sábado, 18 de junio de 2011

UNA HISTORIA DE AMOR, ESO ES LA VIDA, NUESTRAS VIDAS



Sigo pensando que lo que ocupa y preocupa más al ser humano es el amor.

Con diferencia y aunque no creo que salga en las estadísticas. Se manifiesta de muchas maneras, pero lo que queremos todos es darnos, fundirnos, enamorarnos. Es la vocación por excelencia del hombre: amar. Es ese deseo que no acaba de saciarse, esa piel y esa alma que buscan la caricia, la ternura y el consuelo. El amor es nuestra explicación de hombres y el puntal de nuestra existencia (en la existencia del otro). Por eso andamos tras él de por vida; de ahí esas ganas locas de entregarnos, de transformarnos, y ese desasosiego, y esas miradas que escrutan cada instante, cada detalle. El hombre necesita amar porque busca la plenitud y la trascendencia, porque el día a día sin amor es un suplicio, una agonía. Caminamos por la calle pensando en ese amor, en nuestro amor. Y el sentido de todo se da porque amamos. Y no es sólo una cuestión de afectos, o un cuerpo (por excelso que sea) o la fantasía. Es que el sentido del mundo y de la realidad y de lo que somos pasa por esa persona a la que amamos. El sentido es el amor. La realidad es el amor. El amor es la razón: razón de vida. Y el amor lo remueve todo, lo inspira todo. ¿Qué otra cosa puede urgirnos más que amar y ser amados? ¿Qué otra cosa puede importar más que eso? Nada. Nada es en el mundo más importante, más crucial, más núcleo. Y cada uno de nosotros somos amantes. Y cada uno de nosotros intentamos dar con el origen de ese ardor. Y cada uno de nosotros nos miramos las caricias, la pureza, lo infinito (porque el amor de verdad nunca se conforma con minucias). Queremos amar más, queremos amar mejor. No es cuestión de amar lo evanescente, lo difuso. Amamos a una persona concreta, la amamos a ella, tal y como es. Así de imperfecta, así de completa.

Guillermo Urbizu

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