Escuchar la palabra miedo, muchas veces produce miedo.
Por: María Teresa González Maciel | Fuente:
Catholic.net
“Nada
en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Ahora es el momento de
comprender más, para temer menos”.
Marie Curie, física francesa
ESCUCHAR LA PALABRA MIEDO, MUCHAS VECES PRODUCE MIEDO.
Y es que el miedo es una de las emociones
básicas necesarias que compartimos todos los seres humanos. Esta emoción es
vital para manejarse ante el peligro, para responder y adaptarse a una
situación de riesgo.
Todo miedo activa nuestro sistema de alarma y nos
lleva a la acción para reaccionar con cautela, defendernos, retirarnos… Los miedos nos llevan a buscar protegernos.
Hay miedos innatos, instintivos necesarios para
sobrevivir, miedo al abandono a la obscuridad, a un alacrán, a las alturas.
También se teme el dolor físico o emocional.
Otros miedos pueden ser aprendidos por una mala
experiencia o por imitación por ejemplo el miedo a los truenos, a la lluvia, a
manejar un automóvil.
Hay otros miedos que llevan a actuar, a crecer,
a superar retos. Son situaciones difíciles que al enfrentarlas y
superarlas colaboran en el fortalecimiento de la autoestima tales como pasar un
examen, exponer un tema en público, conseguir un puesto importante en el
trabajo.
Dentro de los miedos
existen modalidades que pueden llegar a grados altamente patológicos y postrar
a la persona en una depresión o parálisis. Una de ellas son las fobias, ese temor intenso e
irracional, de carácter enfermizo hacia una persona, cosa o situación. Otro es
el pánico que es un miedo repentino muy intenso y manifiesto especialmente en
situación de peligro. Y uno más la ansiedad, miedo extremo y preocupación que
perdura.
En ocasiones los seres
humanos se crean miedos inexistentes o distorsionan la realidad provocándose
una inmovilización o huida innecesaria. De
esta manera las personas se encarcelan a sí mismas, teniendo actitudes
paralizantes, aislamientos sociales y evitaciones para no enfrentar un
peligro que en no pocas ocasiones solo existe en la mente o que de ser reales,
se pueden vencer con un trabajo de exposición a las situaciones que se
consideran peligrosas hasta lograr superarlas. Estos miedos afectan la vida
familiar, laboral, social.
Finalmente existen miedos
que pocas veces se confrontan y que quizá son más urgentes y necesarios de
resolver y que sin duda nos llevarían a una auténtica libertad. ¿Por qué se tiene miedo a profesar la fe, a actuar con
justicia, a amar, a solidarizarse con el necesitado, a salir del propio egoísmo?
¿Por qué no buscar salir de estos miedos empezando por practicar la entrega con
los que están en nuestra propia casa?
Los resultados no se pueden lograr de la noche a
la mañana, es necesario ir dando pequeños pasos en la consecución del objetivo.
ALGUNOS
PUNTOS QUE PUEDEN AYUDAR A LIBERAR LOS MIEDOS:
• Primero tomar conciencia de nuestros
miedos, es parte del autoconocimiento y primer paso para poder iniciar el
trabajo.
• Aprender a respirar profundamente y a relajarse.
• Hacer una lista de los pensamientos que nos llevan a temer,
“soy muy tímido”, “siempre me pongo nervioso”, ”no
logro hablar en público” , “soy muy aburrido para los demás” y buscar renovarlos por pensamientos donde la persona logra
tener el control de si mismo.
• Evitar “leer la mente”. Es
decir dar por verdaderos los juicios negativos que hacemos de las intenciones
de los demás. Si una persona hace una crítica a mi persona verlo como
oportunidad de crecimiento y no como una muestra de rechazo. Ver y agradecer un
halago creyendo en la sinceridad de las palabras. Tener una visión más
optimista de la vida.
• Evitar amplificar los acontecimientos negativos, con un
pensamiento catastrófico, “todo me sale mal”,
“nadie me comprende,” Derribar estas creencias que perjudican.
Recordar que no es el acontecimiento lo que afecta sino la forma en que se
percibe ese acontecimiento. Evitar la percepción exagerada o distorsionada en
cada evento.
• Hacer una lista de las consecuencias que se viven a
causa de los miedos, pérdida de libertad, de oportunidades de trabajo,
aislamiento social, timidez.
• Enumerar y jerarquizar los miedos en orden de importancia.
Prepararse y planificar la forma de afrontar y superar primero los menos
importantes, para ir ganando confianza y destreza; y posteriormente enfrentar
los más fuertes. Si se enfrentan y se consiguen pequeños logros se va superando
el problema. Si se evitan se refuerza el acto de seguir evitando y se
incrementa el miedo a enfrentarlo.
• Evaluar los resultados obtenidos. Y buscar enfrentar
situaciones que originalmente causaban temor.
• Si es un miedo aprendido, reaprender, es decir adquirir un
nuevo aprendizaje emocional. Buscar ayuda espiritual y psicoterapéutica.
EN LA
BIBLIA SE HACE ALUSIÓN 365 VECES A NO TENER MIEDO, DESDE EL PRINCIPIO. Adán
cuando Dios lo llama se esconde por temor porque su desobediencia le había
mostrado su fragilidad humana. Qué bien
conoce Dios la debilidad del hombre que parece recordarle cada día del año que
no tenga miedo de visitar a sus hermanos presos, a sus hermanos enfermos, a los
que tienen hambre material y espiritual, que no tenga miedo de salir a su
encuentro de abrazar, de sanar, consolar, compartir, defender sus derechos,
compartir su fe, sus conocimientos. Y todo esto con la certeza del apoyo
constante de Dios para superar cualquier tipo de temor.
“No tengáis miedo
que yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos”. Mt 28,19
No hay comentarios:
Publicar un comentario