Negar la existencia de Dios es negar el sentido del hombre y de su fin en esta tierra.
El hombre se mueve en el mundo buscando algo más allá desde su aparición en este planeta. Busca algo que le sostenga, algo seguro en donde depositar todo su obrar, como si fuera un eterno buscador de algo que quiere poseer para siempre y que nadie se lo quite. Esta búsqueda permanente también me habla de Dios. Nunca se me ha aparecido Dios pero la creación me responde, me contesta, me sugiere. Negar la existencia de Dios sería negar el sentido de las cosas, el sentido del hombre y de su fin en esta tierra.
¿Alguna vez han experimentado un paseo por el campo en una tarde soleada? A mí me llaman la atención las praderas cubiertas de verde, la experiencia de vida al pasar por los bosques, el espectáculo de los animales desarrollándose en su habitat. ¡Me hablan de Dios! No hay mucho que decir. Sólo mirar, escuchar y oler las maravillas del Creador. Preguntarse si Dios existe en estos momentos me parecería un "outside" un fuera de lugar, un fuera de tiesto. Porque ante tan evidente maravilla sólo se puede decir: ¡que grande es el Señor!
Es difícil explicar con palabras la existencia de Dios y con lenguaje filosófico se entendería casi nada pero lo podemos descubrir cada mañana cada uno en las circunstancias en que se encuentre.
Normalmente no preguntamos si "existen" Manolo o Guadalupe: basta que los veamos todos los días para decir que "existen". A Dios no lo vemos. Pero hay veces que tampoco vemos muchas otras cosas, y, sin embargo, sabemos que existen. ¿Cómo? Porque descubrimos las señales que nos hablan de ellas. Podemos decir que todo el universo, desde las constelaciones más lejanas hasta las estructuras subatómicas más sencillas, nos hablan de un Dios que ha pensado en todo y ha querido, por amor, la existencia de sus criaturas.
Desde luego, el problema del mal puede hacernos pensar que Dios se oculta, pero también en medio del dolor es posible, o, mejor, es necesario, encontrarlo: sólo con Dios y desde Dios podemos "aprender" el difícil arte del dolor. Sólo con Dios y desde Dios podemos amar al que sufre y podemos amar sufriendo.
Autor: P. Clemente González
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