, si primero no tenemos evangelizado el patio por dentro.

Desde hace años en la Iglesia hemos descubierto una acuciante necesidad de evangelizar a los bautizados, lo cual supone para muchos un cortocircuito mental y una contradicción en términos.

Por extraño que parezca, se puede ser miembro de la Iglesia asistiendo a Misa regularmente y no tener ningún trato personal con Jesucristo. Y esto se nota, los de fuera lo notan, y no nos podemos extrañar de que las predicaciones no lleguen, pues a fin de cuentas, nadie da lo que no tiene.

Por eso hago mías las preguntas de San Pablo, y las llevo más lejos.

Hoy en día pretendemos que la gente invoque a Dios sin haber creído en El, pretendemos que crean sin que se les haya anunciado el kerigma, el primer anuncio, y lo que es más preocupante, no tenemos kerigma que dar porque los propios miembros de la Iglesia, los bautizados, en una cierta medida tenemos que volver a ser evangelizados para descubrir así el principio y fundamento de nuestra fe en la persona de un Jesucristo que es Señor y que salva.

Y así, en estas coordenadas, lo que Alpha demuestra es que la Iglesia es el primer sujeto de evangelización, y que el mundo de hoy es el segundo sujeto de evangelización, por lo que tenemos que empezar por refrescar el kerigma en los bautizados que no lo recibieron, para así podérselo dar a los ateos y agnósticos sin bautizar de hoy en día.

Concluyendo, Alpha es sólo un método, Alpha pasará, pues lo que se predica es Jesucristo, y a éste crucificado 1 Cor 2,2. Jesucristo no pasará, y el Espíritu Santo inspira métodos adecuados para dar testimonio de El en cada momento histórico. Nunca se debe absolutizar un método ni pretender que éste sea el camino por el que todos deben pasar.

Aun así podemos extraer de Alpha los principios que lo inspiran, pues se pueden utilizar de mil maneras más y nos pueden ayudar a entender la evangelización de una manera práctica que sin tener nada de nuevo- somos hijos de una tradición milenaria- puede ser una brisa refrescante para la Iglesia de hoy en día.

A fin de cuentas, casi todo el mundo quiere evangelizar, la pregunta es si saben cómo y si un método sencillo, efectivo y bendecido para hacerlo les podría ser de ayuda…

José Alberto Barrera

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