La Cuaresma es un tiempo propicio para vivir con María, la Madre de Dios, una experiencia de conversión y de renovación espiritual.
Por: Redacción | Fuente: Catholic.net
La Cuaresma es un tiempo de gracia y conversión, en el que nos preparamos para
celebrar el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Es también
una oportunidad para renovar nuestra fe y nuestro compromiso cristiano,
siguiendo el ejemplo de María, la Madre de Dios, que nos acompaña y nos guía en
este camino.
MARÍA, LA MADRE DE DIOS Y NUESTRA MADRE
María es la Madre de Dios, porque
dio a luz al Hijo de Dios hecho hombre. Esta es una verdad fundamental de
nuestra fe, que fue proclamada solemnemente por el Concilio de Éfeso en el año
431, ante la herejía que negaba la divinidad de Cristo. Pero María es también
nuestra Madre, porque nos ha sido dada por Jesús en la cruz, cuando le dijo al
discípulo amado: «He ahí a tu madre» (Jn
19,27). Desde entonces, María nos acoge como hijos suyos y nos cuida con amor
maternal.
MARÍA, LA MUJER DE LA ESPERANZA
María es la mujer de la
esperanza, porque confió plenamente en la palabra de Dios y en su plan de
salvación. Ella dijo «sí» al ángel que le
anunció que sería la Madre del Salvador, sin saber cómo se realizaría ese
misterio. Ella acompañó a Jesús en su vida pública, compartiendo sus alegrías y
sus dolores. Ella estuvo al pie de la cruz, sufriendo con su Hijo y
ofreciéndolo al Padre. Ella esperó con los apóstoles la venida del Espíritu
Santo, que la llenó de gracia y de fortaleza. Ella nos enseña a esperar contra
toda esperanza, a creer en el poder de Dios que actúa en la historia y a
confiar en su misericordia que nos perdona y nos salva.
MARÍA, LA MADRE DE LOS QUE SUFREN
María es la madre de los que
sufren, porque conoce el dolor y la angustia de ver a su Hijo crucificado. Ella
es la primera de los mártires, que dieron testimonio de su fe con la sangre.
Ella es la consoladora de los afligidos, que intercede por nosotros ante su
Hijo y nos asiste con su compasión. Ella es la madre de los pobres, de los
enfermos, de los perseguidos, de los marginados, de los que no tienen paz. Ella
es la madre de la Iglesia, que la venera y la invoca como Madre de Dios y Madre
nuestra.
MARÍA, LA DISCÍPULA FIEL
María es la discípula fiel,
porque escuchó la palabra de Dios y la guardó en su corazón. Ella meditaba todo
lo que acontecía en su vida y en la de su Hijo, buscando comprender el sentido
de la voluntad divina. Ella obedeció a Dios en todo momento, incluso cuando no
entendía o cuando le costaba aceptar su designio. Ella siguió a Jesús hasta el
final, sin abandonarlo ni negarlo. Ella fue la primera en recibir el Evangelio
y la primera en anunciarlo, como lo hizo en la visitación a su prima Isabel.
Ella nos enseña a ser discípulos de Cristo, a escuchar su palabra, a cumplir su
voluntad, a seguir sus pasos y a anunciar su mensaje.
MARÍA, LA MODELO DE SANTIDAD
María es el modelo de santidad,
porque fue concebida sin pecado original y vivió siempre en gracia y en
comunión con Dios. Ella fue la llena de gracia, la agraciada por Dios, la que
halló gracia ante sus ojos. Ella fue la inmaculada, la sin mancha, la toda santa.
Ella fue la que cooperó con Dios en la obra de la redención, ofreciendo su vida
y su maternidad al servicio del plan divino. Ella fue la que fue asunta al
cielo en cuerpo y alma, coronada como reina y señora de toda la creación. Ella
nos enseña a ser santos, a vivir en gracia y en amor, a cooperar con Dios en su
proyecto de salvación, a aspirar a la gloria celestial y a venerarla como
nuestra reina y madre.
MARÍA, LA ESTRELLA DE LA NUEVA
EVANGELIZACIÓN
María es la estrella de la nueva
evangelización, porque nos muestra el camino para anunciar a Cristo al mundo de
hoy. Ella nos invita a acoger el Evangelio con fe y alegría, a vivirlo con
coherencia y testimonio, a compartirlo con audacia y creatividad, a dialogar
con respeto y caridad, a servir con humildad y generosidad. Ella nos anima a
ser misioneros, a salir al encuentro de los que no conocen a Cristo o se han
alejado de él, a ofrecerles la buena noticia de su amor y de su salvación. Ella
nos acompaña en la misión, nos protege con su manto, nos ilumina con su luz,
nos inspira con su ejemplo, nos sostiene con su oración.
REZAR CON MARÍA EN CUARESMA
La
Cuaresma es un tiempo propicio para vivir con María, la Madre de Dios, una
experiencia de conversión y de renovación espiritual. Ella nos ayuda a preparar
nuestro corazón para celebrar el misterio pascual de su Hijo, que nos ha amado
hasta el extremo y nos ha dado la vida eterna. Ella nos muestra el camino de la
fe, de la esperanza, del amor, de la santidad y de la misión. Ella nos invita a
rezar con ella el Avemaría, la oración más sencilla y más profunda, que resume
todo el Evangelio y toda la Cuaresma: Santa
María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte. Amén.
¿CÓMO VIVIR LA CUARESMA CON MARÍA EN EL DÍA A DÍA?
EN TU VIDA PERSONAL, puedes imitar a María en su fe, su esperanza y su amor, rezando con ella el rosario, meditando la palabra de Dios, ofreciendo tus sufrimientos y tus alegrías al Señor, practicando las obras de misericordia y buscando la santidad en lo cotidiano.
·
EN TU FAMILIA, puedes
honrar a María como la Madre de Dios y tu Madre, consagrándole tu hogar,
celebrando sus fiestas, pidiéndole su protección y su intercesión, imitando sus
virtudes de humildad, de obediencia, de servicio y de unidad, y fomentando el
amor y el respeto entre los miembros de tu familia.
·
EN TU TRABAJO, puedes
seguir el ejemplo de María en su colaboración con el plan de Dios, realizando
tu labor con responsabilidad, con profesionalidad, con creatividad y con
alegría, siendo testimonio de Cristo con tu palabra y con tu obra, siendo
solidario con tus compañeros y con los más necesitados, y dando gracias a Dios
por el don de tu trabajo.
·
EN LA ESCUELA, puedes
aprender de María en su sabiduría y en su docilidad al Espíritu Santo,
estudiando con esfuerzo, con interés, con curiosidad y con apertura,
participando activamente en las clases y en las actividades, respetando a tus
profesores y a tus compañeros, y aprovechando las oportunidades de formación y de
evangelización que se te presenten.
(Reflexión
basada en la homilía del Papa Francisco en la Solemnidad de la Madre
de Dios 2023).
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