VISITA AL SANTÍSIMO SACRAMENTO
Aquí estoy en
vuestra divina presencia, Jesús mío, para visitaros.
Fuente:
Catholic.net
La adoración eucarística es un momento de intimidad, de confianza y de
amistad con Dios. En esos ratos de oración ante el Santísimo, ante Jesús
Sacramentado, recordamos que su presencia es fruto del amor que nos tiene. Es
un momento oportuno para renovar nuestro propósito de ser santos y de responder
generosamente al amor de Dios. En la adoración a Cristo Jesús también podemos
pedir perdón por nuestras faltas y pecados, reconociendo así, con humildad, que
sólo Él tiene el poder para perdonarnos y que lo ejerce por medio de sus
sacerdotes en el confesionario, renovando nuestra confianza en su misericordia.
Podemos rezar por los demás, por nuestros familiares, los amigos, por
los necesitados, los sufrientes, los enfermos, los agonizantes, los pobres...
También por la Iglesia, el Papa, los obispos, los sacerdotes... Por los
desvalidos, por los que necesitan de la fe y se creen abandonados de Dios, por
la conversión de los infieles y de los seguidores de las falsas religiones, por
el arrepentimiento de los herejes... Podemos ofrecer un acto de reparación por
los pecados nuestros y ajenos, en especial por las ofensas que se profieren
contra el nombre de Dios y los sacrilegios que se realizan contra el Santísimo
Sacramento; por los crímenes contra los no nacidos, por los pecados contra la
moral y la castidad; por las faltas contra la justicia; por el flagelo del
crimen organizado... En fin, en cada uno de nosotros anidan diversas
intenciones y necesidades que podemos presentar con fe y confianza. ¡Ojalá podamos hacer de la visita al Santísimo un hábito
que tendrá muchos frutos en nuestra vida espiritual!
VISITA AL SANTÍSIMO SACRAMENTO
-Por la señal...
-Señor mío Jesucristo...
ORACIÓN PREPARATORIA.
Aquí estoy en vuestra divina presencia, Jesús mío, para visitaros.
He venido, Señor, porque me habéis llamado.
Vuestra presencia real en la Sagrada Eucaristía, es el eco de aquellas
palabras que nos dirigís en el Evangelio: "Venid
a Mí todos los que estáis cargados con vuestras miserias y pecados y Yo os
aliviaré". Aquí vengo, pues, como enfermo al Médico, para que me
sanéis; como pecador al Santo, para que me santifiquéis; y como pobre y mendigo
al rico, para que me llenéis de vuestros divinos dones.
Creo, Jesús mío, que estáis en el Santísimo Sacramento del Altar, tan
real y verdaderamente como estabais en Belén, como estabais en la cruz y como
estáis ahora en el Cielo.
Espero en Vos, que sois poderoso y bueno, para santificar mi alma y
salvarme.
Os amo con todo mi corazón, porque sois la Bondad infinita, digno de ser
amado de todas las criaturas del Cielo y de la tierra; y me habéis amado hasta
derramar vuestra sangre y dar vuestra vida en la cruz por mí.
Vengo aquí a buscar un refugio contra la corrupción del mundo. En el
mundo todo es falsedad y mentira; vengo a Vos que sois la Verdad eterna. El
mundo está lleno de abismos de iniquidad; vengo a Vos que sois el único Camino
de la felicidad. En el mundo todo es sensualidad y pecado; vengo a Vos que sois
Vida y Santidad de las almas.
¡Dadme luz, Señor! ¡Que yo os vea presente en el
Sagrario con los ojos de la fe; y que mi corazón beba hasta saciarse de la
fuente del Amor divino que brota de vuestro Corazón Sacramentado!
COMUNIÓN ESPIRITUAL.
Creo, Jesús mío, que sois el Hijo de Dios vivo, que habéis muerto en la
cruz por mí, y estáis ahora real y verdaderamente en el Santísimo Sacramento
del Altar. Os pido perdón de todos mis pecados. Os amo sobre todas las cosas y
deseo recibiros. Venid a mi corazón. Os abrazo. No os apartéis jamás de mí.
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
ESTACIÓN AL SANTÍSIMO.
Está constituida por el Padrenuestro, el Avemarías y el Gloria, se
repiten cinco veces por las cinco llagas de N.S. Jesucristo y una vez por el
Papa.
JACULATORIAS CONTRA LA BLASFEMIA.
Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero
Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del
Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea María Santísima, la excelsa Madre de
Dios.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción a los Cielos.
Bendito sea el Nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo Esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.
ORACIÓN FINAL.
Gracias, Jesús mío, por la bondad con que me habéis recibido y permitido
gozar de vuestra presencia y compañía amorosas.
Me vuelvo a mis ocupaciones. Mi corazón queda contigo. En mi trabajo y
en mis descansos me acordaré de Ti, y procuraré vivir con la dignidad que
merece vuestra amistad divina.
Dadme vuestra bendición y concédeme todas las gracias, que necesito,
para amaros y serviros con la mayor fidelidad.
Bendice, Señor, al Papa, vuestro Vicario en la tierra; líbrale de todos
los enemigos de la Iglesia, ilumínale y santifícale para que confirme en
la fe a todos nuestros hermanos. Dale sabiduría y asístelo para que
logre que todos los fieles nos mantengamos en la fe de Cristo sin contaminación
alguna y nos conservemos unidos a la Iglesia Católica por los vínculos de esa
fe, así como también por la caridad en el obrar, para que, de este modo, todos
alcancemos la salvación de nuestras almas.
Bendice a vuestra Iglesia Santa y haced que su luz brille en todas las
naciones; que los paganos conozcan y adoren al único verdadero Dios y a su Hijo
Jesucristo; que los herejes renieguen de sus yerros; que los seguidores de las
falsas religiones se conviertan a la verdadera Iglesia y se integren a la única
arca de salvación; que ellos y los pecadores tengamos arrepentimiento.
Bendice a vuestros sacerdotes, consérvalos fieles a las enseñanzas de la
Iglesia, protégelos de las tentaciones, santifícalos y multiplícalos. Y danos,
Señor, la sabiduría para discernir entre tus buenos ministros y los falsos
pastores que son guías ciegos y lobos rapaces que buscan llevarnos al abismo.
Bendice y protege a nuestra nación.
Bendice a todos nuestros bienhechores y concédeles la bienaventuranza
eterna.
Bendice a los que nos han ofendido y cólmalos de beneficios.
Bendice a todos nuestros familiares y haced que vivan todos en vuestra
gracia y amistad y que un día nos reunamos en la Gloria.
Da el descanso eterno a todas las almas de los fieles difuntos que están
en el Purgatorio.
Da la salud a los enfermos. Convierte a todos los pecadores. Danos a
todos vuestro divino amor, consérvanos íntegros en la fe y en la obediencia a
tus mandamientos hasta el final de nuestra vida para poder alcanzar un día la
luz esplendorosa de la Gloria, donde en unidad con el Padre y el Espíritu Santo
te alabemos y bendigamos por los siglos de los siglos. Amén.
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