jueves, 23 de abril de 2009

EL MAL DE DON QUIJOTE


(Día Internacional del Libro y del Autor y Aniversario de la Muerte de Miguel de Cervantes y de William Shakespiere)

Fue llevado un día ante el doctor X..., [psiquiatra] notable de Río de Janeiro, un curioso enfermo, víctima de una singular manía....
-Es preciso extraerlo - raciocinaba el loco - El corazón es una víscera absolutamente tonta... No pasa de ser un estúpido fuelle, que sopla sangre por las arterias, en lugar de aire... La ciencia puede cambiarlo por un aparato cualquiera, que lo sustituya en su función de centro circulatorio, evitando, con todo, las regalías morales de que disfruta la tal víscera que he mencionado... Si el corazón se contentara con su papel fisiológico de fuelle, de bomba de compresión, y se estuviese allá, modestamente, en el fondo de su cárcel de costillas, trabajando oscuro y honrado en sus diástoles y sístoles, no exigiría que se me extrajese, como un obstáculo que me corrompe el organismo y la vida; pero el intruso olvida que nació para fuelle; se mete en los dominios de la existencia moral, en plena competencia con el sensato cerebro, y comete, entonces, cuanta estupidez logre hacer... En la familia, el corazón produce al enamorado: un tonto; en la sociedad, al héroe: otro tonto; en la literatura, al sentimental: otro tonto; en la filosofía, al melancólico: un tonto más... Ridículo, miserable, profundo, es lo propio de las víctimas del corazón... Poner término a este mal me parece un deber elemental de la ciencia. Se sabe que el origen del mal está ahí, palpitando, a la altura de la cuarta y la quinta costilla..., mi querido doctor. ¡Ya es hora de echar mano a los frenos de la fatigada cabalgadura de don Quijote, quien va paseando desastradamente la gesticulación huesuda de su entusiasmo caballeresco por entre el escarnio de las generaciones! ¡Ya es hora de que termine este espectáculo del caballero de la Mancha, eternamente bueno, pero eternamente estúpido!...”

El médico, que asistía extasiado a la extraña disertación del loco, reflexionó un momento y luego dijo:
-Esté usted tranquilo, amigo mío; no piense más en eso; voy a extirparle el corazón... voy a curarlo (1)

De ahí que a este insólito cuento, que escribió en 1883 cuando tenía veinte años, el autor brasileño Raúl Pompeia le pusiera por título «El mal de Don Quijote».

Curiosamente Pompeia mismo habría de fallecer doce años después, a escasos treinta y dos años de edad, en Río de Janeiro, donde había ocupado los cargos de director del Diario Oficial de la República y director de la Biblioteca Nacional.

Si bien sobra decir que al necio de este cuento de Pompeia no le convenía que ningún psiquiatra le extirpara el corazón, no está por demás señalar que sí le hubiera convenido conocer la verdad de los siguientes proverbios, escritos por el sabio Salomón, que aclaran que el corazón humano no es necesariamente ni tonto ni malo:
«En el agua se refleja el rostro, y en el corazón se refleja la persona»
«El corazón entendido va tras el conocimiento; la boca de los necios se nutre de tonterías, ya que en el corazón de los sabios mora la sabiduría, pero los necios ni siquiera la conocen
» (2)

(1) Raúl Pompeia, «El mal de Don Quijote», reproducido en Cuentos brasileños del siglo xix, trad. Elkin Obregón (Bogotá: Editorial Norma, 1992), pp. 181‑87.
(2) Pr 27:19; 15:14; 14:33
Por: Carlos Rey

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