viernes, 30 de abril de 2010

VIDA EN EL MÁS ALLÁ


Una de las conclusiones más claras de las experiencias en el umbral de la muerte es que hay vida después de esta vida. Que la vida no acaba con la muerte. Que somos algo más que cuerpo, y tenemos un alma inmortal.

Algunos Santos Padres de los primeros siglos ya hablaban de un cuerpo etéreo, sutil, espiritual, que sale de nosotros, cuando uno muere, y al que identifican con el alma, espiritual e inmortal. San Ireneo, en el siglo II, dice: Las almas son dotadas de la misma forma y figura que el cuerpo, como el agua que toma forma del vaso en que está y, cuando se hiela, conserva la misma forma del recipiente
[1].
Orígenes, también del siglo II, decía: Aquellos muertos, que se han aparecido a los vivos, se han presentado en la misma forma que tenían cuando vivían en la tierra [2].

De hecho, en estas experiencias NDE, los interesados ven a otros muchos seres, familiares y amigos especialmente, que hace muchos años que han muerto y que les salen a recibir.

Veamos ahora algunas experiencias concretas, que nos pueden confirmar la existencia de la vida humana después de la muerte. Comencemos por citar al gran san Agustín, que habla de un caso que conoció personalmente.

Un hombre llamado Curma cayó enfermo y, privado de los sentidos, estuvo acostado como muerto durante algunos días. Un levísimo soplo de nariz que, apenas se sentía al acercar la mano, era el pequeño indicio de que tenía vida, para no permitir que fuera enterrado. No movía miembro alguno ni tomaba alimento. Los ojos y los demás sentidos parecían insensibles. Y, después de muchos días, como despertando, contó lo que había visto. En primer lugar, apenas abrió los ojos, dijo: Que vaya alguno a la casa de Curma el herrero y que vea lo que allí sucede. Luego que se fue allí, se encontró que había muerto en aquel mismo momento, en que él había recuperado los sentidos y había vuelto casi de la muerte a la vida. Entonces, manifestó que aquel (Curma el herrero) había recibido orden de presentarse ante Dios a la hora en que él había sido vuelto a la vida… Entre los difuntos que había visto reconoció a algunos que yo había conocido en vida. Yo, apenas le hubiese dado crédito si él no hubiese hablado también de algunos vivos que él no conocía; por ejemplo, algunos clérigos de su región, entre los cuales vio a un sacerdote que sería bautizado en Hipona por mí. Él había visto a un presbítero, a clérigos y a mí mismo; ciertamente vivos aún, en aquella visión en la cual vio después también a los muertos.

¿Por qué no se va a creer que él ha visto a los muertos como nos ha visto a nosotros vivos, esto es, a unos y a otros ausentes y sin saberlo?… Finalmente, después de las muchas visiones que él vio, contó que fue introducido también en el paraíso y que le dijeron: Vete y bautízate, si quieres venir un día a este lugar de los bienaventurados. Después, como advertido de que fuese bautizado por mí, respondió que ya lo había hecho. Pero aquel que le hablaba le replicó: Vete y bautízate realmente, porque tú te has visto bautizado en la visión. Después que se curó, vino a Hipona. Se inscribió entre los demás, desconocido de mí, pues él no se preocupó de contar aquella visión ni a mí ni a ninguno de mis presbíteros. Fue bautizado y, terminados los días santos, se volvió a su casa. Pasados dos años o quizás más, yo tuve conocimiento de todo esto. El primero que me habló de estas cosas fue un amigo mío y, a la vez suyo, que sentado a mi mesa, llevó la conversación sobre estas materias. Después, yo insistí y logré que él mismo, estando presente, me lo contase delante de hombres honrados, conciudadanos suyos, que lo atestiguaban todo: su curiosa enfermedad, su estado de muerte, durante muchos días, la muerte del otro Curma, el herrero… Así concluyo que, como él vio su bautismo y me vio a mí mismo y a Hipona, la basílica, el baptisterio…, también del mismo modo a los demás, algunos vivos sin que los mismos vivos lo supieran. ¿Por qué no habría visto también de la misma manera a aquellos muertos?
[3].

En la revista italiana Luce e ombra se refería el testimonio de un oficial norteamericano, que incluso dio su testimonio en televisión italiana, el 1 de marzo de 1982, en el programa Italia Sera. He aquí el testimonio: El 20 de mayo de 1969 tomé parte en un combate en Vietnam. Durante la batalla, los proyectiles volaban por todas partes. Fui herido gravemente y perdí, como pueden ver, las dos piernas y un brazo. Me di cuenta de que me moría, pues estaba perdiendo mucha sangre. Salí de mi cuerpo y vi a los compañeros de mi batallón, que también habían muerto antes que yo. Todos estaban inmersos en una luz y se comunicaban entre ellos como leyendo el pensamiento. Después vino el helicóptero y me llevaron al hospital. Vi que me cubrían el rostro con una sábana como se hace siempre con los muertos. No sentía nada, pero creía que estaba muerto. También los médicos creían que estaba muerto e iban a comenzar a embalsamarme, cuando uno de ellos levantó la sábana y me hizo llevar de inmediato a la sala de operaciones. Recuerdo haber querido detener al doctor, pues no quería que me operase. Me desperté diez días después de haber sido herido. He estado en coma diez días y, durante todo ese tiempo, me comunicaba con mis compañeros muertos y tenía una sensación de bienestar, no queriendo regresar a la vida. Cuando me desperté, conté a los doctores muchos detalles de lo que había sucedido en la sala de operaciones. Ellos quedaron asombrados. Pero lo importante es que hoy, a doce años de distancia, por efecto de esta experiencia, creo en la existencia del más allá y creo sin duda que existe Dios
[4].

La doctora Elisabeth Küller-Ross es famosa en el mundo entero por sus estudios sobre enfermos terminales. Sus libros han sido traducidos a más de 25 idiomas y se han vendido millones de ejemplares. Ella, con su seriedad científica, cuenta el siguiente suceso, que a ella misma le ocurrió.

Después de diez meses de que la señora Schwarz muriera y fuera enterrada, yo tenía problemas y quería dejar de dar mis seminarios sobre la muerte y los moribundos. Yo quería continuar, pero no podía en aquellas condiciones... Un día, estaba yo esperando el ascensor, cuando ella apareció frente a mí. Yo la conocía muy bien y sabía que había muerto. Ella era muy transparente, pero no tan transparente que se pudiera ver a través de ella. Ella me dijo: Doctora Ross, ¿le importa si vamos a su oficina? Sólo será un par de minutos. Ella conocía mi nombre y sabía dónde estaba mi oficina... Yo soy siquiatra y trabajo con esquizofrénicos todo el tiempo. Y yo me decía: Elisabeth, tú ves a esta mujer, pero eso no puede ser. Tú estas cansada y necesitas vacaciones, estás viendo visiones. La toqué para ver si era real. Yo era, a la vez, siquiatra y paciente. Me cuestionaba a mí misma.

Cuando llegamos a mi oficina, ella abrió la puerta con increíble amabilidad y ternura, y me dijo: Doctora Ross, yo tenía que regresar por dos razones: una para agradecerte a ti y al ministro por todo lo que hicieron por mí. Pero la otra razón es para decirte que tú no puedes dejar tu trabajo sobre la muerte y los moribundos. Todavía no.

Yo esperaba que desapareciera, pero no lo hacía. Ella insistía: “Tu trabajo no ha terminado. ¿Me prometes continuar?”. Entonces, yo le di un papel y un lápiz para que le escribiera al reverendo Gaines para agradecerle, pues estaba en Urbana. Y ella, con la más amable sonrisa y conociendo todos los pensamientos que yo tenía, tomó el papel y escribió una nota. Me dijo: “¿Estás satisfecha?”. Después se levantó, repitiendo: “Doctora Ross, me lo has prometido. Y en el momento en que yo le dije: “Te lo prometo, desapareció. Todavía tengo la nota que escribió
[5].

¿Hace falta más casos concretos? Hay un libro muy interesante sobre estos casos, escrito por Bill y Judy Guggenheim, titulado Hello from heaven (Hola desde el cielo). En él se presentan muchos testimonios de personas difuntas, que se han comunicado con sus amigos y familiares a través de sueños o haciéndoles oler un perfume especial, moviendo objetos, por medio del teléfono, haciendo oír solamente su voz, apareciéndose en una luz difusa o en una perfecta claridad. Además, es muy conocido el caso de que muchos familiares, que están cuidando de sus familiares moribundos, cuentan que, en un momento dado, antes de morir, dicen los moribundos que ven a familiares difuntos, que vienen a recibirlos y a acompañarlos al más allá
[6].
P. Ángel Peña: Libro: Experiencias del más allá

[1] Ireneo, Adversus haereses 2, 19; PG 7, 774.
[2] Contra Celsum PG 11, 95.
[3] S. Agustín, De cura pro mortuis gerenda XII, 15.
[4] Revista Luce e ombra, enero de 1983, pp. 31 ss.
[5] Kübler-Ross Elisabeth, On life after death, o.c., pp. 34-36.
[6] Otros libros interesantes sobre esto son Últimas visiones, de Melvin Morse y A la hora de la muerte, de Karlis Osis y Harladsson Erlendur.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Revice bien este capìtulo, que probablemente no lo acepte la Santa Iglesia Catòlica, pues las apariciones de difuntos pueden ser demonios. Como dece Santa Faustina: el demonio tambièn se viste del manto de la humildad pero nunca del manto de la obediencia, y es alli donde se destruye todo su tràfico.
Saludos.