viernes, 2 de septiembre de 2016

TODO LO QUE VA…..VIENE


Un día, un hombre vio a una anciana, parada a un lado del camino, pero aún en medio de la penumbra del día, pudo ver que ella necesitaba ayuda.  Así que se detuvo delante de su Mercedes y se bajó; su Pontiac todavía chisporroteaba cuando se le acercó.
Aún con su sonrisa, ella se veía preocupada.  Nadie se había detenido para ayudarla en una hora; ¿iría él a lastimarla?  No se veía seguro; se veía pobre y hambriento.  Él pudo notar que ella estaba amedrentada, parada en medio del frío.  Él sabía cómo se sentía ella.  Eran esos escalofríos que sólo el temor puede colocar en uno.  Le dijo: “Estoy aquí para ayudarla, señora.  ¿Por qué no se mete en el auto donde está calientito?  De paso, mi nombre es Bryan Anderson”.
Bueno, todo lo que tenía era un reventón, pero para una anciana, aquello era suficiente.  Bryan se metió debajo del auto buscando un lugar para meter el gato, hiriéndose los nudillos un par de veces; pudo reemplazar el neumático pronto pero tuvo que ensuciarse y le dolían sus manos.
Al terminar de apretar las tuercas, ella bajó la ventana y comenzó a hablarle.  Le dijo que era de San Luís y que sólo estaba de paso; no sabía cómo expresarle su agradecimiento por la ayuda.
Bryan sólo sonrió mientras cerraba el baúl.  La anciana le preguntó cuánto le debía.  Cualquier cantidad habría estado bien para ella, podía imaginarse todas las cosas malas que le pudieron haber pasado si él no se hubiese detenido.  Bryan nunca pensó en recibir nada; para él, esto no era trabajo.  Estaba ayudando a alguien en necesidad y Dios sabe que había muchos que le habían dado una mano en el pasado.  Había vivido toda su vida de esta manera y nunca se le ocurrió actuar de otra manera.
Le dijo que si realmente quería pagarle, la próxima vez que viera a alguien en necesidad, le brindase la ayuda que necesitas y Bryan agregó: “Y piense en mí”.  Se quedó hasta que ella arrancó su auto y se alejó; había sido un día frío y deprimente pero se sintió bien al dirigirse a casa, desapareciendo en el crepúsculo.
Unas pocas millas más tarde, la dama vio un pequeño café.  Entró para comer algo y calentarse antes de iniciar la última etapa de su viaje a casa.  Era un restaurante de aspecto lúgubre; afuera había dos viejos surtidores de gasolina… todo el cuadro era foráneo para ella.  La mesera se acercó y le trajo una toalla limpia para secar su cabello mojado.  Tenía una dulce sonrisa, una que aún un día completo sobre sus pies no podía borrar.  La dama notó que la mesera estaría como en su octavo mes de embarazo, pero nunca permitió que sus dolores y cansancio afectasen su actitud.  La anciana se preguntó cómo alguien con tan poco podía ser tan dadivosa con una extraña… entonces recordó a Bryan.
Al terminar la dama de comer, pagó con un billete de cien dólares.  La mesera rápidamente fue a obtener el vuelto para el billete pero la anciana se escabulló de una vez por la puerta.  Ya se había ido para cuando la mesera regresó, lo que la dejó pensando dónde pudiera estar la señora; fue entonces que observó algo escrito en una servilleta.
Las lágrimas aparecieron en sus ojos cuando leyó lo que la dama había escrito: “Ud. no me debe nada… he estado allí también.  Alguien me ayudó una vez de la manera en que le estoy ayudando.  Si quiere pagarme de vuelta, esto es lo que puede hacer: No deje que esta cadena de amor se detenga”.  Debajo de la servilleta había otros cuatro billetes de cien dólares.
Bueno, había mesas que limpiar y azucareras que llenar y gente a la que servir, pero la mesera logró finalizar su día.  Esa noche cuando llegó a casa del trabajo y se subió a la cama, pensaba en el dinero y en lo que la dama había escrito.  ¿Cómo pudo saber esa señora cuánto ella y su esposo lo necesitaban?  Con el bebé naciendo en un mes, iba a ser muy duro…  Sabía cuán preocupado estaba su esposo mientras dormía a su lado; le dio un tierno beso y susurró en voz suave y baja: “Todo va a salir bien… te amo, Bryan Anderson”.
Hay un viejo adagio que reza: “Todo lo que va, viene de vuelta”.
Autor Desconocido
Fuente: http:/academictips.org/blogs
La tierna historia de hoy nos habla de las múltiples oportunidades que Dios nos da para hacer bien a quienes nos rodean, y en especial, a aquellos que, estando en necesidad, Dios coloca en nuestro camino.  A veces nos ponemos a pensar en cómo sacarle provecho a cada circunstancia sin darnos cuenta que el bien que hacemos, en realidad lo hacemos al Señor mismo… y Él se encarga de recompensarnos a su debido tiempo.
Es poco probable que aquellos a quienes ayudamos, sean los mismos que nos ayuden a nosotros, pero tal y como sugirió la dama de la historia, necesitamos que “esa cadena de amor” (y esta sí que es una cadena que vale la pena mantener) se siga estirando hasta la eternidad.
¿Estaremos dispuestos a sumarnos a ella?
Adelante y que el Señor les bendiga.

Raúl Irigoyen
El Pensamiento Del Capellán

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