I.-
En este intervalo sin crónicas
ni aventuras, donde me vi forzado a dejar por un breve período los misteriosos
horizontes de la paganía y a recluirme en nuestra casa religiosa de la Orden San Elías en Las Galias para terminar el doctorado
pendiente, pude ser testigo del muy fecundo y escondido trabajo apostólico que
los Padres Ansaldi hacen en la Parroquia de Ollioules.
Mas no solo fui edificado por
su ejemplo sacerdotal, su celo apostólico y su estilo monástico, sino que fui
testigo de una conversión que bien puede ser considerada, una “rara avis”. Nos referimos a la conversión de una mujer francesa llamada Teresa (no revelamos su nombre real por razones obvias).
Entremos en la historia, que no sólo no terminó, sino que recién empieza.
Teresa nació en una
familia atea, que cuenta con varios masones desde la época de sus abuelos. Cuando ella era
niña, según ella cuenta, el diablo le dijo: “tu
familia es atea; ergo, Dios no te va a cuidar. Yo me encargaré de tí”. Pasado
el tiempo, siguiendo las huellas de su madre, se dedicó a la
magia y, más específicamente, al tarot, llegando a hacer de eso no sólo
su profesión, sino su misma vida. Económicamente le estaba yendo bien, pero de
pronto surgió un problema: su cuerpo y su alma empezaron
a sufrir horribles dolores que jamás cesaban. El motivo era simple: quedó poseída por uno o más
demonios. Quien juega con fuego, se quemará. Es así de simple.
Su
vida devino un infierno incesante, pero había breves momentos del día en el que sus dolores se
interrumpían: era cuando sonaban las campanas de la
Parroquia, la Parroquia de Ollioules, donde celosamente trabajan los Padres
Ansaldi. Cuando las campanas sonaban, para dar la hora, para invitar al Angelus o llamar a Misa, sus tétricos dolores desaparecían.
Fue entonces, que Teresa, deseosa de poner fin a sus tormentos, se acercó a la
Parroquia.
Pero, algo sucedía: cuando trataba de entrar en el templo, no podía ingresar. Hacía el esfuerzo, quería dar el paso,
dejaba todo de sí, pero no podía poner un pie en la Casa de Dios. Algo o, mejor
dicho, alguien, se lo impedía. Luego del tercer intento fallido, con fina
perspicacia sobrenatural, percibió algo importante: “si
no puedo entrar, significa que debo entrar”.
Al fin de cuentas, hace un
año, logró hablar con el párroco, el Padre José. Ese día, probablemente gracias
a las oraciones de algún alma que ofreció sus dolores en alguna parte del
mundo, Teresa decidió bautizarse. Fue un catecumenado
muy especial ya que no sólo debía aprender la doctrina y las plegarias, sino
enfrentar tremendos ataques de los demonios. Una de las pruebas preternaturales que debió
padecer fue que cuando ella nos veía a los sacerdotes (soy testigo de este
hecho), contemplaba el abismo del poder sacerdotal, y por eso, se le llenaba la mente de una
multitud de insultos indecibles contra el clero. No por nada, el Santo Cura de
Ars llegó a decir lo siguiente: “¡Oh, el sacerdote es algo grande! No, no se
sabrá lo que es, sino en el cielo. Si
lo entendiéramos en la tierra, moriría uno, no de espanto, sino de amor”.
El de Teresa era un caso
especial. Por eso, hace unos pocos días, la llevamos a la casa de un ermitaño amigo, el Padre Diego, quien, retirado del mundo, se
dedica al ministerio del exorcismo y a la predicación de Ejercicios Ignacianos. El Padre Diego la
atendió y al cabo de unos minutos nos dijo: “está
hasta la manos” (expresión argentina que, en este caso, se podría
traducir como “evidentemente está poseída”).
La exorcizó y nosotros lo
secundamos con nuestras pobres plegarias. Por mi parte, me limité a rezar el
rosario enfrente de ella.
Cuando terminó el exorcismo,
destilando ella un odio luciferino al
Rosario, me dijo: “yo te quería arrancar los ojos”. En el fondo, no era
ella la que hablaba. Sino, otro…
El Padre Diego nos comentó que
haría falta varias sesiones más de exorcismo (en algunos casos, nos decía, esto
puede llevar años) y que había que adelantar la fecha del bautismo, para el
cual ella se había estado preparando desde hacía un año. Lo llamamos al Obispo
e inmediatamente concedió permiso para darle todos los Sacramentos sin dilación
alguna.
Pocas horas antes del
Bautismo, el demonio, mintiendo como siempre, se
jugó una de sus últimas fichas: le ofreció a Teresa “darle todo si
dejaba todo”, esto es, si dejaba a Dios. Y ella venció la
horrible tentación.
Finalmente, el pasado viernes,
el Padre José la bautizó usando la forma litúrgica extraordinaria. El rito tradicional del Bautismo de
adultos tiene una fuerza especial: los exorcismos
son mucho más fuertes; el bautizando debe arrodillarse tres veces afuera del
templo para rezar el Padre Nuestro y luego, ni bien ingresa a la iglesia, debe
postrarse como signo de humildad ante Dios. Durante el rito, ella tuvo
ciertos retorcijones y risas extrañas, si bien esta vez los “efectos especiales” no fueron impresionantes (lo
cual bien pudo haberse debido a que, adredañas, el padre Javier simultáneamente
celebraba la Misa en el altar lateral de San José rogando para que el bautismo pueda
ser felizmente consumado). Fue bautizada y confirmada en la misma ceremonia.
Salió renovada y exultante.
Durante el bautismo, según
ella testifica, vio un ángel caído, pero cuando entró
otro Sacerdote, el demonio se desplazó a la izquierda y cuando entró el
exorcista, el demonio desapareció, sin poder entrar a la iglesia. Conste que
Teresa es una persona muy inteligente que vive con los pies bien puestos sobre
la tierra.
Valga decir que antes del
Bautismo, fuimos a bendecir y exorcizar su casa. Entonces, le preguntamos si
aún le quedaban elementos de brujería y nos dio aquello de lo que todavía no
había podido desprenderse: un mazo de cartas de
tarot y una estrella satánica. Ella estaba profundamente apegada a esas
cosas. Entonces, nos fuimos para exorcizar y quemar esos objetos (si
simplemente se los arroja al cesto, o al río, los magos, guiados por los
demonios, los recuperan fácilmente, como nos confirmó Teresa). Fue hermoso ver
cómo ardían en el fuego los instrumentos con los que el diablo esclavizaba a
las almas (¡qué hermoso es ver arder a los ídolos!).
Volvimos de la hoguera (¡nos costó bastante que se quemen esas cartas
malditas!), y nos topamos con un nuevo
mensaje: Teresa recordó que aún tenía más mazos. Nos los dio diciendo: “Acá está toda mi vida y todos mis recuerdos”. Volvimos
a quemarlos. Al otro día, pasó lo mismo: aún
quedaba un último resto. Y volvimos a prender la pira.
Un bautismo de agua y tres
hogueras de fuego. De la pila a la pira… ¡Bendito sea
Dios!
Ampliemos con pocas líneas más
el asunto de las cartas. Teresa nos confirmó lo que ya sabíamos por los libros,
esto es, que el tarot es uno de los elementos de la kabbalah judía, lo cual nosotros habíamos aprendido leyendo al
protestante Michael Hoffman y su erudito libro El
judaísmo descubierto [1].
En efecto, como escribió el
lammenasiano clérigo apóstata Eliphas Levi, “los
diez Sefirots y los veintidós Tarots forman lo que los cabalistas llaman las
treinta y dos sendas de la ciencia absoluta… Los rabinos (…) por medio de una
interpretación dual de los alfabetos cabalísticos (…) formaron dos ciencias,
llamadas Gematría y Temurah, y así compusieron el Arte Notarial, que es
fundamentalmente la ciencia completa de los signos del Tarot y su compleja y variada aplicación a la adivinación de todos los secretos” [2].
Esta adivinación, como explica Hoffman, “representa
el conjunto de supersticiones
babilónicas que fueron repetidamente condenadas y execradas por el Dios
de la Biblia. De todos modos, éste es
el paganismo que [aún en la actualidad] forma el sistema místico central de la religión judía” [3].
Volviendo a Teresa, agreguemos
que ella nos dijo que hasta hace un tiempo en los mazos de tarot se podía leer
que eran de origen judío-cabalístico, pero que últimamente, esta información ha
sido omitida. Al paso, también nos comentaba que los brujos hoy
suelen mezclar el tarot con la magia celta, la magia maya, el
hinduismo y el nada inocente budismo tibetano.
No nos extraña en absoluto ya que es todo esto
más de lo mismo (el diablo no es creativo sino de una monotonía muy
aburrida).
II.-
¿Cómo es su vida
hoy?
Si cortásemos la crónica aquí,
caeríamos en un reduccionismo pues Teresa no es sólo una bruja conversa. Es
muchísimo más que eso. Es un alma muy delicada que vive
una vida cristiana fervorosa.
En efecto, el Padre José quedó
admirado al constatar la fineza del discernimiento espiritual alcanzado por Teresa.
Ella está formándose
intensamente, creciendo día a día en el conocimiento de las cosas de Dios,
leyendo los mejores libros. Pero, lo suyo no es sólo formarse intelectualmente,
sino que es una enamorada del Señor. Y es una enamorada de la Cruz. Su lugar preferido no es sino donde hay
un viejo crucifijo. Ama retirarse allí para perderse en la meditación de los
divinos misterios. Y no sólo contempla el Calvario, sino que carga con su cruz,
incluso cuando sus padecimientos son especialmente ásperos, como le sucedió
hace un tiempo, cuando el demonio le quemó las plantas
de sus pies, lo cual ofreció al Señor,
diciendo: “sufro con Jesús”.
Teresa
está por partir en peregrinación a Lourdes. Irá a pedir por su liberación final y total. No
la dejemos sola. Vayamos con ella junto con
nuestras oraciones y penitencias.
¡Muera la cábala!
¡Viva Cristo Rey!
Padre Federico,
S.E.
Misionero ad
gentes
16-I-MMXX, Ollioules
[1] M. Hoffman, “Judaism discovered from its own
texts. A study of the anti-biblical religión of racism, self-worship,
superstition and deceit”, Independent History and Research, USA, 2008.
[2] Eliphas Levi, Dogma y Ritual de la Alta Magia
(citado por M. Hoffman en Judaism Discovered, p. 794).
[3] M. Hoffman, Judaism Discovered, p. 794. La traducción es
nuestra. Hasta donde sabemos, este parresíaco libro de Hoffman (impecable en un
95% ó 99%) aun no fue traducido al español.
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