lunes, 27 de octubre de 2014

ONCE FORMAS EN LAS QUE EL SÍNODO HA FALLADO A LA VISIÓN DEL PAPA FRANCISCO


Lo que me dejó atónito fue que, después de 18 meses en los que Francisco se ha adueñado de los titulares en todo el mundo, el sínodo pareciese tan extrañamente ajeno a las prioridades del Papa.

Antes de que comenzase en Roma, el 5 de octubre, el Sínodo Extraordinario de Obispos sobre la Familia, escribí que mi principal esperanza para después de sus dos semanas de duración era "que no perjudicase a los esfuerzos de parroquias en todo el mundo para proponer la bendita y exigente vocación del matrimonio cristiano". El peligro de las peores expectativas es ahora que esos esfuerzos sean arruinados del todo.

El sínodo no se ocupó principalmente de animar a las parejas jóvenes a abrazar con entusiasmo la gran aventura del matrimonio católico. Las parejas que viven en un silencioso heroísmo las bendiciones y los límites de esa aventura sólo aparecieron en las sombras de los focos del sínodo. Fue al revés: el sínodo agitó la excitación de quienes -dentro y fuera de la familia de los fieles- desean que la Iglesia haga finalmente las paces con la "revolución sexual".

La beatificación del Papa Pablo VI a la conclusión del sínodo debería haber significado que esa rendición total de las enseñanzas morales nunca fue una opción. Sin embargo, fue desconcertante escuchar a algunos prelados hablar con tanto desahogo sobre la tradición cristiana en torno al matrimonio, la castidad y la vida de familia.

Ahora bien, lo que me dejó atónito fue que, después de 18 meses en los que Francisco se ha adueñado de los titulares en todo el mundo, el sínodo pareciese tan extrañamente ajeno a las prioridades del Papa. Este sínodo falló estrepitosamente a la audaz visión del Papa en al menos once formas distintas.

PRIMERO, la metodología del sínodo no ofreció suficiente espacio al corazón de la proclamación misionera de la Iglesia, esto es, a la alegría del Evangelio. Aunque varios padres hablaron de los conmovedores testimonios de parejas casadas con los que comenzaban las sesiones cada día, eran la excepción en los trabajos del sínodo. Desde la revisión inicial hasta las ruedas de prensa diarias, los temas de vanguardia fueron los problemas y dificultades de la vida matrimonial y familiar. Se supone que los temas del sínodo eran el cuidado de la familia en el contexto de la evangelización, y la evangelización comienza con la convicción de que existe un Evangelio -la Buena Noticia- que compartir. El sínodo se focalizó en los problemas, y no en la proclamación. Hubo demasiadas preocupaciones y no la suficiente alegría.

SEGUNDO, la agenda del sínodo fue decididamente mundana. A su regreso de Tierra Santa, el Santo Padre dijo que sus objetivos eran dirigirse a la situación "global" de la familia, y que "no le gustaba" que fuese dominante el asunto de los divorciados vueltos a casar por lo civil. La preocupación principal de la Iglesia no es que demasiadas personas se estén divorciando y volviendo a casar, sino, en primer lugar, que demasiado pocas se casan. La agenda del mundo es el divorcio, la convivencia y el "matrimonio" del mismo sexo. El sínodo sucumbió a la mundanidad que Francisco critica constantemente. La agenda práctica de este sínodo fue demasiado New York Times y demasiado poco Nuevo Testamento.

TERCERO, la manipulación de los procedimientos y los mensajes del sínodo fue impropia de una Curia Romana a la que el Santo Padre urge casi diariamente a evitar los chismorreos, las intrigas y la ambición. Obispos muy importantes de los cinco continentes denunciaron públicamente las decisiones tomadas en la trastienda de las que sólo se informaba selectivamente en los contenidos de las intervenciones sinodales, culminando con el informe intermedio [la Relación tras las Deliberaciones, n.n.] que ocupó los titulares de todo el mundo pero que no reflejó con honestidad lo que realmente habían dicho los participantes. Francisco ha denunciado magníficamente los juegos de poder de la corte como la "lepra" del papado, y sin embargo el sínodo estuvo infectado precisamente de eso. Si no se corrige pronto, nos espera un año entero de no escuchar al Espíritu Santo, sino, por el contrario, de continuas maquinaciones en la trastienda, de mendacidad, de maniobrerismo.

CUARTO, el sínodo invirtió las preferencias del Santo Padre por las periferias más que por el centro. La Iglesia nacional más burocratizada, rica, institucionalmente pesada e intelectualmente acreditada -Alemania- se aseguró una influencia completamente desproporcionada a la menguante vitalidad de su vida, de su culto y de su testimonio. Mientras tanto, las jóvenes Iglesias locales de la periferia fueron marginadas e incluso menospreciadas [alude a las despreciativas palabras del cardenal Walter Kasper sobre la Iglesia africana, n.n.]. Debe haber sido gravemente insultante para este primer Papa proveniente del Sur global -aunque él lo soportó con un silencio paciente- escuchar las lecciones de la privilegiada y profesionalizada casta clerical del episcopado europeo como si estuviésemos de nuevo en 1869, cuando en el Concilio Vaticano Primero la mitad de los obispos eran italianos o franceses. El testimonio de los católicos normales de las jóvenes Iglesias de África y Asia tuvo un papel secundario ante las preocupaciones del establishment clerical europeo. En la Iglesia de Francisco, los ricos no deberían tener más oportunidades que los pobres. En el sínodo sí las tuvieron.

QUINTO, el sínodo no fue sobre la Iglesia saliendo de sí misma, sino mirándose el ombligo. Cuando el asunto dominante es qué cardenal ha sido designado para qué comisión redactora, la Iglesia está en peligro de convertirse exactamente en lo que Francisco no quiere: autorreferencial y cerrada en sí misma.

SEXTO, el sínodo no resaltó el animoso acompañamiento del Papa Francisco. En su encuentro del día de San Valentín con los novios, Francisco les habló simple y directamente sobre lo que hace feliz a un matrimonio: esposos que dicen "gracias", "por favor" y "lo siento". Este compromiso sano y hogareño con la vida matrimonial se perdió en el sínodo, sustituido por cuestiones controvertidas.

SÉPTIMO, el sínodo no tuvo un funcionamiento colegial en sus pronunciamientos principales. La élite de quienes lo manejaron no hizo caso de lo que decían los participantes en el sínodo. No es que tuviesen que hacerlo siempre, pero Francisco habla del sínodo como un "viajar juntos". En este viaje, hubo unos padres que se apoderaron de la dirección y esperaban que los demás les siguiesen.

OCTAVO, y así se señaló cuando el informe intermedio se hizo público, el sínodo pareció olvidarse del pecado. Apenas se lo mencionó, algo muy extraño para un sínodo convocado por el Papa Francisco, quien, cuando el año pasado se le pidió que se describiese a sí mismo, dijo simplemente: "Soy un pecador". Es clave en el pensamiento de Francisco que el lugar "privilegiado" del encuentro con el Señor es la experiencia de la Divina Misericordia ante nuestros pecados. Francisco habla al mismo tiempo de la misericordia y del pecado, el sínodo pareció olvidar este último, lo que hace a la primera menos apremiante.

NOVENO, en la canonización del Papa San Juan Pablo II en abril, el Santo Padre le propuso a la Iglesia como "el Papa de la Familia". En el sínodo fue casi enteramente olvidado. Un Papa que escribió la riquísima Familiaris Consortio tras el sínodo de 1980 sobre la familia y que dedicó cuatro años a la Teología del Cuerpo debería haber sido el punto de partida del sínodo. En cuanto a la misericordia, San Juan Pablo II dedicó una encíclica entera a la Divina Misericordia. Sin embargo, tanto sus enseñanzas como los investigadores del Instituto Juan Pablo II para el Matrimonio y la Familia fueron ignorados en los trabajos del sínodo.

DÉCIMO, el sínodo ignoró la repetida exhortación de Francisco de que todas las generaciones se necesitan unas a otras: los jóvenes necesitan a los ancianos, los ancianos necesitan a los jóvenes. Incluso en sus afectuosas referencias al Papa emérito Benedicto XVI como un "abuelo", Francisco tiene un profundo sentido de la familia extendida como un puente entre generaciones. Al centrarse en las parejas divorciadas, que conviven sin estar casadas o del mismo sexo, las generaciones mayores y más jóvenes fueron olvidadas, aunque son una parte fundamental de la familia.

UNDÉCIMO, si la Iglesia debe ser un "hospital de campaña" para un mundo moderno lleno de gente herida, es necesario conocer la naturaleza de las enfermedades y heridas por las que sufre el mundo moderno. El corazón del hombre y de la mujer actuales ha sido herido profundamente por la cultura del "descarte" vinculada a la revolución sexual. Los médicos que no diagnostican bien son de escasa ayuda para ofrecer un tratamiento eficaz. En su mensaje de clausura, Francisco señaló esta carencia del sínodo, tentado de vendar las heridas antes de curar sus causas.

* * *

Ahora a la Iglesia le espera otro sínodo el próximo octubre. ¿Serán en él más reconocibles las propuestas del Papa Francisco para una Iglesia de discípulos misioneros? ¿O continuará siendo un ejercicio de mundanidad?

La experiencia del sínodo 2014 no es prometedora.

Artículo publicado en el National Catholic Register.
Raymond J. de Souza

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