viernes, 19 de febrero de 2010

LA HUMILDAD DEL CORAZÓN


Hermanos que el Señor les bendiga en este itinerario de preparación para la fiesta más grande de la Iglesia. Donde se nos llama a la conversión dentro de este camino para seguir los preceptos del Señor y abrir nuestro corazón para dejar entrar el espíritu de Dios.

Prepararnos en este tiempo de cuaresma es necesario reconocernos pecadores, ver nuestras debilidades y rasgarnos el corazón, para esto el Señor nos instruye que es necesario hacer ayuno, limosna y oración no obstante también debemos.

Reconocernos HUMILDES DE CORAZON y hacer a un lado nuestro pecado de soberbia traducido en el AMOR AL PROJIMO COMO A UNO MISMO, por lo que he hecho una recopilación de textos donde podamos ver la HUMILDAD aplicada a nuestra vida:

¿Qué es la humildad?
Miremos lo que el apóstol Pablo dice en Romanos 12:3 Por la gracia que se me ha dado, les digo a todos ustedes: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado. En otras palabras, cada creyente es llamado a tener un concepto apropiado de sí mismo. Ser humilde, entonces, significa conocer las debilidades y las habilidades que tenemos, reconocer nuestras fallas y nuestros talentos, estar en balance cuando se trata de nuestra imagen propia. En vez de buscar el lugar que Dios tiene preparado para nosotros, podremos insistir en tomar posiciones que no fueron hechas para nosotros.

Esto sucede en la iglesia, por ejemplo, cuando una persona desea siempre estar al frente, recibiendo halagos, cuando sus dones no se prestan a esa clase de servicio. Cada uno de nosotros debe de considerar con honestidad cómo podemos servir mejor. A la vez, no debemos de tener un concepto demasiado bajo, tampoco. Hay personas que siempre responden con un "no puedo" cuando se les invita a servir al Señor. Recuerda que Dios no hace basura. Si Dios te creó, puedes estar seguro de que sirves para algo. La humildad consiste en reconocer que tu valor no depende de lo que haces, sino de lo que eres. Si estás en Cristo, eres hijo de Dios; ése es tu valor. Muchas veces nos alocamos tratando de comprobar que valemos algo por el dinero que ganamos, por nuestra apariencia física o aun porque somos más religiosos que otros.

Pablo, en cambio, había aprendido la importancia de hallar su identidad en Cristo. Filipenses 3:7-9: Sin embargo, todo aquello que para mí era ganancia, ahora lo considero pérdida por causa de Cristo. Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo y encontrarme unido a Él. No quiero mi propia justicia que procede de la ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe. Antes de su conversión, Pablo se consideraba digno de la aprobación de Dios en base a sus logros, sus estudios, y su pasión. Más sin embargo, ahora valora mucho más el conocer a Cristo. Su valor lo encuentra en el hecho de que Cristo lo amó y murió por él. De igual modo, hallaremos la verdadera humildad cuando empecemos a encontrar nuestra identidad en Cristo, en lugar de estarnos comparando con otras personas. No tenemos que ser más inteligentes, más guapos o más fuertes que otros para valer algo. La humildad no es pensar menos de uno mismo que de otros; ni tampoco significa tener una opinión baja de los dones que uno tiene. Humildad es estar libre de la obsesión con uno mismo. Es no tener que compararse con otros.

¿Cómo se aprende la humildad?
Santiago 1:9-10 expresa: El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación; pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba”. Estos versículos nos presentan una incógnita. Santiago nos quiere poner a pensar. Si consideramos su mensaje, él nos está enseñando a ver más allá de los valores humanos. La primera clave para aprender la humildad es, reconocer lo que realmente importa, en lugar de aceptar el sistema de valores del mundo. Si queremos entender lo que realmente nos dará valor en la vida, tenemos que valorar el tiempo con el Señor. La adoración es una gran humillación. Cuando estamos ante Dios, cuando llegamos a sentir su presencia y su poder, nos damos cuenta de lo realmente insignificantes que somos. Nos damos cuenta del milagro de su amor y su atención por nosotros, y no podemos hacer más que adorar. De aquí nace la humildad - la humildad que Dios busca y galardona.

También requiere humildad el mantener la paz poniendo en práctica el mandamiento de Dios de perdonar a los demás las faltas que cometan contra nosotros. (Mt 6:12-15; 18:21, 22.) Cuando alguien ofende a otra persona, supone una prueba para su humildad obedecer el mandato de dirigirse al ofendido y admitir el error pidiendo perdón (Mt 5:23, 24), y en el caso de que sea el ofendido el que se dirige al ofensor, sólo el amor y la humildad podrán mover al ofensor a reconocer su error y a actuar inmediatamente para enderezar los asuntos. (Mt 18:15; Lu 17:3; compárese con Le 6:1-7.) No obstante, la paz que tal humildad produce sobrepasa cualquier sentimiento de humillación; Los fundamentos de la humildad son la verdad y la justicia. La gloria de todo lo bueno que tiene el hombre, pertenece a Dios. Así dice San Bernardo: "Con un conocimiento verdaderísimo de sí el hombre se desprecia a sí mismo".

Pero la humildad no viene a negar cualidades verdaderas, sino a hacer fructificar los talentos (Mt 25, 14). Así como la fe es el fundamento positivo de la vida cristiana porque establece el contacto inicial con Dios, la humildad remueve los impedimentos de la vida divina en el hombre, que son la soberbia y la vanagloria que obstaculizan la gracia, dice Santo Tomás en la 2-2 161, 5. Por eso es el fundamento del edificio, "todo este edificio va fundamentado en humildad" nos dirá santa Teresa. La Humildad, que es el cimiento de todo el edificio, como escribió santa Teresa en las Moradas Séptimas 4, 9. La humildad del corazón de la que habló nuestro Señor Jesús se refiere a todo lo que está relacionado con nuestro espíritu.

Somos humildes de corazón si aceptamos que todos somos iguales ante Dios. Nadie es más que otro ante los ojos de Dios. No nos valen para nada los títulos o distinciones que podamos obtener y que el mismo Dios concede porque Él es el gran proveedor. En ninguna iglesia, nadie es superior a otro en el servicio. El único distingo que el mismo Señor nos pone es a través de los dones espirituales concedidos por Dios a quienes Él mismo lo determina. El humilde mira siempre hacia arriba, hacia la santidad de Dios, para rebajarse siempre, y así sube proporcionalmente. Es el pensamiento de San Agustín: "Hay algo en la humildad que por manera maravillosa eleva el corazón, y algo en la altivez que lo abate. Parecerían cosas contrarias el que la altivez abata y la humildad eleve. Mas la pía humildad sujeta al superior a Dios, y por eso la humildad eleva, puesto que somete a Dios.

Hermanos les exhorto que verdaderamente si no nos reconocemos humildes de corazón no podremos amar al prójimo como a uno mismo y si no amamos al prójimo no amamos a Dios, el Señor hoy nos ha regalado este signo de Humildad al imponernos las Cenizas en este miércoles inicio de Cuaresma que nos recuerda que del polvo venimos y al polvo vamos, nadie es más ni menos que el otro, por tanto en este tiempo les invito a que podamos convertir nuestro corazón y desvanecer todo rasgo de Soberbia.
Bendicionews por casa.

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