viernes, 13 de julio de 2012

EL “YO” Y EL “NO YO”


La creencia en el YO es mucho más que una elemental falta de lógica o un cómodo atajo lingüístico. Es algo que hace verdaderamente daño.

Una vez que establecemos un YO que de alguna manera posee y manipula el cuerpo, la mente y el alma, estos se convierten en objetos. Se convierten en cosas y pierden su misterio. Aun esto podría tolerarse si nos quedamos allí, pero no nos quedamos.

Hubo otra época en que la gente no se preocupaba del YO. Era la época del puro y simple vivir. Era el tiempo en que la gente cayó en la cuenta de que vivía, pero antes de que la voluntad del hombre se emborrachara de poder.

En aquellos tiempos, a los seres humanos no les parecía nada especial eso de ser humanos. Los recién nacidos entraban en el mundo sin mas ceremonia que el abrirse el huevo de un pájaro o el amanecer de un capullo. Y cuando alguien moría, era como una hoja cayendo de un árbol… no hay nada que objetar al YO como concepto.

El problema comienza cuando creemos que la idea del YO es una realidad, y a eso le sigue la autentica locura de que es nuestra obligación formar, arreglar, mejorar y, en último término, controlar esa COSA.

Si pudiéramos pasar por la vida convencidos de que el YO no es más que el nombre que se ha dado a una combinación concreta del cuerpo, mente y alma, no andaríamos tan chiflados. Pero metemos ese ALGO que se esconde detrás del cuerpo, mente y alma, los controla y se responsabiliza de sus acciones… y, SE ARMA EL LÍO.

Todos  parecen coincidir en que el YO es el que tiene la culpa de todo. “Dios te pide sólo una cosa, y es que salgas de tu YO, en cuanto eres un ser creado, y le dejes a Dios ser Dios en ti.

El YO ha echado raíces. A la mayoría de los mortales no nos será fácil desentendernos de ÉL. Pero si podemos, al menos, aligerar la carga tomándolo menos en serio, disminuyendo su importancia y sonriendo con alegría en vez de agobiarnos con apuro. Si no podemos destronar al TIRANO, por lo menos quistémosle los poderes.

San Juan de la Cruz con su célebre palabra: NADA, NADA, NADA, parece ser lo único que puede llevarnos al TODO, TODO, TODO. La dimisión del YO es el arranque fundamental que, en FE y ESPERANZA, nos ha de llevar a la plenitud del TODO.

Recordemos lo que San Juan dijo en el momento más sublime de todos sus Escritos: “Vivo…, bueno, no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mi”

… y las palabras del Señor a Santa Catalina de Siena: “Yo soy el que es… tú eres la que no eres”

Publicado por: José Miguel Pajares Clausen

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