jueves, 9 de abril de 2009

¿EXISTE DIOS?


LA RELACIÓN SIMBIÓTICA, UN DISEÑO EXTRAORDINARIO

La relación simbiótica ocurre cuando dos organismos se benefician uno del otro a tal punto que llegan a depender uno del otro para su supervivencia. Esto es diferente de la relación parásita, en la cual un organismo explota al otro sin que el huésped traiga ningún beneficio para el anfitrión. Las abejas y las flores son un ejemplo de simbiosis. La planta necesita a la abeja para polinizar otras plantas. La abeja obtiene su alimentación de la flor, de esta manera ambos organismos se benefician mutuamente.

Hay muchos casos extraños de simbiosis en la naturaleza. Uno muy interesante es el de las termitas. Aunque parezca extraño, la termita o comején no puede digerir la madera. En el estómago de la termita vive otro animalillo que se llama "foraminífero". Este pequeño animalito toma la madera que la termita se come y la digiere; de manera que los excrementos de los foraminíferos son la comida del comején. Aunque la termita pierde algo de su comida para alimentar a los foraminíferos, y les da protección, la relación beneficia a ambos organismos.

La pregunta que surge aquí es que cómo se llegó a tal arreglo. La clásica explicación evolucionista es que originalmente estos organismos no se necesitaban el uno al otro. Con el paso del tiempo, empezaron a asociarse el uno al otro, de modo que a veces se ayudaban mutuamente. Por fin sus recursos comenzaron a desaparecer, haciéndolos totalmente dependientes unos de otros.

En algunos casos, tal explicación es sostenible. La abeja y las flores por ejemplo. Las flores pueden ser polinizadas por mariposas y el viento aún en nuestros días, pero en lugares donde no existen las mariposas y el viento es variable, la abeja es indispensable. Un cambio gradual de dependencia en abejas, mariposas y viento a una dependencia total en sólo abejas no es del todo irrazonable.

En otros casos, la situación se pone tirante. Eso de tratar de explicar cómo pudieron la termita y el foraminífero juntarse ha ocasionado que algunos evolucionistas hagan malabarismos intelectuales que terminan en lo absurdo. La explicación usual es que antes las termitas podían digerir madera, pero cuando los foraminíferos "invadieron" el cuerpo de la termita, comenzaron a digerir mejor que éste, de manera que la relación se volvió permanente. El número de premisas para esta hipótesis es fenomenal.

1) Que las termitas podían digerir madera.
2) Que éstos fueron "invadidos" por foraminíferos.
3) Que estos foraminíferos prefieren comer madera en vez de las termitas.
4) Que el excremento de los foraminíferos podía ser empleado por las termitas.
5) Que el estómago de las termitas se hizo deficiente en la digestión de madera.
6) Y así ad infinitum...

Otro buen ejemplo de esta situación es aquella del llamado "camarón mondador". Existen varias especias, pero el camarón Pederson, que se halla en las costas de las Bahamas, ha sido objeto de mayor estudio. Este espécimen es de 3 a 6 centímetros de longitud, transparente, con antenas muy largas.

Un pez nada deliberadamente hasta acercarse a un camarón mondador. El camarón se trepa sobre el pez para limpiarlo de parásitos y de toda impureza que moleste al pez. Inclusive, puede perforar la "piel" del mismo para extraer parásitos sin que el pez presente resistencia alguna. Cuando el camarón mondador se acerca a la cabeza del pez, éste abre su boca. El camarón prácticamente penetra dentro de la boca del pez para continuar la limpieza. Si el pez ha sido herido, se presenta ante el camarón para que éste le limpie la parte dañada.

La ventaja para ambos participantes es obvia. El pez se limpia de parásitos malignos y el camarón se gana una comida. ¿Cómo fue posible establecer esta relación? Toda clase de peces participan de esta asociación, inclusive la barracuda. Los camarones comunes son bocado favorito para la mayoría de los peces en esta área, y se han hecho experimentos en que se ha demostrado que peces de otros partes donde no existen camarones mondadores, se comen a éstos sin vacilar. Parece que tienen buen sabor.

Ningún evolucionista se atrevería a sugerir que los peces transmiten el conocimiento del valor de estos camarones a sus crías. El camarón mondador podría encontrar alimento en cualquier otra parte pero entonces los peces sufrirían si así fuera el caso. Nunca he visto un modelo funcional que haya sido diseñado por algún evolucionista para tratar de explicar este fenómeno.

La realidad es que cualquier esfuerzo de explicar tales relaciones simbióticas como puros accidentes o proponer un cálculo de probabilidades requiere asumir a una posición insostenible. El número de proposiciones sería astronómica y la base para las hipótesis carecería de apoyo alguno.

Si aceptamos la idea de que la actividad entre el pez y el camarón es determinada genéticamente por un Dios que así lo ha diseñado, entonces todos estos problemas desaparecen.

Podemos saber que existe un Dios porque él se ha revelado: "Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifiesto. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa" (Romanos 1.19, 20).

Ciertamente el diseño manifestado en la "simbiosis" demuestra la verdad de esa declaración.
John N. Clayton

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