martes, 2 de febrero de 2010

ME PREGUNTAN POR QUÉ CREO


Fundamentalmente creo porque Dios me otorga Su gracia.

Esto no tiene vuelta de hoja. ¿Dónde estaría yo sin Él? ¿En qué arrabales del alma? Y por otra parte creo porque me da la gana. Me da la gana decirle a Dios que Le quiero y que me perdone, las veces que haga falta. Y que aquí estoy, aunque la pifie. Y por más que me devano los sesos no encuentro otra manera de ser feliz.

Feliz feliz, que conste, sin hacer el paripé. Me refiero a sentirme en Su compañía, a vivir el Evangelio en mis propias carnes. No hablo del libro o libros, hablo de Él, del Cristo. Comulgarle. Casi siempre me encuentra medio lelo o camino del Emaús de turno, cabizbajo, meditabundo, mohíno. Pero se hace el encontradizo, y lo que resulta más prodigioso: me habla. Tiene bemoles el asunto. Dios me habla.

Dicho así, parece que estás de coña o que hay razonables circunstancias psicológicas y eso. Pues no. No es resultado de ningún trance o sensibilidad predispuesta por mi parte. Yo sé lo que oigo. Es un lenguaje de consuelo y alegría, de amor contundente y diáfano. No hablo de incienso y agua bendita. Hablo de palabras que me toman por asalto en plena calle o haciendo fila en el banco, mientras miras los ojos verdes de aquella chica.

Me preguntan que por qué creo. ¿Cómo no creer en Alguien que da la vida por ti, día a día? ¿Cómo no creer en Alguien que me ha regalado la mía, y que la respira? Creo en Dios porque Lo tengo a ojos vista. Hecho hostia y belleza y familia. Su Providencia me lleva de la mano. Motivos de credibilidad tengo todos los del mundo. Desde que me levanto y le doy un beso a mi mujer y rezo una avemaría. Y escucho el tintineo de las cucharillas en el café con leche. O abro el correo. O leo unos versos de alguien o bebo un vaso de agua. Y veo cómo se posa la luz en las cosas, a manera de sacramento. Y veo imágenes y semejanzas de Dios en los rostros con los que me cruzo. Suyo es el poder y la gloria. Y mi alma. Y mi tiempo. Y la libertad con la que Le niego cuando se tercia.

Creo porque veo, ya digo, y amo. Y porque el mundo es un sortilegio de pureza. Y esa ternura divina que se me aparece entre unas margaritas, en un cuadro de Ramón Gaya o en el perfume de las sábanas limpias.
Guillermo Urbizu

2 comentarios:

elsa dijo...

me gusto mucho la manera en que comentas el porque de tu fe.Estoy buscando un camino que me lleve a creer de la misma forma que vos lo sentis.Debe ser algo maravilloso

Hermano José dijo...

GRACIAS POR TU COMENTARIO

EFECTIVAMENTE.. SÍ LO ES, Y SI TÚ TE O PROPONES, TAMBIÉRN LO LOGRARÁS.
BENDICIONES POR CASA