La Ley antigua es el primer estado de la Ley revelada.
Por: Catecismo de la Iglesia | Fuente: Catecismo de
la iglesia
Dios, nuestro Creador y Redentor, eligió a
Israel como su pueblo y le reveló su Ley, preparando así la venida de Cristo.
La Ley de Moisés contiene muchas verdades naturalmente accesibles a la razón.
Estas están declaradas y autentificadas en el marco de la Alianza de la
salvación.
La Ley antigua es el primer estado de la Ley revelada. Sus prescripciones
morales están resumidas en los Diez mandamientos. Los preceptos del Decálogo
establecen los fundamentos de la vocación del hombre, formado a imagen de Dios.
Prohíben lo que es contrario al amor de Dios y del prójimo, y prescriben lo que
le es esencial. El Decálogo es una luz ofrecida a la conciencia de todo hombre
para manifestarle la llamada y los caminos de Dios, y para protegerle contra el
mal:
DIOS ESCRIBIÓ EN LAS TABLAS DE LA LEY LO QUE LOS
HOMBRES NO LEÍAN EN SUS CORAZONES.
Según la tradición cristiana, la Ley santa espiritual y buena es todavía
imperfecta. Como un pedagogo muestra lo que es preciso hacer, pero no da de
suyo la fuerza, la gracia del Espíritu para cumplirlo. A causa del pecado, que
ella no puede quitar, no deja de ser una ley de servidumbre. Según san Pablo
tiene por función principal denunciar y manifestar el pecado, que forma una ‘ley de concupiscencia’ en el corazón del hombre.
No obstante, la Ley constituye la primera etapa en el camino del Reino. Prepara
y dispone al pueblo elegido y a cada cristiano a la conversión y a la fe en el
Dios Salvador. Proporciona una enseñanza que subsiste para siempre, como la
Palabra de Dios.
La Ley antigua es una preparación para el Evangelio. ‘La
ley es profecía y pedagogía de las realidades venideras’ .Profetiza y
presagia la obra de liberación del pecado que se realizará con Cristo;
suministra al Nuevo Testamento las imágenes, los ‘tipos’,
los símbolos para expresar la vida según el Espíritu. La Ley se completa
mediante la enseñanza de los libros sapienciales y de los profetas, que la
orientan hacia la Nueva Alianza y el Reino de los cielos.
Hubo, bajo el régimen de la antigua alianza, gentes que poseían la caridad y la
gracia del Espíritu Santo y aspiraban ante todo a las promesas espirituales y
eternas, en lo cual se adherían a la ley nueva. Y al contrario, existen, en la
nueva alianza, hombres carnales, alejados todavía de la perfección de la ley
nueva: para incitarlos a las obras virtuosas, el
temor del castigo y ciertas promesas temporales han sido necesarias, incluso
bajo la nueva alianza. En todo caso, aunque la ley antigua prescribía la
caridad, no daba el Espíritu Santo, por el cual «la
caridad es difundida en nuestros corazones.
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