DE SEGURO TIENES ALGÚN RECUERDO DE RETIROS, HORAS DE ADORACIÓN, DE ORACIÓN FRENTE AL SANTÍSIMO, ROSARIOS, ESTAMPAS, SUSPIROS Y LÁGRIMAS PIDIENDO A DIOS QUE TE MUESTRE CUÁL ES SU VOLUNTAD PARA TU VIDA.
¿Cuál es el plan de
Dios? ¿Cómo entenderlo? ¡Qué travesía!
Piensas, en esos ratos, que, una vez que veas claro qué es lo que Dios te pide, tu vida adquirirá
nuevos colores. Una nueva luz.
Plenitud máxima, al momento.
Si ocurre esto, ¡gloria a Dios! Pero… también puede darse otro
caso. ¿Qué pasa si recibes luz suficiente para
comprender lo que Él te pide… pero no te gusta? ¿O si esperabas que Él responda, pero en los mismos
términos que tus planes?
Quizás sientes ganas de decirle:
«Oye, vine a rezar, quiero ser bueno, pero… no me
atrae eso que me muestras. ¿Hay un plan B? ¿Otra opción? ¡Muéstrame el menú, yo
hago el pedido!».
En este tema, hay numerosas
aristas, quizás tantas historias como cada alma es única. Pero te comparto
algunas reflexiones, que podrían ayudarte si te encuentras en un momento
similar o sientes algo semejante.
AMA AL DIOS DE LAS COSAS MÁS QUE A LAS COSAS DE
DIOS
A veces tenemos un plan que se
nos ocurre como algo bueno, noble, que incluso podría ayudarnos a servir mejor
a Dios. Pero – a todos nos pasa – corremos el riesgo de enamorarnos más del
plan, que de Quien nos lo propone. Entonces, si Él comienza a llevarnos por otro lado… nos
frustramos.
Queremos decir «sí» a Dios, ¡y darnos del
todo!, pero con nuestras condiciones. A nuestra manera. En nuestro
escenario, que construimos con tanta paciencia (y mucha imaginación). Es
entonces un buen momento de recordar que cuando decimos al Señor que le
seguiremos… ¡hay que dejarle ir por delante y pisar
sobre sus pisadas!
ACÉPTALO (EN SERIO): PUEDE QUE NUNCA TE GUSTE EL
PLAN DE DIOS
¿Qué? ¡Suena a
herejía! Pero es cierto. El «gusto» es algo muy volátil, y muy
superficial. Hay cosas que «gustan» y acaban por
empachar. Y muchas otras que hacemos por elección – sin caer en un voluntarismo
mecánico -, con total convicción de que lo «queremos».
«Querer» algo, «amar»
algo, «gustar» algo, son cosas muy
distintas. Aunque sensiblemente algo no nos guste, podemos llegar a quererlo: escogerlo. Y luego dar un paso y un salto más
alto, y amarlo.
Déjame decírtelo claramente: puedes amar el plan de Dios, incluso aunque no te guste. Si no me crees, mira a Jesús: no le «apetecía» morir en la Cruz, pidió al Padre que
apartara ese Cáliz. Al mismo tiempo, lo elegía voluntariamente. Lo aceptaba. Lo
quería. Lo amaba.
PERO… ¿SE TE HA OCURRIDO PEDIRLE A DIOS QUE «TE
GUSTE» EL PLAN?
A pesar de lo dicho más
arriba, no está mal desear que también te guste el plan de Dios. Y, si de
nuestra parte poco o nada podemos hacer para que algo comience a gustarnos, de
Su parte sí se puede hacer algo. Podemos pedir a Dios Su gracia
para descubrir en Su invitación un camino que también nos guste.
Podemos pedirle que nos ayude
a ver aquellos aspectos que se identifican con nuestras inclinaciones. Podemos
pedirle «¡que me guste lo que te gusta!», para
aprender a disfrutar de lo que agrada a Dios.
Dios es generoso. Incluso si
toda nuestra realidad es distinta de la que soñábamos, no faltarán pequeños
detalles que Él nos envía para sacarnos una sonrisa. Pequeños guiños divinos
para conquistar nuestros corazones.
ACUDE A LA VIRGEN Y A SAN JOSÉ
La Virgen deseaba entregarse a
Dios en cuerpo y alma… pero luego, Dios le explica de qué manera se concretará
esa vocación. Más tarde, se entera de nuevos detalles del camino que le tocará
recorrer, con el alma atravesada por el dolor.
Y San José, ¡cuánta paciencia, cuánta obediencia, y cuánta docilidad!
Sus planes cambiaban una y otra vez; una y otra vez Dios le invitaba a
corregir el rumbo, yendo a direcciones distintas a las que él pensaba.
Pero ambos, aunque sus vidas
resultaron diferentes de las que pensaron en un primer momento: ¡vivieron junto a Jesús! Más cerca que nadie, que
ningún otro santo.
Podemos acudir a ellos para que nos enseñen a escuchar, acoger, aceptar y amar el proyecto divino
mucho más que cualquier proyecto humano. Y hacerlo nuestro. Y así, ver que, de cierta manera, también
estamos viviendo bajo el mismo techo que Jesús.
UN SPOILER FINAL: EL PLAN DE DIOS ¡ES DINÁMICO!
Pueden darse distintas
situaciones. Una, en la que inicias un recorrido que entiendes que Dios desea
para ti y en el que te sientes a gusto. Pero ¡el «sí» no se da de una vez
para siempre! Se renueva a diario. Porque, con el tiempo, Él va
manifestando las distintas implicancias de Su llamada. Arrojando un poco de luz
sobre las esquinas que no habíamos visto.
Algunas cosas nos gustarán,
otras no, otras nos frustrarán, otras nos harán sonreír… como en todo viaje,
hay distintas vistas.
Puede darse otro caso en el
que, viendo que Dios quería algo concreto, escogimos decir que «no, gracias», y fuimos en el sentido opuesto. Quizás
en algún momento aparezca el remordimiento o al menos las dudas: «¿hice bien?», «¿podría ser más feliz, si hubiese hecho
aquello?», «¿arruiné mi vida».
ENCUENTRA LA PAZ
Ten paz: Dios no dirá «no te gustó mi plan, ahora te quedas sin nada». Él
nos acepta cada vez que volvemos a Él. Nos hace nuevos. «Recalcula» la
dirección, nos propone nuevos horizontes.
También puede darse algún caso
en el que has asentido a la invitación de Dios y a todo lo que Él proponía.
Pero, por distintas situaciones externas a nuestra voluntad – salud, las
decisiones de otras personas, accidentes, etc. – ese plan en el que tan a gusto
estábamos, se modifique. Y, de nuevo, aparece el «recalculando».
En un caso así, quizás te
plantees cosas como «¿por qué Dios permitió esto,
si me hizo una propuesta y dije que sí? ¿Por qué me llama, pero (por equis
motivos) no me deja seguirle como creí que me pedía?». Solo puedo
decirte que confíes en que Él no se olvida de Ti. Aunque las cosas no hayan
salido como se suponía que debían salir… hay un nuevo plan esperándote.
Un nuevo sueño, que puedes soñar con Él.
Escrito por: María Belén Andrada
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