Es la más universal de todas
las advocaciones de la Virgen.
No está vinculada a una
aparición, sino que recuerda los dolores que sufrió la Madre de Jesús.
Estos son: La profecía de
Simeón, la huida de Egipto, el niño Jesús perdido en el Templo, el encuentro de
Jesús y María camino al Calvario, la Crucifixión, el cuerpo de Jesús es bajado
de la cruz, el entierro de Jesús.
Ella lo sufrió todo por
nosotros para que disfrutemos de la gracia de redención, sufrió para
demostrarnos su amor.
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La devoción de los dolores de María es fuente de Gracias porque llega a lo profundo del corazón de Cristo.
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La devoción de los dolores de María es fuente de Gracias porque llega a lo profundo del corazón de Cristo.
La
Iglesia nos exhorta a entregarnos sin reserva al amor de María y
llevar con paciencia nuestra Cruz acompañados de la Madre Dolorosa…
Se
puede decir que, desde el principio del cristianismo, al recordar la
pasión del Redentor, los hijos de la Iglesia no podían menos de asociar al
dolor del Hijo de Dios los sufrimientos de su bendita madre.
Los
Padres de la Iglesia demuestran, efectivamente, que no pasó inadvertido el
dolor de María.
San
Efrén (en su Lamentación de María), San Agustín, San Bernardo, San Antonio y otros cantan
piadosamente los padecimientos de la Madre de Dios.
Y, ya en el
siglo V, vemos cómo el papa Sixto III (432-440), al restaurar la
basílica Liberiana, la consagra a los mártires y a su Reina, según lo indica un
mosaico de dicha iglesia.
La
liturgia de la celebración de los Dolores de la Virgen, es de origen alemán.
La instituyó en Colonia el arzobispo Teodorico de
Meurs, en 1423, para reparar las burlas que los herejes husitas hacían a las
imágenes de la Virgen Dolorosa.
De Colonia se propagó esta
conmemoración de los Dolores de María a otras iglesias, y el papa Benedicto
XIII la extendió a toda la Iglesia.
El hecho de que se celebre
también Nuestra Señora de los Dolores el 15 de septiembre, se debe a que desde
1688 los religiosos Servitas celebraban en esa fecha, por concesión de
Inocencio XI.
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La fiesta de los Dolores de la Virgen, fiesta que Pio VII extendió a toda la cristiandad.
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La fiesta de los Dolores de la Virgen, fiesta que Pio VII extendió a toda la cristiandad.
Paralelamente a estas celebraciones “canónicas” se
desarrollaba en España un culto especial a “la Dolorosa”, en torno a los “pasos
de Semana Santa” que tienen este motivo, servidos por hermandades y cofradías.
En
el siglo XVII se dio principio a la celebración litúrgica de dos fiestas
dedicadas a los Siete Dolores, una el viernes después del Domingo de Pasión,
llamado Viernes de Dolores, y otra el tercer domingo de septiembre.
La
primera fue extendida a toda la iglesia, en 1724, por el papa Benedicto XIII; y la segunda en 1814,
por Pío VII, en memoria de la cautividad sufrida por él en tiempos de Napoleón.
Esta segunda fiesta se fijó definitivamente para el
15 de septiembre y actualmente es la única que se celebra litúrgicamente.
Bajo
el título de Virgen de la Soledad o de los Dolores o de la Angustias se venera a
María en muchos lugares; es una advocación que cuenta con gran número de
devotos en países como España, Argentina, México, Italia y Portugal. Es la patrona de Eslovaquia.
La
fiesta de nuestra Señora de los Dolores se celebra el 15 de septiembre y recordamos en
ella los sufrimientos por los que pasó María a lo largo de su vida, por haber
aceptado ser la Madre del Salvador.
Este
día se acompaña a María en su experiencia de un muy profundo dolor, el dolor de
una madre que ve a su amado Hijo incomprendido, acusado, abandonado por los
temerosos apóstoles, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas,
escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy
pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su
muerte en una cruz, clavado de pies y manos.
María
saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo
mejor para nosotros, aunque nosotros no la comprendamos.
Es Ella quien, con su compañía, su fortaleza y su
fe, nos da fuerza en los momentos de dolor, en los sufrimientos diarios.
Pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo,
en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de Ella
y comprender que, en el dolor, somos más parecidos a Cristo y somos capaces de
amarlo con mayor intensidad.
La
imagen de la Virgen Dolorosa nos enseña a tener fortaleza ante los sufrimientos
de la vida.
Encontremos
en Ella una compañía y una fuerza para dar sentido a los propios sufrimientos.
Algunos
te dirán que Dios no es bueno porque permite el dolor y el sufrimiento en las
personas.
El sufrimiento humano es parte de la naturaleza del
hombre, es algo inevitable en la vida, y Jesús nos ha enseñado, con su propio
sufrimiento, que el dolor tiene valor de salvación.
Lo importante es el sentido que nosotros le demos.
Debemos
ser fuertes ante el dolor y ofrecerlo a Dios por la salvación de las almas.
De este modo podremos convertir el sufrimiento en
sacrificio (sacrum-facere = hacer algo sagrado).
Esto nos ayudará a amar más a Dios y, además,
llevaremos a muchas almas al Cielo, uniendo nuestro sacrificio al de Cristo.
ICONOGRAFÍA DE LA VIRGEN
DOLOROSA
La iconografía de la Virgen
admite algunas variantes aunque es menos rica que las escenas cristíferas
pasionarias.
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Se puede reducir a estos modelos: Amargura, Dolorosa, Quinta Angustia, Piedad, Virgen Afligida y Soledad.
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Se puede reducir a estos modelos: Amargura, Dolorosa, Quinta Angustia, Piedad, Virgen Afligida y Soledad.
La
Amargura
es una composición en la que iconográficamente debe aparece con san Juan en el
paso, escenificando su caminar por la Vía Dolorosa al encuentro de su Hijo que
el discípulo predilecto le señala con el dedo.
Representa
el momento en que la Virgen, acompañada de san Juan y ajena aún a la condena de
su Hijo
escucha en la llamada Sacra Conversación la noticia que le comunica el apóstol
sobre la situación de Jesús y ambos se dirigen a la calle de la Amargura para
contemplar el paso de Jesús cargado con la cruz camino del Gólgota.
La escena que se nos presenta no es evangélica y
solamente Lucas narra el encuentro de Jesús con las mujeres de Jerusalén (Lc
23, 27-31) pero no con su Madre.
La fuente hay que buscarla en uno de los textos más
influyentes en la conformación iconográfica de la Pasión: el Evangelio de
Nicodemo.
En su recensión B (una versión tardomedieval del
original) se nos dice que Juan había seguido el cortejo de Jesús y los soldados
para luego correr en busca de la Madre que nada sabía.
Al oír ésta el relato quedó transida de dolor y
acompañada del apóstol, María Magdalena, Marta y Salomé se dirigió a la calle
de la Amargura.
Es
la representación mariana más frecuente en las hermandades y aunque
acompañada por san Juan aparece hoy día solamente en seis pasos en siglos
pasados fue mucho más frecuente, incluso con la compañía de la Magdalena.
Para un mayor lucimiento de la imagen de la Virgen
con el paso del tiempo se han ido retirando esas figuras.
La
Dolorosa
es una Virgen en el Calvario,
presenciando el suplicio y muerte de su Hijo.
En este modelo iconográfico la Virgen puede
aparecer con más figuras y asimismo puede o no ir bajo palio.
La Virgen lleva pañuelo para secar sus lágrimas y
puñal en el pecho.
Esta devoción a los dolores de la Virgen hunde sus
raíces en la época medieval y fue especialmente propagado por la Orden servita,
fundada en 1233.
También hay varias imágenes con la advocación de
Dolores o Mayor Dolor que procesionan bajo palio.
La
Angustia
representa el momento del
descendimiento de la cruz para ser colocado el cuerpo del Hijo en el
regazo de la madre.
A continuación aparecería la Piedad que es el momento en que la Virgen tiene a Cristo muerto
en su regazo.
La más universal es la que cinceló Miguel Ángel
para el Vaticano.
La
Virgen Afligida
es la de la traslación al Sepulcro.
Y por último la Soledad, sola al pie de la cruz.
No obstante lo anterior, se suelen denominar
popularmente como “dolorosas” a prácticamente todas las imágenes marianas que
procesionan en Semana Santa, lo hagan o no bajo palio.
¿CUÁNTAS ESPADAS?
Se
ha tomado como símbolo de dolor en María una espada, teniendo en
cuenta la profecía de Simeón: “Una espada te atravesará el alma” (Lc. 2, 35).
El número simbólico de siete espadas es el que ha
predominado sobre todo a partir del s. XV. Hay un grabado del s. XVI que tiene
13 espadas.
El
murciano Salzillo (s. XVIII) talló una imagen de la Dolorosa, que sólo lleva
clavada una espada, la Virgen de la Purísima Angustia de la iglesia de Santa
Catalina, de Cádiz.
Como
los dolores son tan numerosos y variados nunca los autores se pusieron de
acuerdo acerca de cuáles eran cada uno, hasta llegó el momento que parecía como si
hubiese una competición para ver quién encontraba más en la biografía de la
Virgen, hasta el punto que llegaron a contarse hasta 150.
Lo que sí sabemos es que María por ser Corredentora
con su Hijo y al escoger éste el camino del sufrimiento tuvo que sufrir mucho,
nunca el dolor estuvo ausente en su vida.
STABAT MATER
1. Estaba la Madre dolorosa junto a la Cruz,
llorosa, en que pendía su Hijo.
2. Su alma gimiente, contristada y doliente atravesó
la espada.
3. ¡Oh cuán triste y afligida estuvo aquella
bendita Madre del Unigénito!
4. Languidecía y se dolía la piadosa Madre que veía
las penas de su excelso Hijo.
5. ¿Qué hombre no lloraría si a la madre de Cristo
viera en tanto suplicio?
6. ¿Quién no se entristecería a la Madre
contemplando con su doliente Hijo?
7. Por los pecados de su gente vio a Jesús en los
tormentos y doblegado por los azotes.
8. Vio a su dulce Hijo muriendo desolado al
entregar su espíritu.
9. Ea, Madre, fuente de amor, hazme sentir tu
dolor, contigo quiero llorar.
10. Haz que mi corazón arda en el amor de mi Dios y
en cumplir su voluntad.
11. Santa Madre, yo te ruego que me traspases las
llagas del Crucificado en el corazón.
12. De tu Hijo malherido que por mí tanto sufrió reparte
conmigo las penas.
13. Déjame llorar contigo condolerme por tu Hijo mientras
yo esté vivo.
14. Junto a la Cruz contigo estar y contigo
asociarme en el llanto es mi deseo.
15. Virgen de Vírgenes preclara no te amargues ya
conmigo, déjame llorar contigo.
16. Haz que llore la muerte de Cristo, hazme socio
de su pasión, haz que me quede con sus llagas.
17. Haz que me hieran sus llagas, haz que con la
Cruz me embriague, y con la Sangre de tu Hijo.
18. Para que no me queme en las llamas, defiéndeme
tú, Virgen santa, en el día del juicio.
19. Cuando, Cristo, haya de irme, concédeme que tu
Madre me guíe a la palma de la victoria.
20. Y cuando mi cuerpo muera, haz que a mi alma se
conceda del Paraíso la gloria.
Amén.
Fuentes:
- http://www.cofradiadeservitas.org/
- http://www.oblatos.com/dematovelle/index.php?option=com_content&view=article&id=2103:15-de-septiembre-fiesta-de-nuestra-senora-de-los-dolores&catid=124:legion-de-maria&Itemid=166
- https://es.wikipedia.org/wiki/Nuestra_Se%C3%B1ora_de_los_Dolores
- http://es.catholic.net/op/articulos/31915/nuestra-seora-de-los-dolores.html
- http://www.doloresnet.com/Historia/His_Iglesia.htm
- https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=276
Foros de la
Virgen María
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