Con Dios no se puede chalanear.
A
Dios no se le puede sorprender capciosamente desde la atiborrada palabrería de
una oración formalista: «Cuando recéis no charléis
mucho como los paganos»
La
antesala del encuentro con Dios es el silencio respetuoso y humilde como predisposición
para ser recibidos y escuchados.
Solo
un corazón recto y sencillo encuentra eco en el corazón siempre recto y
sencillo de Dios.
Hay
mucha oración complicada – almacenes repletos de ganga espiritual barata – que nace
muerta por su insinceridad y verborrea.
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