jueves, 11 de febrero de 2010

NUESTRA SEÑORA DE LOURDES - HISTORIA


El 11 de febrero de 1858, en la villa francesa de Lourdes, a orilla del río Gave, Nuestra Madre, Santa María manifestó de manera directa y cercana su profundo amor hacia nosotros, apareciéndose ante una niña de 14 años, llamada Bernadette (Bernardita) Soubirous.

La historia de la aparición empieza cuando Bernardita, quien nació el 7 de enero de 1844, salió, junto a dos amigas, en búsqueda de leña en la Roca de Masabielle. Para ello, tenía que atravesar un pequeño río, pero como Bernardita sufría de asma, no podía meter los pies en agua fría, y las aguas de aquel riachuelo estaban muy heladas. Por eso ella se quedó a un lado del río, mientras las dos compañeras iban a buscar la leña.

Fue en ese momento, que Bernardita experimenta el encuentro con Nuestra Madre, experiencia que sellaría toda su vida, sentí como un fuerte viento que me obligó a levantar la cabeza. Volví a mirar y vi que las ramas de espinas que rodeaban la gruta de la roca de Masabielle se estaban moviendo. En ese momento apareció en la gruta una bellísima Señora, tan hermosa, que cuando se le ha visto una vez, uno querría morirse con tal de lograr volverla a ver.

Ella venía toda vestida de blanco, con un cinturón azul, un rosario entre sus dedos y una rosa dorada en cada pie. Me saludó inclinando la cabeza. Yo, creyendo que estaba soñando, me restregué los ojos; pero levantando la vista vi de nuevo a la hermosa Señora que me sonreía y me hacía señas de que me acercara. Pero yo no me atrevía. No es que tuviera miedo, porque cuando uno tiene miedo huye, y yo me hubiera quedado allí mirándola toda la vida. Entonces se me ocurrió rezar y saqué el rosario. Me arrodillé. Vi que la Señora se santiguaba al mismo tiempo que yo lo hacía. Mientras iba pasando las cuentas de la camándula Ella escuchaba las Avemarías sin decir nada, pero pasando también por sus manos las cuentas del rosario. Y cuando yo decía el Gloria al Padre, Ella lo decía también, inclinando un poco la cabeza. Terminando el rosario, me sonrió otra vez y retrocediendo hacia las sombras de la gruta, desapareció.

A los pocos días, la Virgen vuelve a aparecer ante Bernardita en la misma gruta. Sin embargo, al enterarse su madre se disgustó mucho creyendo que su hija estaba inventando cuentos - aunque la verdad es que Bernardita no decía mentiras -, al mismo tiempo algunos pensaban que se trataba de un alma del purgatorio, y a Bernardita le fue prohibido volver a la roca y a la gruta de Masabielle.

A pesar de la prohibición, muchos amigos de Bernardita le pedía que vuelva a la gruta; ante ello, su mamá le dijo que consultara con su padre. El señor Soubiruos, después de pensar y dudar, le permitió volver el 18 de febrero.

Esta vez, Bernardita fue acompañada por varias personas, que con rosarios y agua bendita esperaban aclarar y confirmar lo narrado. Al llegar todos los presentes comenzaron a rezar el rosario; es en ese momento que Nuestra Madre se aparece por tercera vez. Bernardita narra así esta aparición: Cuando estábamos rezando el tercer misterio, la misma Señora vestida de blanco se hizo presente como la vez anterior. Yo exclamé: ‘Ahí está. Pero los demás no la veían. Entonces una vecina me acercó el agua bendita y yo lancé unas gotas de dicha agua hacia la visión. La Señora se sonrió e hizo la señal de la cruz. Yo le dije: ‘Si vienes de parte de Dios, acércate. Ella dio un paso hacia delante.

Luego, la Virgen le dijo a Bernadette: Ven aquí durante quince días seguidos. La niña le prometió hacerlo y la Señora le expresó Yo te prometo que serás muy feliz, no en este mundo, sino en el otro.

Luego de este intenso momento que cubrió a todos los presentes, la noticia de las apariciones se corrió por toda el pueblo, y muchos acudían a la gruta creyendo en el suceso, aunque otros se burlaban.

Entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858 hubo 18 apariciones. Éstas se caracterizaron por la sobriedad de las palabras de la Virgen, y por la aparición de una fuente de agua que brotó inesperadamente junto al lugar de las apariciones y que desde entonces es un lugar de referencia de innumerables milagros constatados por hombres de ciencia.

Mensaje de Su Santidad Benedicto XVI con motivo de la Jornada Mundial del Enfermo. (21 Enero 2008):
[…] No se puede contemplar a María sin ser atraídos por Cristo y no se puede mirar a Cristo sin advertir de inmediato la presencia de María. Existe un vínculo inseparable entre la Madre y el Hijo generado en su seno por obra del Espíritu Santo, y este vínculo lo advertimos, de modo misterioso, en el Sacramento de la Eucaristía […]

Este mes de Febrero, nos vamos a Lourdes, al pie de los Pirineos, a la gruta de Massabielle, donde ocurrió la primera aparición de la Bienaventurada Virgen María a Bernardita Soubirous; la niña de catorce años a quien confía el mensaje de esperanza y de luz para la humanidad enferma y que sufre en el espíritu y en el cuerpo.

Las 18 apariciones entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858 se caracterizaron por la sobriedad de las palabras de la Virgen quien vino a agradecer el dogma de la Inmaculada Concepción, declarado cuatro años antes por Pío IX... y como en todas ellas nos pide nuestra colaboración activa: Oración, penitencia, conversión, confianza en Dios, y que seamos humildes y llevemos gozosos nuestra cruz.

Unos 6 millones de peregrinos de 150 países van a Lourdes cada año, entre ellos 650.000 enfermos son ungidos...

¡Es la Madre, la Inmaculada Concepción, haciendo cariños a sus hijos!, para llevarlos a la iglesia de su Hijo Jesús... y son los hijos, nosotros, que nos dejamos querer y mimar por la Madre.

Al respecto Juan Pablo II escribió: "Lourdes (...) es lugar y a la vez símbolo de esperanza y de gracia en el signo de la aceptación y de la oferta del sufrimiento salvífico".

Hoy como en Lourdes, las manos siempre juntas, con el santo Rosario: en ferviente oración, redescubramos esta oración de paz”, “esta oración por la paz.
Jesús te ama.

CANCIÓN
La Reina del cielo, la Madre de Dios, en Lourdes, benigna, su trono fijó. Ave, Ave, Ave María...
Un largo rosario que el cielo labró sostiene en sus manos más puras que el sol. Ave, Ave, Ave María...
Aquí los enfermos encuentran vigor; aquí luz y vida halla el pecador. Ave, Ave, Ave María...
«Haced penitencia y ardiente oración por los pecadores que ofenden a Dios». Ave, Ave, Ave María...

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