Enseña que la Iglesia peregrina es necesaria para la salvación... y no podrían salvarse quienes, sabiendo que la Iglesia Católica fue instituida por Jesucristo, como necesaria, desdeñaran entrar o no quisieran permanecer en ella.
Por: P. Paulo Dierckx y P. Miguel Jordá | Fuente:
Para dar razón de nuestra Esperanza, sepa defender su Fe
VISIÓN
DE LOS CATÓLICOS Y DE LOS EVANGÉLICOS SOBRE LA IGLESIA
Nuestros hermanos evangélicos nos dicen muchas veces: Sólo Cristo salva, la
Iglesia no salva.
Es decir, los hermanos evangélicos aceptan solamente la fe en Jesucristo y su
Palabra y no aceptan que la Iglesia, como Cuerpo de Cristo, fue instituida por
El mismo y es mediante ella que Cristo quiere salvar a los hombres.
Esta enseñanza de los evangélicos es muy atractiva y tentadora, porque
simplifica bastante la religión: basta tener fe en Jesucristo y en su Palabra y
uno se salva; no necesita nada de Iglesia ni de sacramentos, nada de Jerarquía
ni menos de obediencia al Papa.
Nosotros los católicos debemos preguntarnos muy en serio si este concepto
evangélico acerca de la Iglesia es correcto o no, o es sólo una verdad a
medias.
En esta carta trataré de exponer las dos visiones de Iglesia: la de los
católicos y la de los evangélicos. Creo sinceramente que éste es el punto clave
de la triste situación entre los cristianos de hoy. No es mi intención ofender
a mis hermanos evangélicos. No es el gusto por discutir lo que me hace escribir
esta carta, sino que es el amor por la verdad lo que me mueve a escribir estas
palabras y sólo la verdad nos hará libres (Jn. 8, 32).
Cuando aquí hablo de los evangélicos, me refiero a los miembros de las
distintas Iglesias que tienen su origen en la Reforma del siglo XVI. Mientras
nosotros los católicos hablamos de «las iglesias
protestantes» (por su protesta contra la Iglesia católica), los protestantes
prefieren hablar de «las iglesias evangélicas» o «los evangélicos», por
su vuelta radical al Evangelio.
En general, todas las Iglesias evangélicas siguen el concepto de Iglesia que
les fue entregado por los grandes reformadores: Lutero,
Calvino, Zwinglio. Por eso es importante ver primero lo que pasó en el
siglo XVI.
Pero antes de leer esta carta, les recomiendo que lean mi carta anterior: «¿Quiso Jesús una sola Iglesia?». Allí
encontraremos una profunda reflexión bíblica acerca de la unión misteriosa
entre Jesucristo y su Iglesia: Aquella meditación nos hace ver que aceptar a
Cristo es también aceptar a su Iglesia.
UN POCO DE HISTORIA
Al terminar la Edad Media, la Iglesia Católica se encontraba en una triste
situación religiosa y moral que alcanzaba hasta las más altas jerarquías
eclesiásticas. Buscar honores, diversiones y dinero era la aspiración común
entre la mayorías de los sacerdotes, obispos, cardenales y Papas. Y en la vida
de los cristianos se manifestaron muchas prácticas y devociones religiosas muy
dudosas.
La autoridad de la Iglesia no se comprendía ya como una autoridad divina, y la
obediencia a la Iglesia no se entendía ya como un acto de Fe. El sentido
profundo y misterioso de la Iglesia como Cuerpo de Cristo se oscureció. Es
decir, la Iglesia como «Cuerpo Místico de Cristo» no funcionó más en la vida de
los cristianos. Y la imagen exterior de la Iglesia, con sus grandes
desviaciones humanas, se confundió con el misterio de la Iglesia.
La situación de la Iglesia de aquella época era fatal y llevó a Lutero, con su
gran preocupación pastoral, a reformar y finalmente a romper con esta Iglesia.
En el fondo Lutero rechazó un catolicismo que no era católico.
EL CONCEPTO DE IGLESIA SEGÚN
LOS EVANGÉLICOS
Lutero y los reformadores niegan que Jesús quiso una Iglesia. Y para
ellos la Iglesia no es una institución de salvación y de gracia. Ellos creen
que es solamente por medio del Evangelio y de la Palabra que el Espíritu Santo
provoca el acto de fe y realiza así la justificación (salvación) del hombre. Y
la Iglesia tiene una función secundaria: ser «servidora de la Palabra».
Explicando el misterio de la Iglesia, Lutero hizo la famosa distinción entre
«Iglesia espiritual» (Iglesia con mayúscula), Iglesia invisible y entre
«iglesia visible» (iglesia con minúscula). Esta distinción sigue en la práctica
viva hasta hoy entre los evangélicos.
1. LA IGLESIA ESPIRITUAL
(IGLESIA CON MAYÚSCULA).
Es una entidad invisible, escondida, interior y sin estructuras visibles, ni
jerárquicas. Esta Iglesia escondida existe allí donde la Palabra de Dios es
predicada y escuchada en toda su pureza. Es una realidad misteriosa e
invisible, es la comunidad de fe (Iglesia «del Credo») que nació para la
Palabra. Y, según ellos, todos los verdaderos creyentes que escucharon y aceptaron
el Evangelio puro pertenecen a esta Iglesia. La Iglesia invisible es totalmente
«una», nunca puede ser dividida y sólo Dios conoce sus miembros. La Iglesia
espiritual es el Cuerpo de Cristo. Esta Iglesia escondida puede existir sin
necesidad de una Iglesia visible.
2. LA IGLESIA VISIBLE NO ES
DE INSTITUCIÓN DIVINA Y NO TIENE CARÁCTER ABSOLUTO CON UNA AUTORIDAD DIVINA Y
OBLIGATORIA.
Por supuesto que es necesaria una cierta organización y orden, pero la Iglesia
en su forma externa es siempre relativa, puede caer en errores y ser infiel. La
Iglesia visible no es de ninguna manera una realidad sobrenatural y misteriosa.
Dice Lutero que ninguna frase de la Biblia está a favor de cualquier Iglesia
visible. La Palabra de Dios es el único signo externo que hace confrontar al
hombre con la comunidad espiritual. Y la función de la Iglesia visible es
solamente ser «servidora de la Palabra».
Concluyendo, podemos decir que la Iglesia en la tierra, como comunidad de
gracia y sobrenatural, es rechazada por los evangélicos. La justificación
(salvación) llega al hombre por la Palabra, y no por la Iglesia.
3. LOS SACRAMENTOS DE LA
IGLESIA SE REDUCEN AL MÍNIMO: AL BAUTISMO Y A LA CENA DEL SEÑOR.
Pero no es verdad que la Iglesia por medio de los sacramentos produce un estado
de gracia divino en el hombre. Los sacramentos únicamente tienen fuerza por la
Palabra. Sólo son expresiones de fe, y no dan la gracia por ellos mismos sino
por la fe. Los sacramentos no son de ninguna manera acciones de Cristo por
medio de la Iglesia.
4. EN CUANTO AL MISTERIO DE
DIRECCIÓN DE LAS COMUNIDADES, LOS EVANGÉLICOS NIEGAN EL ESTADO SACERDOTAL,
PORQUE DICEN QUE LOS CRISTIANOS TODOS SON SACERDOTES.
No hacen falta intermediarios, ya que Dios salva al hombre directamente. Cada
cristiano es sacerdote de sí mismo y Cristo lo es de todos. Por ello los
evangélicos rechazan toda mediación de la Iglesia. Y si hay un ministerio en la
Iglesia, este ministerio es sólo «una función» como
otros servicios dentro de la Iglesia. El único y verdadero ministerio en la
Iglesia se reduce a la predicación y al culto, pero no lo necesitan como un
servicio a la unidad y menos como un ministerio sacerdotal de salvación.
EL CONCEPTO CATÓLICO DE
IGLESIA
La Iglesia católica en su reflexión acerca del misterio de la Iglesia nunca ha
hecho esta diferencia artificial entre «Iglesia
espiritual» e «Iglesia visible». No
hay ninguna indicación clara en la Biblia para hacer esta separación.
1. La Iglesia Católica siempre ha seguido la
dinámica de la encarnación, es decir, el Verbo (Cristo) se ha hecho visible, se
ha hecho carne y ha entrado en la historia de los hombres. Esta encarnación de
Cristo prosigue de modo renovado en la Iglesia que es el Cuerpo de Cristo acá
en la tierra (Mt. 16, 13-20). La Iglesia es la continuación de Cristo encarnado
en este mundo. Por eso la Iglesia de Cristo es al mismo tiempo comunidad
visible y comunidad espiritual; es al mismo tiempo comunidad jerárquica por
institución divina y Cuerpo místico de Cristo. La Iglesia de Cristo es una sola
realidad y tiene inseparablemente aspectos humanos y aspectos divinos y no son
dos realidades distintas, como proclaman los evangélicos. Ahí está el misterio
de la Iglesia que sólo la Fe puede aceptar.
2. La revelación divina no se limita a la
Palabra escrita, sino que está en la Palabra escrita (la Biblia) y en la
Tradición de la Iglesia, que ayuda a comprenderla y actualizarla a través de
los tiempos. La revelación divina abarca la Sagrada Escritura y la Sagrada
Tradición: «Manténganse firmes guardando fielmente las tradiciones que les
enseñaron de palabra o por escrito (2 Tes. 2, 15). Además la Iglesia de Cristo,
guiada por el Espíritu Santo, es «columna de
verdad» (1 Tim. 3, 15), capaz de «guardar el
depósito de las sanas palabras recibidas de los apóstoles» (2 Tim. 1,
13). Es decir, que el depósito de la fe (1 Tim. 6, 20 y 2 Tim 3,. 12-14) fue
confiado por los Apóstoles al conjunto de la Iglesia.
3. En la Iglesia de Cristo hay claramente
aspectos objetivos creados por Dios y que de ninguna manera son creación
humana. Estas realidades creadas por Jesucristo, como el ministerio de la
unidad, el ministerio de la verdad y la plenitud de la gracia en los
sacramentos, son realidades divinas intocables e infalibles, y visibles aquí en
la tierra. Son aspectos objetivos que encuentran su origen en la institución
divina. La Iglesia Católica no duda que ella es la Iglesia fundada sobre la
roca de Pedro, y que ella, con su Magisterio vivo y su enseñanza infalible, es
la prolongación o encarnación de Cristo sobre la tierra. La Iglesia Católica es
consciente de que con sus sacramentos, que son realmente acciones de Cristo,
comunica la plenitud de la gracia. Y no puede ser de otra manera, porque ella
existe por voluntad de Dios. Y esta Iglesia visible en la tierra es, al mismo
tiempo, el Cuerpo Místico de Cristo.
Por supuesto que podemos distinguir en la Iglesia un aspecto divino y un
aspecto humano. Pero cuando el católico habla de la Iglesia de Cristo, siempre
se refiere a esta realidad divina y objetiva, que es intocable e infalible acá
en la tierra. La Iglesia de Cristo no es de origen humano y tiene
definitivamente un carácter sobrenatural. Y no podemos dudar de la autoridad
divina que Cristo comunica por el Espíritu Santo a sus apóstoles y sus
legítimos sucesores, el Papa y los obispos.
4. La Iglesia de Cristo es siempre y en todas
partes la misma, también en épocas de decadencia, en tiempos de pobreza
espiritual, y falta de comprensión, en tiempos de ignorancia y estrechez de
miras. Siempre la Iglesia es el Cuerpo de Cristo y Madre de todos los
creyentes. Cristo siempre es la Cabeza de la Iglesia que es «una», «santa», «católica» y «apostólica»;
y el Espíritu Santo es siempre el principio de vida de esta Iglesia.
Dijo Jesús a sus apóstoles: «Yo estoy con ustedes todos
los días hasta que termine este mundo» (Mt. 28, 20), y «las fuerzas del infierno no la podrán vencer» (Mt.
16, 18). Podemos decir que ningún católico puede aceptar que la visión acerca
de la Iglesia de los reformadores del siglo XVI sea una decisión definitiva.
CONSIDERACIÓN FINAL
Nosotros los católicos no podemos negar que Lutero era una personalidad
profundamente religiosa, que buscó con toda honestidad y con abnegación el
mensaje evangélico. Su crítica contra la Iglesia tenía una intención
auténticamente cristiana; la Iglesia debería repudiar siempre todo lo que no es
evangélico.
El mérito de Lutero y la Reforma es que descubrieron de nuevo el centro del
mensaje evangélico: sólo por la gracia y por la fe
en la acción salvadora de Cristo, somos aceptados por Dios y recibimos el
Espíritu Santo, que nos invita a realizar obras buenas. Ningún católico
va a negar este mensaje evangélico. Pero Lutero tomó este núcleo del Evangelio
y olvidó todo lo demás. Esto es una simplificación del Evangelio que equivale a
una amputación. Porque, si bien el núcleo es lo más importante, no lo es todo.
Lutero se vio forzado a construir un nuevo concepto de Iglesia y creó el
concepto de una Iglesia escondida y una iglesia visible. Pero esta visión
acerca de dos iglesias no tiene una adecuada correspondencia con las Sagradas
Escrituras y con la Tradición Apostólica. Sin duda este nuevo concepto de
Iglesia que creó Lutero es el punto de mayor dificultad entre católicos y
evangélicos.
Los evangélicos actualmente no tienen culpa del hecho de esta desunión y no
están privados de sentido y de fuerza en el misterio de salvación. Pero un
católico nunca podrá aceptar esta opinión: «Cristo
salva, la Iglesia no salva». Es presentar un cristianismo mutilado, es una
verdad a medias. Aceptar a Cristo significa aceptar a su Iglesia. La Iglesia
es, por tanto, el «Cristo total» , su proyección y encarnación en el tiempo. El
Concilio Vaticano en la Lumen Gentium (Nro. 14) tiene una frase que da mucha
luz al respecto: «Enseña que la Iglesia peregrina
es necesaria para la salvación... y no podrían salvarse quienes, sabiendo que
la Iglesia Católica fue instituida por Jesucristo, como necesaria, desdeñaran
entrar o no quisieran permanecer en ella». Hermanos queridos, cuando les
inviten a cambiar de religión, lean y mediten estos temas que, repito, he
escrito sin ánimo de ofender, y sólo por esclarecer la verdad. Católicos, ¡lean y mediten esto y no se cambien de religión!
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