Vivir la castidad no siempre es sencillo, por diversas razones. Una de ellas es que no siempre se tiene en claro qué implica la castidad, y en ocasiones se llega incluso a confundirla con la continencia. En este pequeño artículo, hablaremos de la diferencia entre castidad y continencia, para tener una comprensión más clara de ambas.
CONTINENCIA: EL CENTRO EN EL RESULTADO
A diferencia de la castidad, la continencia se centra en el resultado: la no realización de ciertos actos. No importa
la actitud que uno asuma frente a ellos: lo importante es no hacerlos. Uno
practica la continencia por el solo hecho de evitar la realización de ciertos
actos «prohibidos».
Estos actos «prohibidos» pueden ser ver pornografía,
masturbarse, tener caricias excitantes con otras personas, tener relaciones
sexuales, etcétera. Pero la actitud que uno asume para evitarlos es la
represión.
Es este sentido, pareciera que
no debería importar si uno sabe o no por qué estas conductas le hacen mal: hay que evitarlas, y punto. Tampoco importa si la
renuncia se hace de un modo tal que le genera a uno frustración. Como dijimos,
para la continencia lo único que importa es el resultado final.
Es muy importante tener en
cuenta que la continencia es un hábito. Es decir, de
tanto asumir esta actitud de represión y rechazo, esta se va instalando en uno
de manera estable, y puede convertirse en la manera «natural» de vivir la
propia sexualidad.
CASTIDAD: EL CENTRO EN EL PROCESO
A diferencia de la
continencia, la castidad no mira sólo al resultado, sino —y sobre
todo— al proceso. Al igual que la continencia, la castidad es un
hábito, es decir, una cualidad estable que se va adquiriendo mediante la
realización de ciertos actos.
Para ser más precisos, es una virtud, es decir, un hábito bueno: un hábito que perfecciona al ser humano, para que obre
mejor en el terreno del amor. La persona casta es aquella que se encuentra
interiormente mejor dispuesta para amar.
Para darse, la castidad
requiere una ordenación interior: requiere ordenar
los deseos —y, ampliamente, todo el mundo afectivo— hacia el amor. Amor
entendido como la búsqueda del bien para la otra persona.
Por eso la castidad no se
agota únicamente en el hecho de tener o no relaciones sexuales, o ver o no
pornografía. Importa cómo uno se dispone interiormente a evitar dichos
comportamientos.
La represión propia de la
continencia puede generar tristeza y frustración. La castidad, en cambio, está
llamada a generar un clima de libertad.
En efecto, mientras que la
continencia se puede vivir como una renuncia a la sexualidad, la castidad
implica trabajarla activamente ordenando los sentimientos y los deseos —y todo
tipo de afectos en general— hacia el amor.
Por ejemplo, alguien que busca
vivir la sexualidad, evita ciertos comportamientos, diciendo para sí: «Prefiero amarte y no usarte»; «prefiero verte como un sujeto
de amor, y no como un objeto de placer»; «prefiero tratarte como un ‘alguien’
para amar, y no como un ‘algo’ para usar y desechar».
Nuestro autor
también tiene un blog llamado www.amafuerte.com donde
puedes encontrar más contenidos sobre este tema.
Escrito por Daniel Torres Cox
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