ANA MARTÍNEZ REPITE JACULATORIAS ENTRE PIPETAS: «CONOCER LA NATURALEZA ES UN MANDATO PARA MÍ»
Hay dos cosas que llaman especialmente la atención
en su laboratorio: los iconos de Jesucristo y la Virgen María de estilo
bizantino, y las fotografías de su familia numerosa.
"Entre tubos
de ensayo, pipetas y disoluciones químicas; así transcurre la jornada laboral
de la doctora Ana Martínez", comienza diciendo una
interesante entrevista a esta científica,
madre de familia numerosa, abuela y católica. Revista Misión la
publica en su último número.
Ana Martínez tiene siete hijos,
trabaja en el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) e investiga junto a un equipo las posibles curas de la ELA, una
enfermedad "muy cruel, pero que tiene
esperanza".
SUS
"OTROS COMPAÑEROS" DE LABORATORIO
"Es verdad que
no hay una cura, pero nosotros investigamos una proteína que es capaz de frenar
el desarrollo en modelos animales. Hay un fármaco pensado para otra enfermedad
que hemos demostrado que funciona contra la ELA, sólo hay que
probarlo en personas", comenta Ana.
La ELA afecta en España a cerca
de 4000 personas, cada año mueren 1000 y fallecen otros tantos de esta
enfermedad. Cifras realmente importantes que algunos
consideran insuficientes como para implementar una ley o para encontrarle una solución
médica.
En el laboratorio de Ana "hay dos cosas que llaman especialmente la
atención: los iconos de Jesucristo y la Virgen María de estilo bizantino,
y las fotografías de su familia numerosa", dice el reportaje de
Misión.
A la pregunta de cómo ha logrado
conciliar todo, responde: "Con paciencia,
organización y el apoyo de mi marido". Ana tiene siete hijos –cuatro casados, una religiosa y otros dos aún
en casa– pero además tiene ocho nietos y dos más en camino.
Ana lleva 37 años casada y
conoció a su marido, José, cuando era joven. Tuvieron un noviazgo de algo más
de seis años, que sentó las bases sólidas de lo que hoy es su matrimonio.
Recibió la fe en su familia, pero fue estando con José cuando tuvo un encuentro mucho más personal y cercano con Dios.
"La vida de
Ana significa tres cosas: fe, familia y laboratorio. Ella ha
conseguido conjugarlas a la perfección, ya que ha mantenido su fe y su familia
a la vez que se convertía en uno de los grandes referentes mundiales en la
lucha contra la ELA", dice la revista.
De hecho, la investigadora
asegura que la ciencia le ha ayudado a acercarse todavía más a Dios: "Siento que es un mandato que tengo; conocer la
naturaleza, las enfermedades, la biología… Es la vocación que el Señor me ha
dado y, a la vez, la forma de demostrarme que realmente existe. La
ciencia me convence cada día de que Dios es verdad, porque cuanto más veo lo
organizado que está todo, a medida que bajo a la pequeñez y analizo todo a
vista de microscopio, me doy cuenta de que todo es perfecto, que es imposible
que esté hecho por azar. Eso te confirma la existencia de un Creador".
"Encontrar la
solución para esta enfermedad o tratamientos eficaces para otras dolencias
neurodegenerativas se ha convertido para mí en un objetivo vital", confiesa. Solo el 6 % de las familias españolas puede pagar los cuidados que requieren esta enfermedad en la fase
final. No hay ayudas,
y este coste, que puede ascender a más de 60.000 euros al año, lo asume por
entero el paciente.
Seguir viviendo se puede
convertir en una ruina, por lo que muchos enfermos rechazan
someterse a la traqueotomía, que es la única opción para alargar su vida
conectado a un respirador. Otros, además, optan directamente por la eutanasia,
que se ofrece como alternativa para no endeudar a sus familias.
Algo que se suma al déficit
inmenso que hay en cuidados paliativos. En España mueren cada año 80.000 personas sin recibir los cuidados paliativos que
necesitan. "Lucho por
la vida, sin duda. Ofrezco mi investigación de cada día para gloria de
Dios", dice Ana, que repite jaculatorias a lo largo del día, en el
laboratorio y entre disoluciones químicas.
"'Señor, ayúdame',
suelo decir", relata. La pasión con la que
habla de su trabajo es sorprendente. "Después
de mi primera baja maternal estuve a punto de plantarme. Me parecía difícil
asumir el ritmo de la investigación, pero fue precisamente mi
marido quien me convenció de volver al laboratorio. Ahora le doy las
gracias", recuerda.
Aún así, no ha sido nada fácil,
muchas veces se ha sentido como "una
malabarista de circo” intentando llegar a todo. "Hemos
sido un gran equipo", cuenta. Ana ni siquiera en las bajas maternales
se desconectaba por completo: "Llamaba a
los doctorandos para saber cómo iban,
incluso algunos se venían a mi casa y yo les apoyaba".
Asegura que su truco es aunar sus
grandes pasiones: la familia, la ciencia, el voluntariado… "Hemos hecho pastoral familiar en cursos de
preparación para el matrimonio y actualmente participo en el Proyecto
Raquel de acompañamiento a mujeres que han abortado", responde.
"Todo es cuestión de organizarse. Si me
sobra alguna hora, suelo ir a cantar en un coro", concluye.
La ELA
es una enfermedad mortal para la que no existe una cura, va paralizando poco a poco los músculos del cuerpo y la esperanza de vida
va de tres a cinco años. En 2022, Ana recibió el Premio Nacional de
Investigación Juan de la Cierva por sus aportaciones en el campo del diseño y
desarrollo de fármacos para enfermedades neurodegenerativas e infecciosas.
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