viernes, 15 de marzo de 2024

LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO, UNA AMENAZA PARA LA HUMANIDAD Y LA VOCACIÓN

La vida de cada uno de nosotros, sin excepción, no es un accidente; nuestra existencia en el mundo no es un mero fruto del azar.

Por: Redacción | Fuente: Catholic.net

EL ENCUENTRO ENTRE HOMBRES Y MUJERES

Es muy importante que exista este encuentro, este encuentro entre hombres y mujeres, porque hoy «el peligro más feo es la ideología de género, que anula las diferencias. Esta ideología pretende borrar las distinciones naturales y complementarias entre el hombre y la mujer, y hacer que todo sea igual. Pero borrar la diferencia es borrar la humanidad. El hombre y la mujer, sin embargo, se encuentran en una fructífera “tensión” que los enriquece y los llama a una comunión de amor».

UNA NOVELA PROFÉTICA

Estas palabras son del Papa Francisco, que en una reciente audiencia general recordó haber leído una novela de principios del siglo XX, escrita por el hijo del arzobispo de Canterbury: El Señor del Mundo. La novela habla del futuro y es profética, porque muestra esta tendencia a borrar todas las diferencias. Es interesante leerla, si tienes tiempo, porque existen estos problemas de hoy; ese hombre era un profeta.

LA VIDA COMO VOCACIÓN

El Papa también invitó en esa audiencia a los participantes de la conferencia internacional: "Hombre-Mujer imagen de Dios", a redescubrir la belleza de la vida del ser humano como una vocación. No lo olvidemos: la dimensión antropológica, que subyace a toda llamada en el seno de la comunidad, tiene que ver con una característica esencial del ser humano como tal: es decir, que el hombre mismo es vocación. Cada uno de nosotros, tanto en las grandes elecciones que atañen a un estado de vida, como en las numerosas ocasiones y situaciones en las que se encarnan y toman forma, se descubre y se expresa como llamado, como vocación, como persona que se realiza en escuchar y responder, compartir el propio ser y los propios dones con los demás para el bien común.

LA IDENTIDAD EN RELACIÓN

Este descubrimiento nos saca del aislamiento de un ego autorreferencial y nos hace mirarnos como una identidad en relación: existo y vivo en relación con quien me generó, con la realidad que me trasciende, con los demás y con el mundo que me rodea, en relación con el cual estoy llamado a abrazar con alegría y responsabilidad una misión específica y personal. Esta verdad antropológica es fundamental porque responde plenamente al deseo de realización y felicidad humana que vive en nuestros corazones.

EL RIESGO DE LA REDUCCIÓN MATERIALISTA

En el contexto cultural actual tendemos a veces a olvidar u oscurecer esta realidad, con el riesgo de reducir al ser humano a sus únicas necesidades materiales o primarias, como si fuera un objeto sin conciencia y sin voluntad, simplemente arrastrado por la vida como parte de un engranaje mecánico. Y en cambio el hombre y la mujer son creados por Dios y son imagen del Creador; es decir, llevan en sí un deseo de eternidad y de felicidad que Dios mismo ha sembrado en sus corazones y que están llamados a realizar mediante una vocación específica.

LA SANA TENSIÓN INTERNA

Por eso vive en nosotros una sana tensión interna que nunca debemos sofocar: estamos llamados a la felicidad, a la plenitud de vida, a algo grande a lo que Dios nos ha destinado. La vida de cada uno de nosotros, sin excepción, no es un accidente; nuestra existencia en el mundo no es un mero fruto del azar, sino que somos parte de un proyecto de amor y estamos invitados a salir de nosotros mismos y hacerlo realidad, para nosotros y para los demás.

LA MISIÓN COMO NATURALEZA

Por eso, si es cierto que cada uno de nosotros tiene una misión, es decir, estamos llamados a ofrecer nuestra propia contribución para mejorar el mundo y configurar la sociedad, siempre me gusta recordar que no es una tarea externa encomendada a nuestras vidas, sino de una dimensión que involucra nuestra propia naturaleza, la estructura de nuestro ser hombre-mujer a imagen y semejanza de Dios: no sólo se nos ha confiado una misión, sino que todos y cada uno de nosotros somos una misión.

(El presente artículo tiene como base el mensaje del Papa Francisco dirigido en italiano a los participantes del congreso mencionado).

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