jueves, 14 de julio de 2011

LAS RAZONES POR LA QUE BENEDICTO XVI DESECHÓ LA IDEA DE HACER "SANTO SÚBITO" A JUAN PABLO II



Era una propuesta de monseñor Stanislaw Dziwisz.

Se estudió seriamente esa posibilidad, pero tras consultarlo con algunos de sus colaboradores, decidió no saltarse las normas.

En las primeras semanas de su pontificado, Benedicto XVI tomó seriamente en consideración la petición de proclamar al Papa Juan Pablo II santo súbito, es decir, de abrir directamente el proceso para la canonización saltándose el paso intermedio de la beatificación. Un evento sin precedentes en la época moderna.

Una idea de Don Stanislaw.
Ratzinger no dijo que no inmediatamente, sino que evaluó la propuesta que daba forma a una aspiración del mismo secretario personal de Wojtyla, Stanislaw Dziwisz. Pidió consejo a algunos colaboradores de la curia romana y al final estableció consentir la apertura inmediata del proceso, sin tener en cuenta los cincuenta años de la muerte, pero sin saltarse el escalón de beato.

Es necesario volver la vista hacia la gran emoción de los días sucesivos a la muerte de Juan Pablo II para comprender lo que sucedió en lo santos palacios de Oltretevere. Los cardenales, mientras se reunían para decidir el desarrollo de los funerales y preparar el cónclave por el cual sería elegido Benedicto XVI, veían la corriente ininterrumpida de personas que desfilaban delante de la tumba de Wojtyla.

Firmas para su canonización.
El cardenal eslovaco Jozef Tomko, perfecto emérito de Propaganda de Fe y amigo del Pontífice apenas desaparecido, se hizo promotor de una recogida de firmas entre los compañeros cardenales para pedir al nuevo Papa, fuese quién fuese, abrir la causa para llevar a su predecesor al altar.

El entonces decano del colegio cardenalicio, Joseph Ratzinger, en la homilía de la misa fúnebre habló de Wojtyla asomado a la ventana del cielo, y sus palabras vinieron consideradas como un viático halo. Justo después de las elecciones, el cardenal Ruini fue a presentarle la petición de sus compañeros. De parte de Dziwisz le llegó sin embargo a Benedicto XVI la sugerencia de la proclamación de santo súbito.

Evaluar pros y contras.
Ratzinger, que había conocido de cerca a Wojtyla y había sido uno de sus más longevos y estrechos colaboradores, quiso evaluar la propuesta con calma, pros y contras: de una parte la fama de santidad difundida a nivel popular y la excepcional figura del predecesor, de la otra las reglas canónicas y el impacto que una ruptura tal habría tenido si hubiera sido una proclamación inmediata.

El nuevo Papa sabía bien que una cosa similar había sido tomada en consideración apenas dos años antes, en junio de 2003, cuando el Secretario de Estado Angelo Sodano había escrito una carta a nombre de Juan Pablo II a algunos cardenales de la curia romana, pidiéndoles su parecer sobre la posibilidad de proclamar santa inmediata a la madre Teresa de Calcuta, sin pasar por la beatificación. Al Papa Wojtyla esa idea no le desagradaba, pero quiso consultar a sus colaboradores, quienes se lo desaconsejaron. De esto modo madre Teresa se convirtió en beata, no en santa.

Sin atajos.
Consultados algunos colaboradores, Benedicto XVI que por lo tanto siguió la misma línea, decidió derogar la espera de cinco años, pero estableció que la causa del predecesor, aunque siguiendo una vía rápida en cuanto al tiempo, siguiera los trámites normales, sin atajos o descuentes. El hecho que apenas seis años de la muerte de Juan Pablo II se haya convertido en beato es ya, de por sí, un hecho excepcional. Desde hace más de un milenio, de hecho, un Papa no subía a los altares a su inmediato predecesor.

El último Papa que se quiso que fuera santo súbito, antes de Wojtyla, fue Juan XXIII: los padres del Vaticano II propusieron a su sucesor Pablo VI canonizarlo en Concilio, por aclamación. También esa vez el Papa eligió un camino diverso e hizo iniciar el proceso regular para Roncalli, asignando otro para Pio XII.

Andrea Tornielli/Vatican Insider

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