UN CASO QUE RECUERDA AL DE SAN PABLO: NO HAY CABALLO, PERO SÍ UN BUEN SAMARITANO
El joven vietnamita Ho Ca Dau descubrió el
cristianismo al que perseguía a través de la caridad actuante de sus fieles.
El caso de Ho Ca Dau, de 27 años, que se dedicaba a perseguir
cristianos y ahora está recibiendo catequesis para ser bautizado en la Iglesia
católica, se parece lo suficiente a la conversión de San
Pablo como para que
no sea descabellado hacer la comparación. Hay diferencias también: a Saulo fue Dios directamente quien le derribó del
caballo y le habló. El joven vietnamita necesitó algo más de tiempo y
hubo participación humana. Es una historia que ha recogido UCA
News.
COMUNISMO
ACTIVO, DE PADRE A HIJO
Ho nació en una familia con tres hermanos perteneciente a los Bru-Van Kieu (uno de los
54 grupos étnicos del país), en la provincia de Quang Tri, en el centro del
país. Fue la zona fronteriza entre Vietnam del Norte y Vietnam del Sur
durante la guerra de 1955-1975, y escenario de durísimos combates. Allí se
encuentra asimismo el santuario mariano de La Vang,
la advocación que une a todos los católicos vietnamitas.
La festividad de la Asunción
en La Vang en 2019.
En el pueblo donde creció Ho, los
cristianos son considerados una “fuerza
reaccionaria” que lucha contra el gobierno, que sigue siendo hoy
comunista aunque haya una cierta relajación que haya permitido la apertura de relaciones con la Santa
Sede. El propio padre
de Ho, soldado y miembro del Partido, le transmitió que las fuerzas
religiosas, como el cristianismo, abusan de los nativos y sabotean las causas
del gobierno revolucionario. “No hay Dios en
el mundo y los hombres lo
pueden conseguir todo”, le enseñaba.
Así que Dau estudió en una
escuela pública y no tardó en unirse a la Unión de la
Juventud Comunista, que lleva en
su nombre el de Ho Chi Minh, presidente
comunista de Vietnam entre 1945 y 1969. Cuando completó sus estudios
secundarios en 2015, se apuntó como miliciano voluntario para mantener el orden y la seguridad.
Deseoso de hacer méritos y
agradar a sus superiores, se consagraba con esmero a “seguir,
fisgonear y espiar” a las
personas que llegaban de fuera. En particular, a los comerciantes que traían pescado
seco, azúcar, leche, aceite, ropa y… ordenadores portátiles.
“Sospechaba
que difundían ilegalmente el catolicismo y el protestantismo, y
les acusaba de poner en peligro la seguridad colectiva”, reconoce. En 2016 consiguió
la detención de cinco de ellos durante veinticuatro horas "por llevar cruces y Biblias en su
equipaje”. Para Dau, la cruz era una fuerza del “mal”,
e impedía activamente que los católicos se reuniesen
para rezar.
LOS
BUENOS SAMARITANOS
Así pasaron varios años, y quizá
nada habría cambiado si a su padre no le hubiesen diagnosticado en 2022
un cáncer de hígado. Tuvieron que vender
todas sus cabezas de ganado para pagar el tratamiento en el hospital.
La familia se quedó en una
situación muy comprometida. Y resultó que quienes les prestaron ayuda material
y emocional hasta la muerte de su padre fueron algunos católicos de la zona, entre ellos los cinco que
habían sido denunciados años
atrás por Ho.
Además, los cultivos que tenían
se estropearon, y Ho cayó en la pobreza.
Tuvo que empezar a ganarse a duras penas la vida transportando
paquetes en bicicleta en la
ciudad de Dông Hà.
“Un día”, cuenta, “me desmayé de hambre y me quedé tirado en la cuneta. Un católico que
pasaba por allí me llevó al hospital y abonó el coste de mi estancia”. Estuvo
tres días ingresado y le diagnosticaron un trastorno
vestibular e hipotensión.
Acababa de vivir en primera
persona la parábola del buen samaritano. En este caso, el buen samaritano real
fue, Thaddeus Vu Duc Vinh, perteneciente al
grupo caritativo de una parroquia, quien no se limitó a esa ayuda, sino
que le acogió en
su casa y le ayudó a comprar una motocicleta de
segunda mano y a sacarse la licencia de
conducir. Con ello empezó a trabajar como moto-taxista,
con un sueldo mucho mayor al que tenía. Thaddeus le define como “un hombre honrado y trabajador con los
pies en el suelo”.
El contacto con los católicos, a
quienes tanto había perseguido, suscitó en Dau el interés por el catolicismo, y
poco a poco empezó a unírseles en alguna oración nocturna y en la misa dominical. Se
sentía en deuda con ellos por su amor y su apoyo: “Quería
rezar a Dios para que les
bendijera”, explica.
Este cambio en Ho no sentó bien a
sus parientes, que se enfadaron con él y empezaron a evitarle. Uno de sus tíos se
burlaba, acusándole de ir con los católicos solo para que le diesen de comer.
Ho replicaba, ahora que se había desecho de sus viejos prejuicios, que eran “buenos ciudadanos” que compartían sus bienes con los demás: “Ni abusan de la religión ni incitan a la gente contra el
gobierno”, alegaba.
ONCE
CATECÚMENOS EN LA PARROQUIA
Dau será bautizado la próxima Vigilia Pascual. Desde hace cuatro
meses acude tres días por semana a la parroquia para las lecciones de catecismo
que imparte el hermano redentorista Andrew Nguyen Dinh Toai.
Éste afirma que Ho es muy
activo, plantea las dudas que tiene y atiende a misa con frecuencia “para fortalecer su fe”.
Recibirán el sacramento once
catecúmenos, que acompañan a Ho en las clases. Ocho quieren entrar en la
Iglesia para contraer matrimonio con su pareja católica, pero Ho y otros dos
son conversos sin otra motivación que haber descubierto la verdad. La parroquia forma
anualmente una media de seis catecúmenos.
El padrino de bautismo de Ho
será, cómo no, su buen samaritano, Taddheus. Y el joven está “feliz” ante el acontecimiento: “Soy feliz porque voy a poder llevar una
vida plena de sentido y hacer, como católico, cosas útiles por
los demás… Una vez que sientes la presencia de Dios en tu corazón, no
temes a nada en el mundo”.
Por eso su lema para empezar su
vida cristiana es
“ama a tus enemigos y reza por quienes
te persiguen”. Quizá intuye que su conversión se debe precisamente
a que alguien rezó por él cuando era un Saulo a punto de ser derribado.
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