viernes, 5 de agosto de 2022

MADRID EN VERANO

Estos días mucho se está hablando de las medidas del gobierno para luchar contra el gasto energético. De forma general, estoy de acuerdo con ellas. No tiene sentido que haya que poner más baja la temperatura del aire acondicionado en todas las oficinas para que los empleados puedan vestir con americana y corbata. Eso nunca tuvo ningún sentido, con crisis energética o sin ella. En todas las oficinas hay que promover una moda de invierno y otra de verano, pudiendo (en cuanto haya que poner el aire acondicionado) ir en mangas de camisa, con manga corta y sin corbata. Ya sé que ya existe una moda de verano, pero estoy a favor de extremar más las cosas en las oficinas.

No soy favorable a imponer nada, pero sí a promover esto con todo el poder del aparato mediático del Estado. Tampoco soy contrario a que esa moda incluya los pantalones cortos, sea dicho de paso. Los expertos en moda estarían encantados en crear tendencias elegantes, y la población apoyaría mayoritariamente una medida tan racional. Pero prefiero que se promueva el entusiasmo de la población en esa dirección. Si algo nos enseña la vida es que imponer suele provocar el efecto contrario, al menos, en una parte notable de los ciudadanos.

Las puertas siempre abiertas de los comercios, de las que sale un chorro de aíre frío, siempre, siempre, me pareció otra irracionalidad. Aunque siempre me ha gustado el olor a canela que sale por las puertas de algunas pastelerías.

Tampoco me ha gustado el que los ayuntamientos pongan fuentes de espantoso gusto artístico, pero en las que el agua siempre está corriendo. Si una fuente fuera muy bonita, aún se podría justificar, pero muchas fuentes son tan feas que da lo mismo que corra agua o no.

Hago una añadidura, si una superiora de una comunidad monástica me comunicara que van a colocar aire acondicionado porque no soportan el calor con sus hábitos pesados, cerrados, recios, le diría que creen hábitos de verano. Estos últimos pueden reducirse a una túnica y un velo ligerísimo. No conozco ningún caso, que conste; ha sido un caso hipotético. Pero mejor un modo ligero de vestir, que no añadir más gasto energético por llevar vestiduras invernales. Ojo, no digo que vayan sin hábito. Dígase lo mismo para los sacerdotes con sotana.

En lugares tan abrasadores como España o Italia, sería favorable a a la permisión de la sotana blanca. Incluso sería favorable a que el corte tradicional de la sotana, tan ceñida, se pudiera sustituir por un hábito talar amplio, con capucha, para no tener que llevar alzacuellos, que siempre da calor.

Puedo asegurar, porque lo he probado, que la diferencia entre una sotana de corte tradicional, negra, y un hábito talar amplio y de algodón 100% es de una diferencia radical. La primera da calor sea como sea el material y corte, el segundo hábito del que hablo es como no llevar nada encima de la camisa y del pantalón.

P. FORTEA

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