viernes, 9 de diciembre de 2016

«LA MADRE MARAVILLAS DECÍA QUE NO TEMÍA AL DEMONIO, SINO A LAS PERSONAS QUE TEMEN AL DEMONIO»


Álvaro Marañón cuenta decenas de vivencias sorprendentes de su tía.

Del palacio al convento: el subtítulo de La Madre Maravilas. Recuerdos y anécdotas de una vida (La Esfera de los Libros), de Álvaro Marañón Beltrán de Lis, resume bien de quién hablamos cuando hablamos de Santa Maravillas de Jesús (1891-1974), canonizada en 2003, la mayor fundadora carmelita desde Santa Teresa de Jesús.

Tanto su abuelo, Pedro José Pidal, como su padre y su tío, Luis y Alejandro Pidal y Mon, fueron ministros del Gobierno (con Narváez, Cánovas y Silvela) y embajadores de España ante la Santa Sede. Un ambiente de consagración a la vida pública e intensa vivencia de la fe al que renunció, más tarde de lo que habría querido, la futura monja carmelita que creó once carmelos a partir del original del Cerro de los Ángeles, concluido en 1926.

El autor, nieto del médico y humanista Gregorio Marañón Posadillo (1887-1960) e hijo del diplomático Gregorio Marañón Moya (1914-2002), es también sobrino nieto de la Madre Maravillas, a quien conoció y trató, y brinda al lector no una biografía al uso, sino un recorrido por decenas de momentos de su vida que permiten un retrato vivo de la santa.

-¿En qué entorno familiar se educó la Madre Maravillas?
-Recibieron los Pidal, de padres a hijos, una educación cristiana solidísima. Eran sinceros católicos que no tenían nada de integristas y que hicieron política católica desde sus partidos, aunque no, por supuesto, catolicismo político cerrado. Fueron grandes paladines de la verdad católica de su época, fundaron y sostuvieron periódicos católicos y movimientos confesionales, siendo ardientes defensores de las órdenes religiosas en los periodos revolucionarios que les tocó vivir. Fueron, en resumen, los Pidal católicos sinceros y consecuentes, con arraigados sentimientos de caridad cristiana que sobrepusieron siempre a sus intereses privados.

-Sin embargo, su vocación tardó en ser aceptada por la familia. ¿Por qué?
-En este ambiente familiar de arraigados sentimientos cristianos y de activa practica católica creció Maravillas Pidal, y obviamente este entorno de su hogar favoreció su temprana vocación religiosa. Pero no recibió el preceptivo permiso para profesar en el carmelo hasta los veintisiete años por distintas razones familiares como, entre otras, la larga enfermedad de su padre, al cual atendió siempre con especial dedicación y ternura.

-¿A qué mundo renunció al entrar en el convento?
-Maravillas era nieta, hija y sobrina de destacadas figuras de su época. Los “tres Pidal” figuraron respectivamente entre las personalidades de mayor relieve de aquellos tiempos, desempeñando altos cargos de la administración pública y recibiendo importantes honores por sus brillantes servicios y por su fidelidad a la Corona. Ejercieron las presidencias del Congreso y del Senado, ocuparon distintas carteras y fundaron y dirigieron Reales Academias.

-¿Ella se sentía integrada en ese mundo de relaciones al máximo nivel?
-En la casa del marques de Pidal, padre de Maravillas, tenían lugar frecuentes tertulias, a las que asistían políticos y pensadores, religiosos y prelados, hombres de la ciencia y de la cultura. Ella solía participar en estas tertulias desde muy joven, y sus agudas intervenciones hicieron exclamar una vez al político Juan Vázquez de Mella: "Luis, tu hija nos va a dejar chicos a ti y a mí".

-¿A qué se refería?
-Es evidente que heredó muchas de las cualidades que marcaron el éxito de sus antecesores, y entre ellas sobresalieron la determinación en la toma de decisiones, una gran capacidad de trabajo y la eficaz organización del mismo.

-Y exprimió a fondo su tiempo, a juzgar por la variedad de historias que figuran en el libro...
-La vida de Maravillas esta hilvanada de muchos y diversos acontecimientos que hacen de ella una figura muy atractiva como protagonista de un libro. En su aspecto más externo se puede decir que es una aventurera, según afirmó el carmelita Fray Ramon de la Cruz en L’Osservatore Romano.

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-¿Tuvo algo de aventurera su fundación en la India?
-En este contexto cabe situar su decisión de aceptar la petición de un obispo misionero en la India y fundar allí un convento durante la Segunda República. Maravillas no recibió el permiso eclesiástico para unirse al grupo fundacional de religiosas, pero aquel remoto convento siempre recibió su apoyo en la distancia con ayudas materiales y a través de una larga relación epistolar. Aquella aventura resultó un éxito, y el convento en la India significó un fuerte impulso misionero para la orden en todos los continentes.

-También lo intentó en Estados Unidos...
-En Estados Unidos no se propuso fundar un monasterio, solo quiso ir de misionera en los años cincuenta. El Prepósito General de su orden la escribió pidiendo el envío de religiosas para el Carmelo de Newport en el estado de Rhode Island, y Maravillas se ofreció a ir ella misma llena de anhelo misionero. Una repentina dolencia evitó aquel viaje, que además no contaba con el visto bueno de sus superiores, deseosos de que continuase con su fecunda labor fundacional en España.

-¿Tuvieron las religiosas de la Madre Maravillas una especial protección en el Madrid del terror?
-En aquel convulso periodo de nuestra historia la comunidad religiosa del Cerro de los Ángeles quedó atrapada en Madrid, donde se desarrolló entre 1933 y 1937 una cruenta persecución religiosa. La Madre Maravillas supo poner a salvo a su comunidad a base de una gran capacidad de prudencia, serenidad y decisión, y asimismo desarrollando en favor de sus religiosas sus numerosos contactos. Obviamente necesitaron ayuda para salir indemnes de la capital, situada en el corazón de una sangrienta guerra civil, y donde los religiosos eran asesinados sin más razón que su pertenencia al estado eclesiástico.

-¿Quiénes fueron sus protectores?
-Hay que recordar que antes de profesar religiosa, Maravillas realizó durante muchos años una ingente y generosa labor en favor de los más necesitados que malvivían en barriadas humildes y en miserables chabolas, o hacinados en pequeñas buhardillas sin luz eléctrica.

-Y le devolvieron la ayuda...
-No debe extrañarnos que algunos de los favorecidos por su caridad y su cariñosa atención quisieran devolver las ayudas recibidas. O que importantes figuras del bando republicano y del Frente Popular tuviesen conocimiento de su bondad y su desprendimiento durante aquellos años de su juventud y considerasen justo dejarla salir con vida junto a su comunidad religiosa.

-¿Por qué entre las numerosas historias y anécdotas relatadas en el libro prácticamente ninguna incide en aspectos de naturaleza mística?
-La mística de Maravillas fue de  gran sobriedad. Pertenece a una raza espiritual poco común: la que nace de las nadas sanjuanistas, de las frías y secas tierras castellanas. En ella no hubo visiones, ni luces que brillaran, ni ángeles que se le aparecieran... Decía siempre con humor que no le tenía miedo al demonio, sino a las personas que tienen miedo de los demonios.

-¿Cómo vivió, en los años finales de su vida, los cambios en la Iglesia a raíz del Concilio?
-Bajo cualquier perspectiva, tanto la creyente como la agnóstica, con la que nos acerquemos a Maravillas, encontraremos siempre en ella a una extraordinaria e inteligente mujer. En su persona se observa ese equilibrio perfecto entre mansedumbre, pobreza y magnanimidad, decidida apertura a los nuevos tiempos del Concilio Vaticano II y fidelidad estricta a las fuentes de la vida religiosa. Equilibrio que en ella fue prodigiosamente instintivo.

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