miércoles, 15 de abril de 2009

ENFRENTANDO LA MENTIRA


Dicen que para todo nuevo comienzo, vendrá un fin. Dicen que la gente teme lo que no comprende. Dicen que el carácter se forma a través de la toma de decisiones difíciles.

Algo que me falta por comprender, sin embargo, es por qué la gente juzga antes de estar plenamente informada. Entiendo que el temor, los celos y la envidia puedan jugar un papel en ese proceso de pensamiento. Pero, en los tiempos en que vivimos, uno pensaría que la era de juzgar un libro por su cubierta estaría cerca de un fin abrupto.

Con información al alcance de nuestros dedos, ¿qué usa uno como excusa para estar mal informado o desinformado del todo? La respuesta, mis lectores, es la ignorancia.

Anteriormente les dije que me estoy embarcando en una nueva aventura en mi vida. Se hizo un cambio y lo he aceptado abiertamente. Me he embarcado en la aventura cómo si hubiese estado en mi mano todo el tiempo. Hasta el momento, la experiencia ha sido un cambio bienvenido para mí. Y, con toda franqueza, no puedo recordar un tiempo en mi vida cuando haya estado más feliz y contento. Pero con lo bueno necesitamos aceptar lo malo. Por cada positivo tiene que haber un negativo.

Un saludable balance de positivos y negativos debe existir para proveerle a nuestra vida una saludable dosis de variedad.

Esa es la razón por la que, cuando me di cuenta de que uno de los pocos negativos apareció en mi nueva aventura, no me molesté por mucho tiempo. Me di cuenta de que donde vayamos siempre habrá algo con lo que no estamos de acuerdo, una comida que no nos gusta, una persona que no puedes soportar, y cosas que simplemente nunca comprenderemos. No es asunto de opinión; es un hecho.

Lo mejor que podemos hacer es aceptarlo y avanzar tan rápidamente como sea posible. En mi caso, una dosis de publicidad negativa se me puesto por delante. Sin embargo, no de manera directa, y muy indirectamente. Su propósito es pintar una mala imagen de mí y regar mentiras.

He aprendido, sin embargo, en los últimos años que la verdad lo conquista todo. Y donde la mentira oscurece, la verdad ilumina; donde las mentiras hieren, la verdad sana; donde las mentiras atrapan, la verdad nos libera. Así, la manera madura y más efectiva de tratar una situación en la que otro riega mentiras sobre uno, les animo que no sea contestando con ira, odio y mentiras, sino con gozo, amor y verdad.

Porque es el que dice solo la verdad el que gana la guerra. Sin importar lo bueno o lo malo… la verdad es siempre la mejor herramienta para ganar una guerra de palabras, choques de personalidad y conflictos de ego.

La próxima vez que escuchen algo falso sobre ustedes, no le den importancia. ¡Tenemos cosas más importantes que hacer! Vayamos y acomodemos nuestros calcetines, observemos la pintura secarse, o quedémonos viendo una pared… y les prometo que aquel será tiempo mejor empleado que en preocuparnos sobre afirmaciones falsas, dañinas y negativas. No permitamos que las acciones de otros determinen cómo vivimos la vida.

Si nos detenemos a pensar acerca de lo que los demás piensan sobre nosotros, no tendremos tiempo suficiente en el día para pensar acerca de nada más.
Alex Wipper

Reflexión: No cabe duda que cuando permitimos que la mentira se haga parte de nuestro diario vivir, todos perdemos. Nunca me olvido de una ilustración que una vez escuché a un amigo predicador. Él decía que una de las bendiciones de no mentir es que no tenemos que acordarnos qué fue lo que dijimos antes a alguien para asegurarnos de no contradecirnos.

Obviamente hay mucho más de bendición asociada con la verdad… pero sólo por la paz que esta observación nos brinda, creo que todos deberíamos abrazarla. Por otro lado, no podemos ni debemos permitir que las mentiras de otros enrumben nuestras vidas, permitiéndoles amargarnos o generar en nosotros una actitud de revanchismo. ¿Por qué no, más bien, dejarlo todo ante Dios y permitirle que sea Él quien juzgue nuestra causa?

Descubriremos que viviremos en paz con Dios, nosotros mismos y con los demás. Adelante y que Dios les continúe bendiciendo.
Raúl Irigoyen

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