Hoy una mujer llamada “Marina” ha escrito este comentario a mi último video acerca del sitio de Jerusalén:
Cuánta Sutileza, Cultura, Inteligencia y
Bondad... Su boca habla de lo que hay abundante en su corazón y en su mente.
Muy agradecida padre Fortea por aprender de usted. Que Dios lo acompañe en su
camino toda su vida.
He estado a punto de contestarle: “Si se me hubiese concedido tanta
sabiduría como humildad tengo, sería más sabio todavía si cabe”.
Ahora en serio, el comentario de Marina me ha
iluminado acerca de cómo deben ser mis charlas. Hablo con toda sinceridad, este
comentario me ha ayudado muchísimo.
SUTILEZA: Debo detenerme en
cada sutileza de la Palabra salida de la Boca de Dios. Que las charlas duren lo
que tengan que durar. Ya no importa el tiempo. Cada detalle sutil que contiene
la Escritura debe ser puesto de relieve.
BONDAD: Hablando, por ejemplo, del profeta Ezequiel o del
profeta Jeremías; en el último mes he escuchado varias horas de conferencias
sobre los persas, los asirios, acerca de Babilonia. Mis charlas no deben ser
una charla de análisis cultural, no deben ser una mera charla histórica. Debo
mostrar la Palabra en su bondad, en su designio de amor.
Un profesor que se dedica, durante una hora, a
hablar de la cerámica mesopotámica por supuesto que lo hará con mayor detalle.
Pero lo que me debe interesar a mí mostrar la bondad de Dios, leer la Palabra
con adoración a su Autor.
La lectura como adoración. La explicación del predicador
como una forma de sumisión absoluta a esa Palabra Sagrada. La sumisión como una
forma que adopta la adoración.
Adoración al Dios Uno que pide y suplica que de
ella (de la adoración) nazca el amor al Señor, pues ese amor es don de su Santo
Hálito (el Espíritu Santo).
AÑADIDURA: Los elogios excesivos, los inmerecidos, tampoco
requieren del esfuerzo de ningún desmentido. Sé lo que valgo, creo, y me parece
que un elogio, al menos, me provoca una sonrisa por el buen corazón con que me
ve esa persona.
P. FORTEA
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