San Esteban fue rey de Hungría y esposo de la Beata Gisela de Baviera, y vivió entre fines del siglo X y el siglo XI. Del amor de los dos nació San Emerico, a quien el monarca dio los siguientes consejos para convertirse en un buen gobernante y un hombre santo.
Aquí los compartimos y esperamos que sirvan de inspiración a los padres
de familia para criar a sus hijos.
1. CONSERVAR LA FE
“En primer lugar, te ordeno, te aconsejo, te
recomiendo, hijo amadísimo, si deseas honrar la corona real, que conserves la
fe católica y apostólica con tal diligencia y desvelo que sirvas de ejemplo a
todos los súbditos que Dios te ha dado, y que todos los varones eclesiásticos
puedan con razón llamarte hombre de auténtica vida cristiana, sin la cual ten
por cierto que no mereces el nombre de cristiano o de hijo de la Iglesia”.
2. EL DON DE LA
VIGILANCIA Y PROTECCIÓN
“En el palacio real, después de la fe ocupa el
segundo lugar la Iglesia, plantada primero por Cristo, nuestra cabeza,
transplantada luego y firmemente edificada por sus miembros, los apóstoles y
los santos padres, y difundida por todo el orbe. Y, aunque continuamente
engendra nuevos hijos, en ciertos lugares ya es considerada como antigua”.
“En nuestro reino, hijo amadísimo, debe
considerarse aún joven y reciente, y, por esto, necesita una especial vigilancia
y protección; que este don, que la divina clemencia nos ha concedido sin
merecerlo, no llegue a ser destruido o aniquilado por tu desidia, por tu pereza
o por tu negligencia”.
3. EL MISMO TRATO CON
TODOS
“Hijo mío amantísimo, dulzura de mi corazón, esperanza
de una descendencia futura, te ruego, te mando que siempre y en toda ocasión,
apoyado en tus buenos sentimientos, seas benigno no sólo con los hombres de
alcurnia o con los jefes, los ricos y los del país, sino también con los
extranjeros y con todos los que recurran a ti. Porque el fruto de esta
benignidad será la máxima felicidad para ti”.
4. COMPASIVO Y
MISERICORDIOSO
“Sé compasivo con todos los que sufren
injustamente, recordando siempre en lo íntimo del corazón aquella máxima del
Señor: Misericordia quiero y no sacrificios. Sé paciente con todos, con los
poderosos y con los que no lo son”.
5. FUERTE Y HONESTO
“Sé, finalmente, fuerte; que no te ensoberbezca la
prosperidad ni te desanime la adversidad. Sé también humilde, para que Dios te
ensalce, ahora y en el futuro. Sé moderado, y no te excedas en el castigo o la
condena. Sé manso, sin oponerte nunca a la justicia. Sé honesto, de manera que
nunca seas para nadie, voluntariamente, motivo de vergüenza. Sé púdico,
evitando la pestilencia de la liviandad como un aguijón de muerte”.
“Todas estas cosas que te he indicado someramente
son las que componen la corona real; sin ellas nadie es capaz de reinar en este
mundo ni de llegar al reino eterno”.
Redacción ACI Prensa
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