Salían los padres aparentemente serenos de celebrar el funeral de su hijo muerto en accidente.
Lo habíamos criado para el cielo –
comentaban en el coro de los amigos -. Él ya ha llegado
a la meta.
Eso es todo.
Profundamente
emocionados por el alto ejemplo de entereza cristiana, los amigos comentaban:
-Esto solo puede ser fruto de una fe profunda.
Por
mi parte, yo no podía comprender una fe que exija secar las lágrimas de unos
padres ante el cadáver de su hijo.
Jesús se sintió estremecido por el sufrimiento de una viuda que
lloraba la muerte de su hijo y el mismo lloró con desgarro la muerte de su
amigo Lázaro.
A
veces queremos trepar tan alto en nuestro escalafón cristiano que terminamos no
cubriendo la elemental cuota de un cristiano de a pie.
Llorar puede ser muy cristiano y no llorar ni siquiera humano.
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