viernes, 2 de agosto de 2013

MATEO...

Mateo 13, 47-53

«Asimismo el Reino de los Cielos es semejante a una red barredera que, echada en el mar; recoge toda clase de cosas. Y cuando está llena la arrastran a la orilla, y sentándose echan los buenos en cestos, mientras los malos lo tiran fuera. Así será el fin del mundo: saldrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos y los arrojarán al horno del fuego. Allí será el llanto y rechinar de dientes.

¿Habéis entendido todo esto? Le respondieron: Sí. Él les dijo: Por eso, todo escriba instruido acerca del Reino de los Cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas.

Y sucedió que cuando terminó Jesús estas parábolas partió de allí».

Jesús, comparas el Reino de los Cielos con esa «red barredera que recoge toda clase de cosas».

Tú has venido a salvar a todos los hombres, sin hacer distinción de raza, sexo o posición social. Toda persona puede recibir tu gracia, si vive de acuerdo con la fe y la moral cristiana. Sin embargo, no coaccionas a nadie a seguirte: el que quiera despreciar los frutos de tu pasión en la cruz es libre de hacerlo.

La «red barredera» arrastra a buenos y malos hacia la orilla del juicio final, que cada uno tendrá después de morir. Entonces «saldrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos.»

Jesús, qué fácilmente olvido esta verdad tan importante: hay juicio, y luego hay premio o castigo. Es cierto que el fin de mi lucha por ser mejor cristiano no consiste en superar la prueba del juicio, sino en amar a Dios. Tampoco el fin del estudio es aprobar un examen, sino aprenden. Pero he de ser consciente de que habrá examen, y por eso me interesa conocer qué me van a preguntar en esa prueba. «La misma santa Iglesia romana cree y firmemente confiesa que todos los hombres compadecerán con sus cuerpos en el día del juicio ante el tribunal de Cristo para dar cuenta de sus propias acciones».

JESÚS, TÚ ERES EL JUEZ QUE ME VA A JUZGAR.

¿Qué me vas a preguntar en ese momento tan crucial? Tú me lo has dicho claramente:

«No todo el que me dice: Señor, Señor entrará en el Reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre»

El juicio consistirá en ver hasta qué punto he sabido obedecer la voluntad de Dios.

«Estudiante: fórmate en una piedad sólida y activa, destaca en el estudio, siente anhelos firmes de apostolado profesional. Y yo te prometo, con ese vigor de tu formación religiosa y científica, prontas y dilatadas expansiones»

Jesús, Tú has revelado unas verdades sobre la vida cristiana y el destino eterno de los hombres premio o castigo que debo conocer. Para conocer cuál es tu voluntad, y también para ayudar a que los demás te conozcan mejor, debo formarme en una piedad sólida y activa.

De este modo, podré ser un verdadero apóstol en mi lugar de trabajo, haciendo ese apostolado profesional que tanta falta hace en el mundo.

«Todo escriba instruido acerca del Reino de los Cielos…» Jesús, Tú esperas de mí esa formación sobre el Reino de los Cielos, sobre la vida y la doctrina cristiana. ¿Qué tiempo le dedico a mi formación religiosa? Además, el escriba era una persona culta y con prestigio entre la gente de Israel; por eso, también me pides formación profesional, prestigio profesional: destaca en el estudio. ¿Cómo voy a hacer apostolado profesional si soy mediocre en mi trabajo o en mi estudio; si no me esfuerzo en rendir al máximo? Jesús, me pides que adquiera formación religiosa y científica. Entonces, sabré contestar las dudas de mis amigos sobre la fe, la doctrina y la vida cristiana con don de lenguas, sabiendo combinar los avances actuales de cada ciencia, con las verdades perennes que enseña la Iglesia.

Como el padre de familia del Evangelio, «que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas», así sabré yo explicar la fe a los que me rodean: porque tu palabra, Señor, es antigua y, a la vez, siempre nueva.

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