jueves, 25 de enero de 2018

SI LOS OBISPOS ANDAN A PECES


Hay que ver lo que se aprende en los pueblos, aunque sea a través de refranes y dichos o quizá precisamente gracias, en parte, a ellos. Por ejemplo, eso de que “si el cura anda a peces, cómo andarán los feligreses”. Se entiende a la primera. Es decir, si los mismos curas no nos tomamos en serio las cosas, qué podemos pedir a nuestros feligreses.
Una de las cosas que más afectan a los fieles es la disparidad de criterios y normas dependiendo de parroquias, curas, lugares o modas. En la parroquia de A. se piden tres años de catequesis para la primera comunión, en la de B. solo dos, y los padres gundisalvos lo hacen en un año. D. Venerando admite a la eucaristía sin problemas a parejas que conviven sin sacramento del matrimonio, mientras que D. Chindasvinto lo tiene estrictamente prohibido y D. Redemundo dice que ellos sabrán y que según.
La parroquia de X celebra sin problemas confesiones comunitarias con absolución general, la de Y dice que están estrictamente prohibidas. Los padres misericordinos preparan a los novios con una charla de quince minutos mientras que en la parroquia de Z tienen unos cursos que duran no menos de un mes con charlas casi diarias. Luego tienes al P. García que predica que el sexto mandamiento no tiene importancia y que no se confiesen de esas cosas, mientras que el P. López, en parroquias limítrofes, insiste que en ese tema no existe parvedad de materia.
Ya saben que nunca pasa nada. Lo único que sucede es que la gente se harta, pasa de nosotros y acaba haciendo exactamente lo que le da la gana, porque lo que está prohibido o permitido depende, la moral depende, cada cura hace lo que le apetece y nadie pone orden.
Esto, que afectaba antes apenas a parroquias más o menos próximas, hoy se convierte en problema mundial gracias a las comunicaciones sociales y a este mundo de internet que te hace conocer la última diócesis de Japón como si fuera la parroquia de al lado. Y no es solo que conozcas, es que la gente se escandaliza, se cabrea, pregunta y pide explicaciones en un nivel superior.  
Es decir, y fijándonos en algo tan sonado, como la pastoral matrimonial y el tema candente del acceso a los sacramentos de los que viven en pareja sin matrimonio canónico, el problema no es en la discrepancia entre sacerdotes, sino que las diferencias de criterio entre obispos e incluso entre conferencias episcopales es de libro. Y esto, que la gente antes desconocía, hoy es de dominio público, y los fieles tienen derecho a que alguien les explique por qué la misma cuestión tiene respuestas contrarias según vivan en Malta, Argentina, Ucrania o Polonia.
Esto no nos hace ningún bien. Ni a nosotros ni a la gente. Al final, lo que escuchas en el pueblo es que, bueno, ahora D. Fulano dice esto, antes D. Mengano decía lo otro, a lo mejor luego viene otro y es lo contrario. Pues si así andamos los curas, mal. Pero si los obispos tampoco se ponen de acuerdo, peor.
Los curas poco podemos hacer cuando nos cuesta incluso hasta ponernos de acuerdo en cosas pequeñas. Pero lo necesitamos. Más arriba, más. Si el cura anda a peces… Pero si los obispos andan de pesca… pues eso.
Jorge

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