En estos días se
intensifica nuestra preparación espiritual al nacimiento de Jesucristo. En la
Misa del domingo que viene, la Palabra de Dios nos presenta a San José como
ejemplo de la disposición que se ha de tener en la espera del Salvador.
Mons. Francisco Javier Stegmeier
En estos días se intensifica
nuestra preparación espiritual al nacimiento de Jesucristo. En la Misa del
domingo que viene, la Palabra de Dios nos presenta a San José como ejemplo de
la disposición que se ha de tener en la espera del Salvador. San José es el «varón justo» (Mt
1,19), el hombre temeroso de Dios, fiel a su Palabra y totalmente entregado
a la voluntad del Señor.
Cuando la siempre Virgen
María, que «estaba
desposada con José» (Mt 1,18),
le cuenta a él que será la Madre del Señor por obra y gracia del Espíritu
Santo, San José decide alejarse. Toda persona que percibe de alguna manera el
misterio de Dios tiende de inmediato a apartarse, porque se ve a sí mismo muy
pecador en comparación con la santidad divina. Así le pasó al profeta Isaías: «¡Ay de mí, que estoy perdido,
pues soy un hombre de labios impuros, y entre un pueblo de labios impuros
habito: que al rey el Señor de los ejércitos han visto mis ojos!» (Is
6,5) y también a Pedro: «Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí,
Señor, que soy un hombre pecador» (Lc 5,8). La respuesta del
Señor es: «No temas» (Lc 5,10). Es verdad que todo hombre es
indigno de estar en la presencia de Dios, pero Él elige a quien quiere para que
se cumpla su designio de salvación.
Así se entiende lo que le dice
el Ángel en sueños a San José: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque
ciertamente lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo» (Mt 1,20). El Ángel le
hace ver a San José que aunque es verdad lo que la Virgen le ha dicho respecto
a que el Hijo es obra del Espíritu Santo, sin embargo Dios quiere que viva con
Ella como su Esposo virginal.
¿Qué es lo que
San José no debe «temer»? No es temer algún peligro. Sino que no debe temer acercarse a este gran
milagro que manifiesta el poder y la santidad de Dios. No debe temer, porque es
el Señor quien lo ha elegido para ser el casto esposo de María y el padre de
Jesús, de un modo más eminente al modo como lo es un padre biológico. San José
es verdadero padre del Niño Jesús, aunque no lo haya engendrado. Es el mejor de
todos los padres de la tierra, porque es el hombre que ha tenido la más
perfecta participación de la paternidad de Dios.
San José, al conocer la
voluntad de Dios, obedece de inmediato: «Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del
Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer» (Mt 1,24). El varón justo no duda en
renunciar a sus propios proyectos, por muy buenos que sean, y se adhiere
confiadamente al querer de Dios.
Pidamos a Dios, en estos días
previos a Navidad, la gracia de esperar al Mesías con la fe, la esperanza y el
amor de la Virgen y San José.
+ Francisco Javier Stegmeier
Obispo de Villarrica
Obispo de Villarrica
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