martes, 26 de mayo de 2009

UNA COLUMNA PARA CRISTO


No es fácil ofrecer mi mensaje en una columna abierta, ante tantos lectores y tantas sensibilidades.

Si todos los periódicos del mundo decidieran dejar libre una columna, en primera página, para que Cristo pueda ofrecer un artículo, ¿qué escribiría?

La respuesta sólo puede darla Cristo. Nosotros, con mucho respeto, queremos imaginar algunas ideas que saldrían del corazón del Maestro y que se plasmarían en unas sencillas y pobres letras humanas. Desde luego, Él diría las cosas del mejor modo imaginable. Quizá incluso no escribiría... Pero dejamos espacio a la creatividad: ¿qué nos diría desde el cielo?

No es fácil ofrecer mi mensaje en una columna abierta, ante tantos lectores y tantas sensibilidades. Con el permiso de mi Padre, quiero simplemente lanzar una invitación, una llamada, un gesto amigo para quien desee acogerlo.

Quisiera decirte, sencillamente, que eso que esperas, eso que anhelas, eso que buscas, ya es una realidad presente y concreta. Me encarné en María, nací en Belén, viví en Nazaret, prediqué en Judea y en Galilea, morí en una Cruz, resucité, para anunciarte la gran noticia: Dios está en el mundo y vive entre los hombres.

No tienes que esperar otro salvador. No tienes que buscar una doctrina complicada y difícil en las enseñanzas de los sabios. No tienes que sacrificar tu tiempo en técnicas mudables y siempre defectuosas. No tienes que sufrir ante dolores que parecen sin sentido.

La salvación ha llegado. La traigo yo con mi presencia, con mis palabras, con mis gestos, con mi amor. Vengo a buscar la oveja perdida, a sanar el corazón cansado, a perdonar al pecador abatido, a consolar a quien vive sumergido en penas profundas, a levantar al herido, a animar al justo, a defender al débil.

Sólo necesito que me dejes penetrar en tu existencia, que me permitas ordenar tus pensamientos, que me concedas tocar tu corazón confundido, que me concedas perdonar tu pecado, que me dejes estar siempre contigo.

Tendrás que dejar pasiones pasajeras, apegos al dinero, curiosidades peligrosas, placeres que te dañan a ti y dañan a otros, egoísmos con los que hasta ahora has vivido. Pero serás capaz de descubrir un mundo nuevo, donde el perdón restaura al más perverso, donde el amor lleva al heroísmo, donde las razas pueden vivir unidas, donde la guerra y el odio quedan arrojados lejos.

Estoy ahora, simplemente, a tu puerta. No te obligo a abrir, no te fuerzo a amarme. Espero, con respeto, tu respuesta. Si me abres, si me dejas amarte, si me permites ser tu amigo, penetraré en tu alma, te ungiré con mi Espíritu, y podrás descubrir que mi Padre es también Padre tuyo y de todos tus hermanos...”
Autor: P. Fernando Pascual LC

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