Son llaves que vienen de Dios que abren y cierran el acceso al Reino de los cielos, llaves de misericordia.
Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Las
llaves sirven para cerrar y para abrir. Dejan pasar o lo impiden. Liberan o
encarcelan.
También en la Iglesia hay llaves. Pedro las
recibió del mismo Cristo: las llaves del Reino de
los cielos.
"A ti te daré las
llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los
cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt
16,19).
¿Qué tipo de llaves tiene
Pedro? Son llaves que vienen de Dios y sirven para los
hombres. Son llaves que abren y cierran el acceso al Reino de los cielos. Son
llaves de misericordia.
Con esas llaves la Iglesia católica, durante
siglos, ha buscado abrir el tesoro de la salvación a todos los hombres. No
porque la Iglesia tenga unos privilegios especiales, sino porque simplemente
quiere cumplir la misión que Cristo le ha encomendado.
Cuando el corazón siente el peso de sus pecados,
cuando el cansancio de la lucha lleva al desaliento y al miedo, cuando el
diablo susurra que no podremos cambiar, podemos mirar ante nosotros y ver una
puerta abierta: es la puerta de la misericordia.
Cristo vino al mundo para eso: para anunciar el Reino, para predicar la conversión, para
sacrificarse y abrirnos el cielo, para mostrarnos el rostro misericordioso del
Padre.
La Iglesia recibe de Cristo unas llaves
maravillosas. Con la mirada puesta en la Cruz y en la mañana de Pascua, tenemos
la certeza de la victoria del Buen Pastor, de Aquel que es la verdadera Puerta
para las ovejas: "si uno entra por mí, estará
a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto" (Jn 10,9).
El banquete está preparado. Las llaves han
abierto la puerta. Hay que vestirse con traje de bodas (buenas obras) y
llenarnos de esperanza. "Alegrémonos y
regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su
Esposa se ha engalanado y se le ha concedido vestirse de lino deslumbrante de
blancura - el lino son las buenas acciones de los santos" (Ap
19,7‑8; cf. Mt 22,11).
Pedro, ¿pesan las
llaves? No te preocupes. Cristo ha rezado por ti. Confía y abre. Mira a
tu Maestro y camina. Con tus lágrimas y tu humildad, grita y recuerda al mundo que
el Señor nos ha preparado un lugar en los cielos, junto a su Padre, para
siempre (cf. Jn 14,3).
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