SÓLO A COTIGNAC PEREGRINARON MÁS DE 2000 HOMBRES EL PRIMER FIN DE SEMANA DE JULIO. OTRAS PEREGRINACIONES SE REALIZARON TAMBIÉN A OTROS SANTUARIOS FRANCESES.
NUEVA Y MUY CONCURRIDA PEREGRINACIÓN PARA PADRES DE
FAMILIA EN COTIGNAC
Durante este primer fin de semana de julio miles de varones católicos
franceses han peregrinado a diferentes santuarios repartidos por todo el país. En Cotignac, perteneciente a la diócesis de Fréjus-Toulon han sido más de
2.000 los hombres, ya fueran casados o solteros, padres de familia o
no, los que se han unido a una marcha de fin de semana que se está convirtiendo ya en
tradición.
En esta peregrinación pretenden redescubrir desde la fe la
verdadera “masculinidad”, tan atacada, ninguneada y cuestionada en la
sociedad, mientras que muchos también profundizan en el sentido de su
paternidad.
Muchos de estos peregrinos ya han participado en años anteriores.
Algunos aseguran que estos tres días de caminata y
oración los han “tocado” incluso “cambiado” totalmente. Afirman haber dejado sus pesadas
cargas frente a San José, protector de la familia.
Bertrand de Kerangat, líder de uno de estos grupos de peregrinos,
explica en La Croix que es “un lugar de libertad de expresión, sinceridad
y fraternidad”. Según él, este evento es "el camino para
encontrar la masculinidad en lo más bello".
Por su parte, Dominique, un padre de tres hijos que ya sobrepasa los 50
agrega: “No estamos aquí para hablar de coches o
fútbol. Damos testimonio de cosas bellas, pero también de sufrimiento. Y lloramos, cuando pocas veces lo hacemos como hombres.
Al mismo tiempo, algunos dan testimonio del deseo de profundizar en su fe, al
tiempo que reafirman el papel de padre de familia, a partir de la experiencia
de los demás participantes”.
Monseñor Pierre-Antoine Bozo, obispo de Limoges,
presidió en Cotignac la Eucaristía con la que concluía la peregrinación de
hombres.
La peregrinación de hombres en Cotignac concluyó con una Eucaristía
presidida por el obispo de Limoges, monseñor Pierre Antoine Bozo,
en cuya homilía intentó ayudar a los hombres en esta dura lucha que tienen por
delante.
Para ello, utilizó el Evangelio en el que Jesús habla de que no se puede echar vino nuevo en odres viejos, puesto que reventarían.
Según recoge Famille Chretienne,
el obispo dijo a los varones allí presentes: “En la
misión del padre de familia, podemos temer este cambio cultural con nuestros
hijos que están creciendo, que parecen vivir en otra cultura, en otro mundo.
Buscaremos entonces estar a la última, la ‘última moda’ como decíamos. Pero al
querer estar ‘a la moda’ siempre existe el riesgo de estar un paso por detrás.
Si intenta adaptarse demasiado corre el riesgo de quedarse atrás. Por supuesto,
el cristiano no tiene que estar anticuado, pero debe tener cuidado de no
confundir la novedad del Evangelio con modas pasajeras, superficiales, modos de
pensar, modos de actuar... No tomemos como modelo el mundo actual".
De este modo, monseñor Bozo insistió en que “Dios no es
viejo, es eternamente joven”. Y
por eso mismo, el Evangelio “es siempre actual,
adaptado a todos los tiempos, porque es el Evangelio de Cristo”.
Es decir, Cristo es la novedad y esto –agregó el obispo- “cuestiona nuestra relación con Jesús, nuestra
vida de oración, nuestra vida sacramental”.
En su opinión, todo esto “remite una y otra
vez al progresismo y al fundamentalismo, que son dos formas de
malinterpretar la novedad. El fundamentalismo se niega a reconocer lo que es
humano, mutable, cambiante en el cristianismo y el progresismo solo ve eso.
Ambos tienen en común que no pueden aceptar a la vez la humanidad y la
divinidad de Cristo, y por tanto de la Iglesia, cuando se trata precisamente de
esta reconciliación entre el hombre y Dios”.
Prosiguiendo con su homilía, monseñor Bozo insistió en que si
precisamente Dios hace nuevas todas las cosas “el
cristiano ama el pasado, donde recuerda el misterio de Cristo, que entró en la historia hace 2000 años y que es
completamente nuevo”.
“El cristiano ama la Tradición, que
no tiene nada que ver con la nostalgia de no sé qué época pasada, sino que es
esa larga cadena que atraviesa el tiempo para transmitirle el Evangelio vivo.
El cristiano ama el presente donde Cristo prometió que estaría con nosotros y
ama el futuro, porque está orientado hacia la realización. Saca lo nuevo y lo
viejo de su tesoro”, añadió.
Para dar esperanza a estos varones, el obispo citó a San Carlos de Foucaud,
que dijo: "La Iglesia es una derrota aparente en una
victoria perpetua".
“Que las batallas perdidas, las citas perdidas
de la Iglesia no os impidan considerar esta victoria, que en ella es la del
Resucitado. Y el Resucitado se entrega sin cesar, en los
sacramentos que santifican, purifican, rejuvenecen incesantemente a la
Iglesia”, añadió el
obispo de Limoges.
Y antes de acabar recordó lo que dejó escrito Madeleine Delbrel, mística francesa y evangelizadora
incansable: “Los cristianos
no necesitan una fe nueva o rejuvenecida, simplemente necesitan experimentar la
novedad y la juventud de la fe”.
“¡El vino nuevo del Evangelio necesita odres
nuevos, padres nuevos, constantemente renovados por Cristo!”. Así terminó el obispo su
homilía.
J.Lozano
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