“La humildad es el secreto de María”. Así lo aseguró el Papa Francisco, que destacó que es, precisamente, “la humildad la que atrajo la mirada de Dios hacia ella”.
El Santo Padre, reflexionó durante el rezo del Ángelus de este domingo
15 de agosto, en que se celebra la Solemnidad de la Asunción de la
Bienaventurada Virgen María al Cielo, sobre el canto del Magnificat.
Según el Pontífice, este canto muestra la humildad de María, que se
presenta como “sierva” ante Dios. El Magnificat es "la
fotografía de la Madre de Dios".
El Papa señaló que “el ojo humano busca la
grandeza y se deslumbra por lo que es ostentoso. Dios, en cambio, no mira las
apariencias, sino el corazón y le encanta la humildad”.
Insistió en que “hoy, mirando a María
Asunta, podemos decir que la humildad es el camino que conduce al Cielo”.
Recordó que “Jesús enseña: ‘El que se
humilla será exaltado’. Dios no nos exalta por nuestros dones, riquezas o
habilidades, sino por la humildad. Dios levanta a quien se abaja, a quien
sirve. En efecto, María no se atribuye más que el ‘título’ de sierva: es ‘la
esclava del Señor’. No dice nada más de sí misma, no busca nada más para sí
misma”.
De esta manera, el Santo Padre invitó a los fieles a preguntarse: “¿Cómo está mi humildad? ¿Busco ser reconocido por los
demás, reafirmarme y ser alabado, o pienso en servir? ¿Sé escuchar, como María,
o solo quiero hablar y recibir atención? ¿Sé guardar silencio, como María, o
siempre estoy parloteando? ¿Sé cómo dar un paso atrás, apaciguar las peleas y
las discusiones, o solo trato de sobresalir?”.
“María, en su pequeñez, conquista primero los
cielos”, enseñó el Obispo de Roma. “El secreto de su éxito reside precisamente en
reconocerse pequeña, necesitada. Con Dios, solo quien se reconoce como nada es
capaz de recibirlo todo. Solo quien se vacía es llenado por Él. Y María es la
‘llena de gracia’ precisamente por su humildad”.
En ese sentido, hizo hincapié en que “también
para nosotros, la humildad es el punto de partida, el comienzo de nuestra fe.
Es esencial ser pobre de espíritu, es decir, necesitado de Dios. El que está
lleno de sí mismo no da espacio a Dios, pero el que permanece humilde permite
al Señor realizar grandes cosas”.
El Papa continuó: “Es hermoso pensar que la
criatura más humilde y elevada de la historia, la primera en conquistar los
cielos con todo su ser, cuerpo y alma, pasó su vida mayormente dentro del hogar,
en lo ordinario”.
“Los días de la llena de gracia no tuvieron mucho
de impresionantes”, llamó la atención. “A menudo se sucedieron iguales, en silencio: por fuera,
nada extraordinario. Pero la mirada de Dios permaneció siempre sobre ella,
admirando su humildad, su disponibilidad, la belleza de su corazón, nunca
tocado por el pecado”.
“Este es un gran mensaje de esperanza para
nosotros; para ti, que vives las mismas jornadas, agotadoras y a menudo
difíciles. María te recuerda hoy que Dios también te llama a este destino de
gloria. No son palabras bonitas. No es un final feliz artificioso, una ilusión
piadosa o un falso consuelo. No, es la pura realidad, viva y verdadera como la
Virgen Asunta al Cielo. Celebrémosla hoy con amor de hijos, animados por la esperanza
de estar un día con ella en el Cielo”, concluyó
el Papa Francisco.
POR MIGUEL PÉREZ
PICHEL | ACI Prensa
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