Había entre los fariseos un hombre, llamado Nicodemo, judío influyente.
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net
Entre los más conmovidos por los sucesos de aquellos días estaba un fariseo,
magistrado del Sanedrín, -llamado Nicodemo-, que acudió a ver a Jesús de noche
por temor a sus compañeros que se habían opuesto a Jesús.
"Había entre los fariseos un hombre, llamado Nicodemo, judío
influyente. Este vino a él de noche y le dijo: Rabbí, sabemos que has venido de
parte de Dios como Maestro, pues nadie hace los prodigios que tú haces si Dios
no está con él" (Jn).
El clima de la conversación es afable y respetuoso, pero al mismo tiempo
exigente. Sus compañeros fariseos se han declarado pronto contrarios a Jesús, a
pesar de hechos patentes como los milagros y la autoridad con que Él hablaba.
Se imponía la necesidad de una conversación sincera, sin discusiones apasionadas,
con buena voluntad, y llegando al fondo, para aclarar la cuestión.
¿ES EL MESÍAS?
El dilema era clave, y no admitía dilación ¿era Jesús realmente el
Mesías, o no? Admite que es Maestro, pues lo ha oído; también acepta que ha
venido de parte de Dios, pues ha visto los milagros; pero, ¿es posible llegar más lejos? Ahí radica su duda y
su búsqueda cautelosa. La introducción está llena de respeto y delicadeza, pero
Jesús supera de inmediato las amabilidades corteses, y va a lo hondo; necesita
golpear con fortaleza para ver si sus palabras son sinceras, o son suaves por
fuera, y falsas por dentro. Jesús contestará a Nicodemo en dos niveles: primero
hablando de una vida nueva, luego, cuando ve que no entiende, eleva su mirada
haciéndole comprender que su ciencia era muy poca y que necesita humildad para
entender las verdades divinas.
LA RESPUESTA DE JESÚS
Así fue la respuesta del Señor: "En
verdad, en verdad te digo que si uno no nace de nuevo, no puede ver el Reino de
Dios". Jesús centra su
respuesta en la salvación que ha venido a traer. La nueva vida es una victoria
sobre el pecado y un participar en la misma vida de Dios. Ante un sabio se
puede expresar con profundidad. No se trata sólo de cumplir la ley, sino de
vivir una nueva vida, que viene de lo alto y que -a la vez permite cumplir la
ley- elevando a la vida divina. Es lo que luego los cristianos llamaremos la
filiación divina, que nos consigue la gracia santificante y realiza una
auténtica participación en la vida divina de una manera soberana.
NICODEMO NO ENTIENDE Y JESÚS
LE ACLARA
Nicodemo no entiende la respuesta del Señor pues responde: "¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?
¿Acaso puede entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?". Es
patente la dificultad de Nicodemo para entender las palabras espirituales de
Jesús; su interpretación es humana. Quizá, pensaba en las objeciones a la
reencarnación defendida por los hindúes en el lejano Oriente y por los órficos,
los pitagóricos y casi todos los grandes filósofos griegos en Occidente. La intervención
parece la típica de un intelectual acostumbrado a la discusión y defensor de la
unidad del ser humano. Lo seguro, es que no entiende que se pueda dar un nuevo
nacimiento eterno y espiritual.
LA PREFIGURACIÓN DEL BAUTISMO
Jesús se lo aclara a través de ejemplos. "En verdad, en verdad te digo que si uno no nace del agua y del
Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, carne es;
y lo nacido del Espíritu, espíritu es. No te sorprendas de que te he dicho que
es preciso nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no
sabes de dónde viene ni a dónde va, así es todo nacido del Espíritu" (Jn). Cristo habla a Nicodemo de algo que él
conocía bien: el bautismo de Juan realizado con agua. Este bautismo era un
símbolo a través del cual movía a penitencia a los que se acercaban a él; les
movía a arrepentirse de sus pecados. Pero el Maestro añade algo nuevo: la
acción de Espíritu. Dios concederá con el nuevo bautismo el perdón pedido, y lo
hace al modo divino, ya que no sólo perdona el pecado, sino que, además, eleva
al hombre a la vida divina. La respuesta va precisando lo que quiere decir
Jesús con la imagen del nuevo nacimiento.
Pero Nicodemo continúa sin entender "¿Cómo
puede ser esto?". Entonces Jesús
emplea unas palabras aparentemente duras. Le dice "¿Tú eres
maestro de Israel y lo ignoras?". Es como decirle: ya ves que no basta toda tu ciencia de maestro de Israel,
ni siquiera tu buena voluntad; es necesario superar una barrera nueva. Jesús
está llamando ignorante a uno de los sabios del momento. Estas palabras
podían ser recibidas mal por Nicodemo; y hubiera podido contestar con
arrogancia que él era sabio oficial, mientras que Jesús era un artesano sin
estudios que no ha frecuentado ninguna de las grandes escuelas de Israel: sería la reacción del orgullo. Pero Nicodemo no
incurre en ella, porque busca sinceramente la verdad; le pesa demasiado el
fardo de las interpretaciones sin vida, muy eruditas quizás, pero muertas, o
poco espirituales; sabe que ese modo de pensar le frena para poder entender.
EL ANUNCIO DE LA CRUZ
Jesús le aclarará que ahí está la raíz del rechazo de sus amigos
fariseos y del conjunto del Sanedrín. Necesitan convertirse con humildad y
rechazar el pecado: "En verdad, en
verdad te digo que hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que
hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os he hablado de cosas
terrenas y no creéis, ¿cómo ibais a creer si os hablara de cosas celestiales?
Pues nadie ha subido al Cielo, sino el que bajó del Cielo, el Hijo del Hombre.
Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea
levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea tenga vida eterna en
él" (Jn). Así, veladamente Cristo le señala el sacrificio
que se realizará en la cruz, pero Nicodemo ahora no puede entender estas cosas.
Las dificultades con las que se va a enfrentar Jesús son más fuertes que las
cuestiones de dinero o de poder; se trata de cuestiones de fe, que toca las más
hondas caras del pecado. De momento, Nicodemo escucha.
LA CONVERSIÓN
http://catholic.net/file/ver.php?id=9922Jesús le aclara en qué consiste
la conversión y la salvación que ha venido a traer: "Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo
Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida
eterna. Pues Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para
que el mundo se salve por él. El que cree en él no es juzgado; pero quien no
cree ya está juzgado, porque no cree en el nombre del Hijo Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que vino la luz al mundo y los hombres amaron más las
tinieblas que la luz, ya que sus obras eran malas. Pues todo el que obra mal
odia la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprobadas. Pero el
que obra según la verdad viene a la luz, para que sus obras se pongan de
manifiesto, porque han sido hechas según Dios" (Jn)
Ante Nicodemo, Jesús se manifiesta como Maestro que habla con autoridad.
Dialoga, pero desde el que sabe que posee toda la verdad y la manifiesta
poniéndose a su nivel de su interlocutor. Jesús es doctor de una nueva verdad
que puede ser aceptada por los hombres de buena voluntad se encuentre en el
nivel que se encuentren. Jesús, con Nicodemo, puede hablar con profundidad y
decir que lo que viene a traer es más que una reforma moral, se trata de un
descendimiento de la vida de Dios a los hombres. Dios ama tanto a los hombres
que quiere liberarlos del pecado e incorporarlos a una unión viva con Él. Jesús
ha desvelado un poco el modo de realizar esa gran obra, al hablar de la serpiente
elevada en el desierto, la cruz se apunta pero aún no se palpa ese exceso de
amor de Dios por los hombres. Sin embargo, Nicodemo puede captar, mejor que la
mayoría de los suyos, la grandeza de lo que está sucediendo ante sus ojos.
Creer en ello es un obsequio de su libertad.
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