jueves, 23 de abril de 2009

REFLEXIONES AL PIE DE LA CAMA


Ayer por la tarde me llamaron para ir a llevarle la comunión a una anciana. Así que esta mañana cogí mi motito y me presente en su casa a las 11:30 de la mañana.

Al llegar me condujeron a su habitación, donde Concha, que así se llama, pasa la mayor parte del día tumbada en su cama. A sus 92 años, Concha conserva una lucidez admirable. Es capaz de conversar durante todo el rato que se precise, con una coherencia y un orden lógico para engarzar ideas que ya quisiera yo para mí cuando alcance la mitad de su venerable edad.

Hablamos de muchas cosas, de la familia, de la salud, de la comida, el sueño, de su vida pasada, de su distracción diaria - el crochet - y de lo que quería compartir hoy con vosotros: de la muerte.

Me resultó admirable ver como Concha tiene asumido que está viviendo sus últimos días. No padece ninguna enfermedad grave, pero su avanzada edad le hace percibir que esta viviendo la "prórroga" de su existencia. Lejos de una postura miedosa o angustiada, plantea el fin de su vida como un necesario e inevitable descanso y con la esperanza de otra vida. Si pudiera, me la llevaría al púlpito este domingo para hablar de la resurrección desde la alegría y la fe. En un momento dado, con la mirada fija en el infinito y como quien habla con alguien y a la vez se habla a sí mismo me dijo:
-"No quedan ya amigas de mi generación. Las he visto morir a todas, así que ya no me queda nadie de mi época. Pero no le tengo miedo a la muerte. Siempre que he visto morir a alguien - y ya van bastantes - he visto la paz en su rostro. Al morir no se sufre, sino que se encuentra la paz"

Vaya lección de filosofía, de teología y de ética la que me regaló Concha esta mañana. Y no es la primera. Cada vez que visito a un enfermo recibo mucho más de lo que humildemente intento transmitir. La enfermedad y la ancianidad curten, hacen madurar a las personas y conceden una sabiduría que no existe ni en las mejores bibliotecas del mundo.

Hoy le pido al Señor por Concha, pero le pido también por mí, por vosotros, para que cuando nos llegue el momento de dejar este mundo lo hagamos con la consciencia y la serenidad que me ha demostrado hoy esta bendita mujer.
Jaime Salado de la Riva

No hay comentarios: