EN EL MATRIMONIO ES A TRAVÉS DEL CÓNYUGE, EXPLICA EL TEÓLOGO FÉLIX DEL VALLE
EL CELIBATO UNE ESPONSALMENTE AL SACERDOTE A CRISTO
DE MANERA DIRECTA.
Félix del
Valle Carrasquilla, miembro
de Escritores.red, es
sacerdote de la archidiócesis de Toledo, profesor en su seminario mayor y en
el Instituto
Teológico San Ildefonso y
autor de diversas obras sobre teología espiritual.
La última de ellas, Quise
desposaros con un único Esposo (Monte Carmelo) es un
ensayo sobre la vida cristiana como relación esponsal con Jesucristo y sobre la
virginidad y el celibato.
-¿NO
ES ALGO EXTRAÑO PRESENTAR LA VIDA CRISTIANA COMO RELACIÓN ESPONSAL CON
JESUCRISTO O, DICHO DE OTRO MODO, PRESENTAR A JESUCRISTO COMO EL ESPOSO DE
TODOS LOS CRISTIANOS?
-Puede resultar extraño, pero en
realidad no lo es: Jesucristo mismo se presenta como
el Esposo, el Verbo hecho Hombre.
Tal vez se esté más acostumbrado a pensarlo como algo exclusivo de las
religiosas, en cuanto mujeres y vírgenes; pero en realidad es lo propio de todo
cristiano y de todas las vocaciones cristianas. Me parecía que podía ser muy
conveniente tratar de aportar alguna luz al respecto. Porque la Palabra de Dios
y el Magisterio de la Iglesia, como intento mostrar en el libro, no pueden ser
más explícitos. De
ahí la frase de San Pablo que da título al libro, una frase dirigida a
todos los cristianos de todas las condiciones y vocaciones: "Quise desposaros con un único Esposo".
-DICE
QUE LA RELACIÓN ESPONSAL CON JESUCRISTO NO ES EXCLUSIVA DE LAS RELIGIOSAS, SINO
QUE CORRESPONDE TAMBIÉN A LOS VARONES, ASÍ COMO A LOS CASADOS...
-Sí. Entiendo que puede sonar
algo raro para algunos hablar de Jesucristo como Esposo también para los
varones; pero esa es la Revelación del Nuevo Testamento. Los santos y el
Magisterio de San Juan Pablo II lo exponen. Y tenemos también el testimonio
de los Santos Padres, que nos aseguran que así se vivió desde el principio en
la Iglesia: muchos varones, además de muchas mujeres, se sintieron llamados a
la virginidad y la entendieron como relación esponsal con Jesucristo.
»Pero es así también
para los casados. El matrimonio,
según las palabras de San Pablo en la Carta a los Efesios, es un sacramento del
desposorio de Jesucristo con la Iglesia. La Iglesia no es una entelequia
abstracta sino el Cuerpo Místico de Jesucristo,
formado por cada uno de sus miembros, es decir, de los que se dejan poseer e
incorporar por Él. El desposorio de Jesucristo con la Iglesia es su desposorio
con cada cristiano. El matrimonio, como intento iluminar en el libro, es una
mediación sacramental, es decir, es una unión con Jesucristo Esposo a través de la mediación del propio cónyuge; mientras que la
virginidad y el celibato son una unión inmediata con Jesucristo Esposo.
-¿DISTINGUE
LA VIRGINIDAD DEL CELIBATO?
-Se distinguen por su vinculación
al sacramento del orden sacerdotal, haciendo promesa de celibato, o por su
profesión al abrazar la vida religiosa, haciendo voto de virginidad. Pero
interiormente, en sus actitudes y en su vivencia, es esencialmente lo mismo: una unión inmediata con Jesucristo en
el nivel afectivo esponsal, asumiendo la totalidad de la personalidad, como
sucede en toda relación esponsal.
-SE
OYE HABLAR MUCHO AHORA SOBRE EL CELIBATO Y ALGUNOS HACEN OÍR CON FUERZA SU
OPINIÓN DESFAVORABLE...
-San Juan Pablo II escribió, en
su exhortación apostólica sobre la formación sacerdotal, que es esencial que
los candidatos al sacerdocio comprendan las razones que vinculan el celibato al
sacerdocio. El celibato sacerdotal no es una imposición arbitraria, ni está
fundado en una concepción pecaminosa de la sexualidad, ni es una imposición
medieval –como dicen algunos–. En el libro intento exponer la vinculación ontológica entre al sacerdocio y el celibato, que
ilumina su grandeza y el sentido místico de su vivencia.
-¿QUÉ
DISTINGUE LA CASTIDAD DE LA VIRGINIDAD?
-Aunque a veces se empleen los
términos como sinónimos, en sí se refieren a algo distinto. La castidad es
una virtud moral que
todo cristiano –y todo hombre– está llamado a vivir, de manera distinta según
sea su vocación personal: una es la castidad de los casados y otra la de las
vírgenes y los célibes. Pero la virginidad –y el celibato– es una unión esponsal inmediata con
Jesucristo, sin la mediación de un cónyuge que lo represente, que lo haga
sensible.
-SE
REFIERE EN SU LIBRO A TRES CONDICIONES PARA VIVIR LA VIRGINIDAD...
-La primera, como dice
claramente Jesucristo, es que Él llame a vivirla y, por lo tanto, conceda el don y la gracia: si no, es imposible. "No todos pueden con esto,
sólo aquellos que han recibido este don". La virginidad no es un
compromiso humano sino un don divino.
Félix del Valle explica
en su obra que la unión esponsal con Cristo está en la Revelación y es para
todos los cristianos.
»La segunda es que se
tenga una fe adulta, viva, que haga que Jesucristo y su
amor esponsal se perciban como reales, no como unas ideas abstractas o vagas;
es preciso que, por la fe viva, se pueda tener experiencia del amor esponsal de
Jesucristo, de su presencia, de su consuelo, de su comprensión…
»La tercera es la madurez
afectiva y sexual. A ella dedico la segunda parte
del libro. Me parecía que había que concretarla lo más posible, pues a veces
tengo la impresión de que se habla de esta madurez de forma algo abstracta e
imprecisa: todas las debilidades o dificultades se
meten en el cajón de sastre de la inmadurez afectiva. Creo que hay que
ofrecer instrumentos y conceptos precisos, en lo
posible, pues estamos tratando de misterios, la misteriosa realidad de la
virginidad, el misterio de la persona humana, el misterio de la acción de la
gracia divina…
-¿PUEDE
COMENTAR ALGO, AUNQUE SEA BREVEMENTE, SOBRE LA MADUREZ AFECTIVA Y SEXUAL?
-No puede haber tal madurez sin
la acción sobrenatural de la gracia de
Cristo. Siempre he dicho que no es verdad que, como se oye a veces, "primero hay que hacer al hombre y luego al
cristiano". Es el cristiano el que va haciendo al hombre, es Cristo
quien nos va haciendo hombres.
»Pero es verdad también
que, sobre todo en los años de la formación inicial a la vida religiosa y
sacerdotal, son necesarios instrumentos que ayuden a realizar y verificar
la apertura real y profunda a la acción del Espíritu Santo. Si la madurez humana es en realidad la transformación de la totalidad
del hombre por el Espíritu Santo a imagen de Cristo, en todos sus dinamismos
humanos –afectivos, cognitivos, volitivos, pasionales, conscientes e
inconscientes…–, entonces se trata de abrirse totalmente a la acción divina.
»Esto es lo que no hay
que dar por descontado. No basta que, por ejemplo, en
un noviciado o en un seminario, se dedique tiempo a la oración para que se esté abierto
a esta acción interior divina. En fin, la persona humana es bastante compleja,
con recovecos y heridas, con intenciones claras pero también oscuras… Por eso
intento ofrecer instrumentos concretos que puedan ayudar en ese camino de
maduración.
-¿ALGUNA
CONCLUSIÓN?
-Me parece necesario entender el
sentido cristiano de la sexualidad. En realidad es un sentido
cristológico, porque –como dice San Pablo– «el cuerpo es para el
Señor y el Señor es para el cuerpo». Por eso hablo en el libro de una "cristología de la sexualidad". Como
todo lo humano, ella ha sido creada también para Cristo: "Todo ha sido creado por Él y para Él".
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