sábado, 10 de abril de 2010

SANTA GEMA GALGIANI VS DEMONIOS


A Santa Gema una noche se le presentó como un perro negro enorme. Otro día, en que desobedeció la orden de su confesor de no salir sola de casa, lo estuvo siguiendo por la calle bajo la figura de un hombre, que la asustó. Fue a buscar a su confesor para que la perdonara, fue al confesionario y, después de confesarse, se dio cuenta que el diablo había tomado la figura de su confesor. Y ella dice en su Diario: "Fue una jornada del demonio. El confesor era el diablo y estaba con la mitra puesta en la cabeza". Se dio cuenta, porque, cuando le decía sus pecados, a todo le decía que estaba bien y no le corregía nada.

Otros días, no la dejaba dormir y le daba tantos golpes que no podía levantarse por la mañana, pero lo que más le hacía sufrir eran las tentaciones contra la pureza.

En una ocasión (25-8-1900) se le presentó bajo la figura de su ángel custodio. Al principio no lo reconoció; pero, después, al sentir miedo e intranquilidad, reconoció que no era su ángel. Decía San Pablo que "Satanás se disfraza también de ángel de luz" (2 Co 11,14).

Tenía que retirarse, pues Jesús había dicho a Gemma que el demonio sería quien diese la última mano a su virtud y..., estando Él, el demonio no se hubiera atrevido a hacerle nada. Pero..., tan luego como el P. Germán se fue, no reconoció límites su bestialidad durante siete largos meses. Perturbaba su imaginación con horribles fantasmas con el fin de producirle estados de ansiedad, tristeza, amargura y temor, que la indujeran a la desesperación.

Le decía muchas veces:
-"Ahí tienes lo que has conseguido con tus fatigas en el servicio de Dios"; y le presentaba tales figuras contra la pureza, que escribió al P. Germán:
-"Padre mío, pídale a Jesús que me cambie esta cruz por cualquier otra. Haga desde ahí los exorcismos para que este perverso se vaya, o mande a su ángel para que lo ahuyente".

Viendo que con tentaciones no podía vencerla, empezó a maltratarla con los golpes más brutales y en forma de bestias feroces, que amenazaban despedazarla. Dirigiéndose entonces a María Santísima, le decía:
-"Madre mía; me encuentro bajo el poder del demonio que quiere arrancarme de las manos de Jesús. Ruéguele por mí. ¡Viva Jesús!".

Jesús y María, complacidos al ver como luchaba, le enviaban a San Pablo de la Cruz o a San Gabriel para animarla. El mismo Jesús le dijo:
-"Hija mía; humíllate bajo mi mano poderosa y lucha, que tu lucha te conducirá a la victoria".

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