REDACCIÓN CENTRAL, 21 Sep. 15 / 03:29 pm (ACI).-Hace
62 años, un día como hoy, fiesta de San Mateo Apóstol, el Papa Francisco
descubrió su llamado a la vida
sacerdotal. Los detalles de este hecho los contó él mismo en la Vigilia de
Pentecostés del 2013.
En aquella Vigilia participaron representantes de diversos movimientos y
asociaciones eclesiales, quienes establecieron un diálogo directo con el Papa.
Entre ellos, una joven preguntó a Francisco "¿Cómo alcanzó en su vida la
certidumbre de la fe?"
Francisco explicó que un día "muy importante" en su vida fue
el 21 de septiembre de 1953, era
el día del estudiante en Argentina, que coincide con el día de la primavera,
que se celebra con una gran fiesta.
"Antes de ir a la fiesta pasé por la parroquia a la que asistía, y
encontré a un sacerdote al que no conocía y sentí la necesidad de confesarme, y
esta fue para mí una experiencia de encuentro, he encontrado alguien que me
esperaba".
"No sé qué pasó, no me acuerdo, no sé por qué ese sacerdote estaba
allí o porque he sentido esta necesidad de confesarme, pero la verdad es que
alguien me esperaba, me estaba esperando desde hacía tiempo y después de la
confesión sentí que algo había cambiado”.
“Yo no era él mismo, había
sentido una voz, una llamada. Me convencí que debía convertirme en sacerdote,
y esta experiencia en la fe es importante", contó el Santo Padre.
Más adelante, en recuerdo a este acontecimiento, el sacerdote Bergoglio
al ser elegido Obispo, escogió como lema una expresión de San Beda que hace
referencia a la llamada de San Mateo, cuya fiesta es justamente el 21 de
septiembre: “miserando atque eligendo”. Que algunos traducen como “Lo miró con
misericordia y lo eligió”.
En la actualidad, el Papa Francisco conserva esta frase en su escudo
pontificio. Asimismo, siempre recomienda a los fieles leer el Evangelio de
Mateo y de manera especial el capítulo 25 de las obras de la misericordia.
LO QUE EL PAPA DIJO HOY
En la Misa
celebrada hoy en Holguín (Cuba) en la fiesta de San Mateo, el Papa Francisco
destacó que cuando el Señor pasó junto al evangelista “se detuvo, no pasó de
largo precipitadamente, lo miró sin prisa, lo miró con paz. Lo miró con ojos de
misericordia; lo miró como nadie lo había mirado antes. Y esa mirada abrió su
corazón, lo hizo libre, lo sanó, le dio una esperanza, una nueva vida”.
“Aunque no nos atrevemos a levantar los ojos al Señor, Él siempre nos
mira primero. Es nuestra historia personal; al igual que muchos otros, cada uno
de nosotros puede decir: yo también soy un pecador en el que Jesús puso su
mirada”.
En este sentido animó a dejarnos mirar por Jesús. “Dejémonos mirar por
el Señor en la oración, en la Eucaristía, en la Confesión, en nuestros hermanos,
especialmente en aquellos que se sienten dejados, más solos. Y aprendamos a
mirar como Él nos mira”.
Por Abel Camasca
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