miércoles, 6 de enero de 2010

LORCA, ANTES DE MORIR, REZÓ EL "SEÑOR MÍO JESUCRISTO" CON EL FALANGISTA JOVER


RECHAZÓ CONFESARSE, PERO LUEGO SE ARREPINTIÓ.

La noche previa a su ejecución, el poeta rechazó confesarse con el párroco Crovetto. Poco después, pidió a su acompañante que le recordara alguna oración de las que la madre del escritor le había enseñado.

«En la noche del 18, en dos coches, uno de ellos conducido posiblemente por un tal García Jiménez», cuenta el informe, «es conducido Federico García Lorca a Víznar, custodiado por unos cuantos guardias, por Juan Tres Castros y Jiménez Calleja El Pajarero, miembro también de la "escuadra" de Ruiz Alonso y algún otro. Se detienen en la plaza del pueblo y uno de ellos, parece que Tres Castros, se entrevista con el capitán Nestares, dándole cuenta de la presencia del detenido e indicando que urge terminar con él. Nestares lo envía aLa Colonia y encarga de la acción al cabo Ayllon».

Federico, al llegar a «La Colonia» es tratado con mucha consideración y por eso al principio no teme por su vida. Incluso, ante algunos miembros de la bandera que hablan con él, hace cábalas sobre la posibilidad de representar sus obras y obtener dinero para los gastos de la guerra.

«El tiempo va pasando y la realidad va abriéndose camino. El cabo Ayllón ha formado el pelotón, como lo hizo en muchas ocasiones, con guardias de asalto y espera, como es también tradicional, las primeras luces del día próximo».

El falangista José Jover Tripaldi fue testigo de los últimos momentos y le dio la triste noticia a Federico de su inminente ejecución. A pesar de que Lorca no era fumador, pidió tabaco y Jover se lo ofreció. El poeta pasó sus últimas horas fumando cigarrillos, uno tras otro y, cuenta el informe, «con marcado nerviosismo, pero sin descomponerse».

Las últimas horas.
Jover preguntó a Federico si quería confesarse. En la época confesaba a los condenados un padre capuchino que era el párroco del pueblo, José Crovetto Ballesteros. El poeta no quiso. Pero más tarde, cuando se acercaba la hora fatídica, Lorca recapacitó y pidió un cura para confesarse. Como ya era tarde y no estaba el párroco rezó el Señor mío Jesucristo. Jover lo rezó con él porque el poeta, a pesar de que todas las oraciones se las había enseñado su madre de pequeño, no recordaba ninguna.

Relata el informe que «cuando terminaron la oración, unas lágrimas aparecieron en el rostro de Federico e inmediatamente el cabo Ayllón se dispuso a cumplir su deber». Otros dos o tres salieron de «La Colonia», uno posiblemente el maestro de Pulianas llamado Diascoro, al que le faltaba una pierna. En una camioneta, seguida de un coche se trasladaron al lugar elegido.

Una vez ante el piquete, Federico quiso regalar a Jover su encendedor de plata, pero éste lo rechazó. Ya muerto el poeta, un tal Cano (no es seguro) se apoderó del encendedor, como solían hacer con los objetos de valor que llevaban.

«Españoles patriotas»
La mayoría procedía de los Obreros Católicos que funcionaba paralelamente a la CEDA de Gil Robles. Entre ellos se formaban «escuadras», calificadas de «negras» por su actuación, dedicadas principalmente a la localización, detención y ejecución de elementos sospechosos. Figuraban como activistas de estas escuadras Ramón Ruiz Alonso (ex diputado de la CEDA), Julio Moreno (diputado de la CEDA), Garci Alix, el abogado Juan Tres Castros y Federico Jiménez el pajarero. Muchos de ellos se pasaron a la CEDA por ofrecerles mejor campo para sus actividades contra el Frente Popular. Otros como Paco el motrilero, Martínez el motorista, Pepe el panadero, Hernández, Cano, etc. eran verdaderos pistoleros. Había por tanto dos clases de escuadras claramente diferenciadas.

«Falange Española»
Antonio Robles Jiménez era el jefe provincial y dos de los hermanos Rosales Camacho figuraban como jefes de centuria, excepto Antonio que era tesorero. «Ninguno de ellos militó en la Bandera Nestares y los militantes de la Falange Española eran minoría absoluta, privando siempre la CEDA».

«Una pintoresca bandera de Falange», llama el informe a la Bandera de Nestares, ya que «la mayoría eran gentes que huían del acoso rojo en diferentes pueblos y otros izquierdistas, que temían por sus vidas y así hallaron seguridad». Esta bandera residía en Víznar y Nestares obligaba a todas las mujeres jóvenes a vestir camisas más o menos azules y a practicar la instrucción militar en el patio del «Palacio», cuartel general del capitán. «Entre ellas no había ideología política en general y menos aún de la Falange que les era completamente desconocida. Actuaban y acataban las órdenes, presas de un miedo insuperable».

Al atardecer, formaban en la plaza del pueblo para cantar el Cara al sol. Ahora bien, a estas «falangistas» se les cortaba el pelo al cero ante cualquier indisciplina o falta de impuntualidad, lo que demuestra la escasa simpatía que por ellas sentían, pareciendo más bien que se trataba de hacer un escarnio a la Falange.

Existe otro dato revelador en el documento, no descubierto, según parece, por los numerosísimos investigadores españoles y extranjeros, sobre el caso de Federico García Lorca: «En la puerta principal del Palacio de Víznar, cuartel general del capitán Nestares y por lo tanto cabecera de la titulada bandera de Falange, no figuraba, junto al todo por la patria ningún símbolo falangista, sin embargo aún puede leerse en rojo estas letras: J.A. VIVA OBLES, lo que puede traducirse con toda exactitud por J.A.P. (Juventud de Acción Popular) Y VIVA GIL ROBLES».

«He ahí un dato harto elocuente del falangismo que imperaba en aquella bandera, en cuya cabecera se exaltaba la figura de un personaje que no se distinguió precisamente por su simpatía hacia la falange española, como tampoco Falange española sentía el menor agrado por él, por la CEDA y por sus milicias juveniles JAP».
Pilar López/La Gaceta

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