MANTENER LA FE A TRAVÉS DE LA TORMENTA
QUE NUESTRA FE
NO DEPENDA DE LAS ACCIONES QUE LOS PASTORES DE LA IGLESIA HAGAN
Por: María Laura Maggiani | Fuente: Catholic.net
Como católica y defensora
de la familia y la infancia, me duele (y mucho) los escándalos en los que la
Iglesia se ha visto inmersa últimamente, me
duele no sólo por el daño que se ha hecho a los seres humanos más inocentes e
indefensos, que son los niños, y a sus familias. Me duele aún más, porque por el pecado y las desviaciones de aquellos que prometieron
hacer el bien, estamos pagando todos los que formamos parte de la Iglesia.
No creo que exista católico razonable que
justifique o no sienta un profundo enojo y repudio por los abusos. Y, aunque
parezca que desde nuestra posición, poco podemos hacer, tenemos la
responsabilidad de primero que nada, rezar más y con más fe, de pedir perdón a
Dios por nuestras faltas y por las de los demás. Rezar para que pronto podamos como Iglesia reparar los daños
y prevenir más abusos. Y en segundo lugar, comprender que de todo mal, debemos
sacar un bien, en este caso aprendizaje.
Ojalá que como católicos aprendamos que ‘todos somos capaces de los peores errores y los peores
horrores’ que el ser católicos no es signo de estar exentos de todo mal,
sino que es un signo de lucha constante y diaria.
Que aprendamos también a reorientar
correctamente nuestra fe, plantearnos la pregunta: ¿en
qué baso mi fe? Que nuestra fe no dependa de las acciones que los pastores de la Iglesia
hagan, pero sí en las enseñanzas básicas de la Iglesia que parten de Cristo.
Y para ello, debemos profundizar más en ellas. Preguntarnos: ¿alguna vez he leído el Catecismo de la Iglesia Católica?
¿Con qué frecuencia leo la Biblia, asisto a clases de doctrina o participo en
mi parroquia? ¿cuál es mi nivel de compromiso con mi fe?
Recordemos que Judas, uno de los más importantes
y cercanos seguidores de Jesús fue quien lo traicionó, y no por eso los demás
dejaron de creer en Cristo.
Que recordemos que
los pastores viven la misma lucha que todos nosotros, que así como existe abuso
sexual infantil en cualquier ámbito, nadie (religiosos o laicos) estamos
exentos de caer. Que el mal existe y que no descansa por ver al
bien fracasar. Que recemos más por nosotros y por nuestros sacerdotes y
religiosos.
Que los pastores nos sirvan de ejemplo
solamente, que así como tenemos personas que son nuestros puntos de referencia,
por sus valores, virtudes o cualidades, (por ejemplo, un deportista que
admiremos por su dedicación y esfuerzo), así tomemos como ejemplo, personas que
viven la doctrina de la Iglesia de manera ejemplar (cabe mencionar que son
muchísimos más los sacerdotes, religiosos y laicos que día a día realizan una
labor silenciosa, coherente, humilde y entregada al bien), y ser lo
suficientemente maduros para aprender, de los errores de otros, lo que no
debemos hacer.
Que aprendamos también a ver más allá de los
errores, de ser menos justicieros y más comprensivos con los demás, porque
reconocemos que nuestra naturaleza es débil y podemos equivocarnos, que
pongamos más en práctica el perdón que nos enseña nuestra fe. Un perdón que
libera y que proviene de actos de amor.
Creo que la Iglesia a lo
largo de los años ha tenido etapas en las que Dios permite que sufra, como una
sacudida para ajustar las tuercas, y como sacrificio para recordarnos nuestra
debilidad y crezcamos en humildad. Así
como un padre que en ocasiones permite que su hijo se equivoque para que
aprenda, porque sabe que en ese momento, experimentar el fracaso en cabeza
propia le enseñará más que lo que él pueda decirle.
Hoy más que nunca comprendo el sufrimiento por
el que pasan personas musulmanas de gran calidad humana (y vaya que conozco
algunas que estimo mucho) que son duramente criticadas y etiquetadas de
terroristas a causa de la mala actuación de otros que han malinterpretado las
enseñanzas de su religión.
Pero que esta crisis por la que atravesamos, no
nos desanime y que en lugar de dividirnos, nos unamos más, que nos
comprometamos más en hacer el bien y que el mundo se dé cuenta que también
existen muchos más católicos haciendo cosas extraordinarias a favor de la
humanidad.
HOY
MÁS QUE NUNCA, RECORDEMOS ESTAS PALABRAS DE SAN JOSEMARÍA:
“Vosotros, como yo, os
encontraréis a diario cargados con muchos errores, si os examináis con valentía
en la presencia de Dios. Cuando se lucha por quitarlos, con la ayuda divina,
carecen de decisiva importancia y se superan, aunque parezca que nunca se
consigue desarraigarlos del todo. Además, por encima de esas debilidades, tú
contribuirás a remediar las grandes deficiencias de otros, siempre que te
empeñes en corresponder a la gracia de Dios. Al reconocerte tan flaco como
ellos —capaz de todos los errores y de todos los horrores—, serás más
comprensivo, más delicado y, al mismo tiempo, más exigente para que todos nos
decidamos a amar a Dios con el corazón entero.
Los cristianos, los hijos de Dios, hemos de asistir a los demás llevando a la
práctica con honradez lo que aquellos hipócritas musitaban aviesamente al
Maestro: no miras a la calidad de las personas. Es decir, rechazaremos por
completo la acepción de personas —¡nos interesan todas las almas!—, aunque, lógicamente,
hayamos de comenzar por ocuparnos de las que por una circunstancia o por otra
—también por motivos sólo humanos, en apariencia— Dios ha colocado a nuestro
lado.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario