Pasos:
arrepentimiento, aprender a transfigurarse en Cristo, seguir el ejemplo de los
Santo y reflexionar.
Por: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant | Fuente: Catholic.net
“Conversión; Transformación o cambio en algo distinto, para llegar
a una nueva forma de vida.”
Desarrollarse
al bien y a la conversión es el fin de cada uno de nosotros, Cristo ha hecho
esto posible. Es así, como la conversión a Cristo, y consecuentemente a
la Iglesia que el fundó, es la fuente de una esperanza de muchos de los que
decimos profesar su fe.
LA
CONVERSIÓN
LA CONVERSION DE SAN PABLO
San Pablo fue un judío célebre por ser cazador y
persecutor de los seguidores de Cristo. A Pablo, se le aparece directamente
Jesús y, queda convertido en apóstol, de la misma categoría que quienes habían
visto y seguido al Señor, durante su vida pública.
SS Juan Pablo II, en la homilía de la misa de
clausura de la semana de oración por la unidad de los cristianos 25 de enero de
1997, nos dice: Jesús se revela plenamente a Pablo como el que
ha resucitado de entre los muertos. Al Apóstol se le concede, así, «ver al Justo y oír su voz» (Hch 22, 14). Desde
aquel momento, Pablo es constituido «apóstol» como
los Doce, y podrá afirmar, dirigiéndose a los Gálatas: «Aquel
que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien
revelar en mí a su Hijo, para que lo anunciase entre los gentiles» (Ga
1, 15-16).
La conversión de Pablo se realiza a través del
sufrimiento. Se puede decir que antes fue derrotado en él Saulo, el
perseguidor, para que pudiera nacer Pablo, el Apóstol de los gentiles. Su
llamada es, quizá, la más singular de un Apóstol: Cristo mismo derrota en él al
fariseo y lo transforma en un ardiente mensajero del Evangelio. La misión que
Pablo recibe de Cristo está en armonía con la que confió a los Doce, pero con
un matiz y un itinerario particular: él será el
Apóstol de los gentiles. (Juan Pablo II)
- SS JUAN PABLO II, EN CONVERSACIÓN CON LOS
JÓVENES DE LA DIÓCESIS DE ROMA LES ENSEÑA:
Es verdad; hoy, en general, no se siente la
necesidad de conversión, como sucedía en otro tiempo……Sólo gracias a un proceso
constante de conversión y renovación el hombre avanza por el arduo sendero del
conocimiento de sí, del dominio de la propia voluntad y de la capacidad de
evitar el mal y hacer el bien………………….No quiero decir que el camino de la
conversión sea fácil. Cada uno sabe lo difícil que es reconocer los propios
errores. En efecto, solemos buscar cualquier pretexto con tal de no admitirlos.
Sin embargo, de este modo no experimentamos la gracia de Dios, su amor que
transforma y hace concreto lo que aparentemente parece imposible obtener. Sin
la gracia de Dios, ¿cómo podemos entrar en lo más
profundo de nosotros mismos y comprender la necesidad de convertirnos?
La gracia es la que transforma el corazón, permitiendo sentir cercano y
concreto el amor del Padre.
(ENCUENTRO DEL PAPA
JUAN PABLO II CON LOS JÓVENES DE LA DIÓCESIS DE ROMA COMO PREPARACIÓN PARA LA
XIV JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD Jueves 25 de marzo de 1999)
SS BENEDICTO XVI, EN EL
ENCUENTRO CON EL CLERO DE ROMA, LES ENSEÑA;
No podemos pensar en vivir inmediatamente un
vida cristiana al ciento por ciento, sin dudas y sin pecados. Debemos reconocer
que estamos en camino, que debemos y podemos aprender, que necesitamos también
convertirnos poco a poco. Ciertamente, la conversión fundamental es un acto que
es para siempre. Pero la realización de la conversión es un acto de vida, que
se realiza con paciencia toda la vida. Es un acto en el que no debemos perder
la confianza y la valentía del camino. Precisamente debemos reconocer esto: no
podemos hacer de nosotros mismos cristianos perfectos de un momento a otro. Sin
embargo, vale la pena ir adelante, ser fieles a la opción fundamental, por
decirlo así, y luego continuar con perseverancia en un camino de conversión que
a veces se hace difícil. En efecto, puede suceder que venga el desánimo, por lo
cual se quiera dejar todo y permanecer en un estado de crisis. No hay que
abatirse enseguida, sino que, con valentía, comenzar de nuevo. El Señor me
guía, el Señor es generoso y, con su perdón, voy adelante, llegando a ser
generoso también yo con los demás. Así, aprendemos realmente a amar al prójimo
y la vida cristiana, que implica esta perseverancia de no detenerme en el
camino. (EN SU ENCUENTRO CON EL CLERO DEL ROMA,
EL 22 DE FEBRERO, BENEDICTO XVI MARTES, 6 MARZO 2007)
El Papa Francisco con Evangelii Gaudium recuerda
a los laicos “la imperiosa emergencia de tomar
conciencia de su propia identidad católica”.
“El Señor Jesús nos está
pidiendo y la Iglesia nos pide a través del Papa que nos convirtamos en
apóstoles, que nos sintamos responsables por la conversión del mundo, todas las
personas que conocemos, trabajo, familia, amigos, que nosotros seamos para
ellos realmente testimonio vivo de que Cristo es real, de que Cristo está vivo,
que ha resucitado y que tiene el poder de cambiar la vida de todo el mundo,
especialmente haceros felices en el cambio total del corazón”
PASOS
PARA LA CONVERSIÓN
UN
PRIMER PASO, EL ARREPENTIMIENTO
Si leemos la historia de los Santos,
encontraremos que en ellos no había vanidad de su camino a la santidad, es
decir, todos ellos daban testimonio de ser y haber sido pecadores, de sentir
debilidad, de tener pobreza de sentimiento en sus almas, pero si, caminando
hacia la perfección, arrepintiéndose, transformándose y convirtiéndose a
Cristo.
Jesús dijo "¡Arrepentíos,
porque el reino de los cielos se ha acercado!" (Mt 4,17).- El
arrepentirse requiere transformación y exige un cambio de actitud, además es una
experiencia necesaria para llegar a conocer a Cristo, en otras palabras quien
no se arrepiente, por mucho que intente conocerle, no lo podrá conocer ni
podrá ir al Reino de los Cielos.
El no arrepentirse, es vivir esclavizado en la
mentira, y ser esclavo es carecer de libertad, y Dios nos quiere libre y para
ser libre, debemos se consecuente con la Palabra de Jesucristo, quien nos dijo «Ustedes serán verdaderos discípulos míos si perseveran
en mi palabra; entonces conocerán la verdad, y la verdad los hará libres».
(Jn 8, 31-32)
Jesús, nos otorga la gracia de liberarnos de la
esclavitud del pecado, para eso debemos comenzar por el arrepentimiento. Jesús
les contestó: «En verdad, en verdad les digo: el que vive en el pecado es
esclavo del pecado. Pero el esclavo no se quedará en la casa para siempre; el
hijo, en cambio, permanece para siempre. Por tanto, si el Hijo los hace libres,
ustedes serán realmente libres. Es así, como el arrepentimiento es el camino
hacia la libertad.
El amor al arrepentimiento, es el odio al
pecado, este tipo de odio, es un sentimiento de rechazo y antipatía que nos
podemos permitir. El arrepentimiento es el primer paso al camino con el
encuentro con el Señor. El arrepentimiento es reconciliarse con Dios.
Tengo la convicción plena, que todo el mundo
necesita arrepentirse, ¿alguien se siente libre de
culpas? Para reconocerse creyente, hay que reconocerse como pecadores, y
si decimos que no tenemos pecado ¿hasta qué punto estamos diciendo la
verdad? “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y
la verdad no Está en nosotros.” (1
Juan 1,8).
Confesar nuestras faltas, es buscar la amistad
de Cristo Jesús, y es querer limpiarnos de nuestras impureza, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.”, (1 Juan 1,9)
No se puede predicar el Evangelio y vivir
distinto a el, quien lo haga, finge cualidades, ideas o sentimientos contrarios
a los que verdaderamente tiene. Lo peor, es que no estamos siendo consecuente
con su Palabra, “le hacemos a él mentiroso, y su
palabra no Está en nosotros” (1 Juan 1,10). Es decir, su Palabra
no habita en nosotros, no conoce nuestro corazón.
UN
SEGUNDO PASO, APRENDER A TRANSFIGURARSE EN CRISTO
Mucho hablamos de imitar a Cristo, de
transformarse en Cristo o transfigurarse con Cristo. En efecto nuestro camino a
la conversión y a nuestra santificación consiste en conocer a Cristo, y luego
tener una nueva forma de vida, como la de Cristo. Al leer los Evangelios, las
Epístolas de San Pablo o la vida de los santos, encontramos que este es
el ideal que esta presente, y no es otro que vivir en Cristo; transformarse en
Cristo. San Pablo, un enamorado de Cristo escribe: «Nada
juzgué digno sino de conocer a Cristo y a éste crucificado» (1Cor
2,2)... «Vivo yo, ya no yo, sino Cristo vive en mí»
(Gál 2,20).
La tarea de todos los santos es realizar en la
medida de sus fuerzas, según la donación de la gracia, diferente en cada uno,
el ideal de san Pablo, vivir la vida de Cristo. Imitar a Cristo, meditar en su
vida, conocer sus ejemplos.
Muchos artículos escribió San Alberto Hurtado,
un santo de nuestro tiempo, grande fue y es su obra, su trabajo fue tan
impresionante como su legado, pues lo que dejó y transmitió a sus sucesores y a
su pueblo, como una tarea de amor total, a continuación, reproduzco lo que el
nos enseña de la forma errada y cual es la solución para transformarse en
Cristo.
(TOMADO DE CONFERENCIA A
ALUMNOS Y PROFESORES DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA EN 1940, DOCUMENTOS DEL CENTRO
DE ESTUDIOS Y DOCUMENTACIÓN “PADRE HURTADO U.C. DE CHILE)
SAN ALBERTO HURTADO, ALGUNAS MANERAS ERRADAS DE TRANSFIGURASE
EN CRISTO:
“Para unos, la imitación de
Cristo se reduce a un estudio histórico de Jesús. Van a buscar el Cristo
histórico y se quedan en Él. Lo estudian. Leen el Evangelio, investigan la
cronología, se informan de las costumbres del pueblo judío... Y su estudio, más
bien científico que espiritual, es frío e inerte. La imitación de Cristo para
éstos se reduciría a una copia literal de la vida de Cristo. Pero no es
esto. Para otros, la imitación de Cristo es más bien un asunto
especulativo. Ven en Jesús como el gran legislador; el que soluciona todos los
problemas humanos, el sociólogo por excelencia; el artista que se complace en
la naturaleza, que se recrea con los pequeñuelos... Para unos es un artista, un
filósofo, un reformador, un sociólogo, y ellos lo contemplan, lo admiran, pero
no mudan su vida ante Él. Cristo permanece sólo en su inteligencia y en su
sensibilidad, pero no ha trascendido a su vida misma.”
“Otro grupo de personas
creen imitar a Cristo preocupándose, al extremo opuesto, únicamente de la
observancia de sus mandamientos, siendo fieles observadores de las leyes
divinas y eclesiásticas. Escrupulosos en la práctica de los ayunos y
abstinencias. Contemplan la vida de Cristo como un prolongado deber, y nuestra
vida como un deber que prolonga el de Cristo. A las leyes dadas por Cristo
ellos agregan otras, para completar los silencios, de modo que toda la vida es
un continuo deber, un reglamento de perfección, desconocedor en absoluto de la
libertad de espíritu. El foco de su atención no es Cristo, sino el pecado. El
sacramento esencial en la Iglesia no es la Eucaristía, ni el bautismo, sino la
confesión. La única preocupación es huir del pecado. E imitar a Cristo para
ellos es huir de los pensamientos malos, evitar todo peligro, limitar la
libertad de todo el mundo y sospechar malas intenciones en cualquier
acontecimiento de la vida. No; no es ésta la imitación de Cristo que proponemos.
Esta podría ser la actitud de los fariseos, no la de Cristo.”
“Para otros, la imitación
de Cristo es un gran activismo apostólico, una multiplicación de esfuerzos de
orientación de apostolado, un moverse continuamente en crear obras y más obras,
en multiplicar reuniones y asociaciones. Algunos sitúan el triunfo del
catolicismo únicamente en actitudes políticas. Para otros, lo esencial una gran
procesión de antorchas, un meeting monstruo, la fundación de un periódico... Y
no digo que eso esté mal, que eso no haya de hacerse. Todo es necesario, pero
no es eso lo esencial del catolicismo.”
SAN ALBERTO HURTADO, NO SOLO NOS DICE LA FORMA ERRADA, SINO
QUE NOS DICE CUAL ES LA VERDADERA SOLUCIÓN PARA TRANSFIGURASE EN CRISTO.-
“Nuestra religión no
consiste, como en primer elemento, en una reconstrucción del Cristo histórico;
ni en una pura metafísica o sociología o política; ni en una sola lucha fría y
estéril contra el pecado; ni primordialmente en la actitud de conquista.
Nuestra imitación de Cristo no consiste tampoco en hacer lo que Cristo hizo,
¡nuestra civilización y condiciones de vida son tan diferentes!
Nuestra imitación de Cristo
consiste en vivir la vida de Cristo, en tener esa actitud interior y exterior
que en todo se conforma a la de Cristo, en hacer lo que Cristo haría si
estuviese en mi lugar.
Lo primero necesario para
imitar a Cristo es asimilarse a Él por la gracia, que es la participación de la
vida divina. Y de aquí ante todo aprecia el bautismo, que introduce, y la
Eucaristía que alimenta esa vida y que da a Cristo, y si la pierde, la
penitencia para recobrar esa vida...
Y luego de poseer esa vida,
procura actuarla continuamente en todas las circunstancias de su vida por la
práctica de todas las virtudes que Cristo practicó, en particular por la
caridad, la virtud más amada de Cristo.
La encarnación histórica
necesariamente restringió a Cristo y su vida divino–humana a un cuadro limitado
por el tiempo y el espacio. La encarnación mística, que es el cuerpo de Cristo,
la Iglesia, quita esa restricción y la amplía a todos los tiempos y espacios
donde hay un bautizado. La vida divina aparece en todo el mundo. El Cristo
histórico fue judío vivió en Palestina, en tiempo del Imperio Romano. El Cristo
místico es chileno del siglo XX, alemán, francés y africano... Es profesor y
comerciante, es ingeniero, abogado y obrero, preso y monarca... Es todo
cristiano que vive en gracia de Dios y que aspira a integrar su vida en las
normas de la vida de Cristo en sus secretas aspiraciones. Y que aspira siempre
a esto: a hacer lo que hace, como Cristo lo haría en su lugar. A enseñar la
ingeniería, como Cristo la enseñaría, el derecho..., a hacer una operación con
la delicadeza de Cristo..., a tratar a sus alumnos con la fuerza suave, amorosa
y respetuosa de Cristo, a interesarse por ellos como Cristo se interesaría si
estuviese en su lugar. A viajar como viajaría Cristo, a orar como oraría
Cristo, a conducirse en política, en economía, en su vida de hogar como se
conduciría Cristo.
Esto supone un conocimiento
de los evangelios y de la tradición de la Iglesia, una lucha contra el pecado,
trae consigo una metafísica, una estética, una sociología, un espíritu ardiente
de conquista... Pero no cifra en ellos lo primordial. Si humanamente fracasa,
si el éxito no corona su apostolado, no por eso se impacienta. La única derrota
consiste en dejar de ser Cristo por la apostasía o por el pecado.
Este es el catolicismo de
un Francisco de Asís, Ignacio, Javier, y de tantos jóvenes y no jóvenes que
viven su vida cotidiana de casados, de profesores, de solteros, de estudiantes,
de religiosos, que participan en el deporte y en la política con ese criterio
de ser Cristo. Éstos son los faros que convierten las almas, y que salvan las
naciones”.
TERCER
PASO, APRENDER DE LOS SANTOS
La Iglesia Católica tiene canonizado más de
5000 santos, solo con nombres que comienzan con la letra a, hay unos 800,
pero cuando queremos hablar de ejemplos de conversión, solo nos fijamos en
algunos y son casi los mismos de siempre, es así como quiero exponer tres caso
distintos, pero todos llenos de admiración.
SAN AGUSTIN, "toma y lee, toma y lee"
Es un modelo de conversión, basta leer su libro
confesiones, para darse cuenta que su vida antes de la conversión no es muy
distinta a las formas de vida de muchos de nuestro tiempo.
“Y eres tú mismo quien
estimula al ser humano a que halle satisfacción alabándote, porque nos has hecho
para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti". (Conf.
I, I, I )
Muchas personas influyeron en la conversión de
Agustín, en sus biografía, se dice una especial mención a San Ambrosio, obispo
de Milán, no tanto por su contacto personal, más bien por su predicación, que
lo hizo descubrir lo diferente que era la fe cristiana, él se había imaginado
algo distinto. En efecto, san Ambrosio con sus predicas le enseñó a interpretar
los textos bíblicos, y a introducirle algunas ideas totalmente nuevas: "Me di cuenta, con frecuencia, al oír predicar a
nuestro obispo… que cuando pensamos en Dios o el alma, que es lo más cercano a
Dios en el mundo, nuestros pensamientos no captan nada material ".
Como muchos santos, la conversión se produce en
momentos de crisis personal, es así como a San Agustín, estando en el jardín de su residencia de Milán, escuchó una
voz procedente de una casa vecina, cantando como si fuera un niño o niña,
repitiendo una y otra vez: "Toma y lee, toma y
lee". Él interpretó aquellas palabras como si fueran un mandato
divino, abrió la Biblia y leyó el primer pasaje que se ofreció a sus ojos: "Nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y
desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor
Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus
concupiscencias". (Rom. 13, 13-14).
San Agustín, tenía más de treinta años, me imagino todo lo que habrá sentido en
ese minuto, el mismo confiesa en el Capítulo XII de la VI parte de sus
Confesiones su desconcierto y esclavitud en que le tenía encadenada la lujuria.
Pero a partir de ese instante, toda sombra de duda desapareció. No fue
meramente accidental el que un texto del gran convertido, el Apóstol Pablo,
fuera el núcleo de la conversión de Agustín. La influencia de Pablo en Agustín
continuó a lo largo de toda su vida.
San Agustín
decía: "No quiero salvarme sin vosotros".
"¿Cuál es mi deseo? ¿Para qué soy obispo? ¿Para qué he venido al mundo?
Sólo para vivir en Jesucristo, para vivir en El con vosotros. Esa es mi pasión,
mi honor, mi gloria, mi gozo y mi riqueza".
Pocos hombres han poseído un corazón tan
afectuoso y fraternal como el de San Agustín. Se mostraba amable con los
infieles y frecuentemente los invitaba a comer con él; en cambio, se rehusaba a
comer con los cristianos de conducta públicamente escandalosa y les imponía con
severidad las penitencias canónicas y las censuras eclesiásticas. Aunque jamás
olvidaba la caridad, la mansedumbre y las buenas maneras, se oponía a todas las
injusticias sin excepción de personas.
SAN FRANCISCO DE ASIS, convertirse a Cristo.
(Conceptos tomados de la
lectura de “La conversión de san Francisco a Cristo, Génesis de un encuentro,
Por Pierre B. Beguin, o.f.m)
Francisco de Asís «se
convirtió a Cristo». ¿Qué significaba para él esta expresión, «convertirse a
Cristo»? ¿Y qué puede significar para nosotros? Pero, en primer lugar, ¿de qué
«conversión» se trata?, La Biografía de San Francisco, nos deja un
enseñanza sobre la conversión como un regalo de Dios, El joven Francisco estaba
«ansioso de gloria», y Dios se sirvió de esa
inclinación natural suya para atraerlo y hacerlo pasar de la sed de vanagloria
a la ambición de la verdadera gloria (TC 5). Entonces se abre para él el camino
de la «conversión», que lo llevará a descubrir
«la verdadera vida religiosa que abrazó» más
tarde (TC 7). Es así, como Francisco pasa por un progresivo cambio total (TC
8-13).
Francisco descubre a «su Señor» (TC 13-15).-
Hasta aquí, tanto en los sueños como en la oración, ha sido un desconocido, una
voz, una inspiración interior, el que ha guiado a Francisco. Éste ha hecho la
experiencia de la presencia de Dios, pero no lo ha visto. ¿Cómo, por otra parte, lo podría? Sin embargo,
Dios se le va a «revelar» bajo los rasgos humanos que tomó al encarnarse en
Jesucristo. Ese Dios que le hablaba, que «dirigía
ya sus pasos» (TC 10), tendrá en adelante un rostro: el del Crucifijo de
San Damián, que se anima y habla a Francisco. El «Señor» de quien Francisco
aspiraba a ser vasallo y leal, será en adelante Cristo, y Cristo crucificado
(2). Esta revelación fue para él una iluminación que lo llenó de gozo: tuvo la íntima convicción de «que había sido Cristo
crucificado el que le había hablado» y le había confiado, por fin, una
tarea concreta que cumplir en su servicio (TC 13).
Convertirse a Cristo.- Según el hermano León,
esta expresión sería del mismo san Francisco. Se la encuentra, en todo caso, en
el Testamento de santa Clara (TestCl 9), y otras fuentes franciscanas la
utilizan, caracteriza bien la andadura de quienes reconocen en Francisco a su «fundador» e inspirador «en
el servicio de Cristo» (TestCl 7).
Francisco, en efecto, se convirtió a una
Persona, y no a una idea o a un sistema. Literal y decididamente, Francisco «se vuelve hacia» la Persona de Cristo cuando éste
se le manifiesta en la capilla de San Damián: desde ese momento, Cristo se
convierte realmente para él en «el camino, la
verdad y la vida» (Adm 1,1; 1 R 22,40). Y esta orientación va a
determinar toda su andadura espiritual, tal como él mismo la evoca al comienzo
de su Testamento.
San Francisco, en su Testamento, nos deja
entrever su evolución espiritual, precisamente durante el período de su «conversión». En cuanto a acontecimientos
concretos, no mucho. Él sitúa el corte entre su «vida
de pecados» y su «vida de penitencia» en el momento en que «el Señor lo condujo entre los leprosos» y en que
se puso a su servicio (Test 1-2). En efecto, fue entonces, como lo señala la
Leyenda refiriéndose explícitamente a este texto, cuando invirtió su escala de
valores y cuando la amargura de antes se convirtió para él en «dulzura de alma e incluso de cuerpo» (Test 3; TC
11).
SANTA EDITH STEIN, (Sor Benedicta de la Cruz). Abrazadora de
la cruz con un amor como el de Cristo.
"No se puede adquirir
la ciencia de la Cruz más que sufriendo verdaderamente el peso de la cruz.
Desde el primer instante he tenido la convicción íntima de ello y me he dicho
desde el fondo de mi corazón: Salve, OH Cruz, mi única esperanza".
Esta es una santa muy contemporánea, fue
canonizada como mártir en 1998 por el Papa Juan Pablo II, quien le dio el título de “mártir de amor”. En
octubre de 1999, fue declarada co-patrona de Europa.
Desde poco después de su muerte en las cámaras
de gas del campo de concentración de Auschwitz el 9 de agosto de 1942, el
asombroso camino de conversión y la profunda coherencia cristiana de Edith
Stein la convirtieron en una figura cada vez más admirada. Su peregrinación del
judaísmo al catolicismo y de la vida intelectual a la contemplación como
carmelita descalza, la convirtieron para muchos en un ejemplo y un símbolo no
sólo de diálogo interreligioso, sino de reconciliación entre el pensamiento y
la fe.
Ella paso primero por el desencanto del
judaísmo, al atractivo católico, al
observar como en lo ritos fúnebres se encomendaban a los hombres a la
misericordia de Dios. Fue una mujer inteligente y destacó en los estudios, Las
virtudes aprendidas en casa, junto a una profunda y despierta inteligencia,
hicieron progresar a Edith en el mundo académico, a pesar de los prejuicios
contra las mujeres y los judíos de aquella Alemania rígida. Destacó en el
colegio, y fue a Göttingen a estudiar filosofía. Edith, en filosofía, buscaba
la verdad. Pero, a la vez, un intenso trabajo la absorbía, y no dejaba tiempo
para la consideración de otras cosas; de hecho, no tenía fe.
Edith, fue una mujer curtida por el dolor y la
muerte, En 1914 apareció de improviso la guerra. Muchos de los amigos de Edith
fueron al frente. Ella no podía quedarse sin hacer nada, y se apuntó como
enfermera voluntaria. La enviaron a un hospital austriaco. Atendió soldados con
tifus, con heridas, y otras dolencias. El contacto con la muerte le impresionó.
Edith recibió la Medalla al Valor por su trabajo en el hospital.
Edith, no tenía fe, leyó La Vida de santa Teresa
de Jesús, y concluyó: ¡Esto es la verdad!-
Algunas conversiones de amigos y algunas escenas
de fe que pudo ver habían impresionado a Edith. Empezó a leer obras sobre el
cristianismo, y el Nuevo Testamento. Un día tomó un libro al azar en casa de
unos amigos conversos. Resultó ser la autobiografía -La Vida- de Santa Teresa
de Jesús. Le absorbió por completo. Cuando lo acabó, sobrecogida, exclamó: "¡Esto es la verdad!". Inmediatamente,
compró un catecismo y un misal. Al poco tiempo se presentó en la parroquia más
cercana pidiendo que le bautizaran inmediatamente. Demostró conocer bien la fe,
pero había que hacer algunos trámites, y se bautizó el día 1 de enero de 1922,
con el nombre de Teresa Edwig.
Lo más duro que le esperaba a la recién conversa
era decírselo a su familia. Edith era un orgullo para su madre. Por eso mismo
se derrumbó y se echó a llorar cuando su hija se reclinó en su regazo y le
dijo: "Madre, soy católica". Edith
la consoló como pudo, e incluso le acompañaba a la sinagoga. Su madre no se
repuso del golpe -lo consideraba una traición-, aunque no tuvo más remedio que
admitir, viendo a su hija, y diciendo que: "todavía
no he visto rezar a nadie como a Edith".
Edith, se hizo carmelita descalza. No le fue
fácil tomar esta decisión, hacerse carmelita descalza. Era una
decisión meditada durante años, que se hizo realidad en 1934. Emite sus votos
en abril de 1935, en Colonia. Se convirtió en Sor Benedicta de la Cruz.
Mientras todo esto sucede, el ambiente en
Alemania se va haciendo progresivamente hostil contra los hebreos, desde la
llegada al poder de Hitler en 1933. En 1939 sus hermanas del Carmelo de Colonia
deciden que es prudente salga de Alemania, y se traslada al convento de Echt,
en Holanda. Pero en la primavera de 1940 Holanda es ocupada por los nazis. A
principios de 1942 se decide en las afueras de Berlín la "solución final": el exterminio programado de
los judíos y de los católicos de origen hebreo. En agosto de 1942 se
presentan en el convento de Echt, en busca de Edith Stein y su hermana Rosa,
refugiada allí. Al cabo de pocos días, salen de Holanda con destino
desconocido. Pocos datos se conocen a partir de este momento, pero todos
coinciden en testimoniar la serenidad y entrega ejemplar de Edith. Más tarde se
supo el destino final de Edith Stein: las cámaras de gas de Auschwitz. Allí
entregó santamente su alma al Señor el 9 de agosto de 1942.
CUARTO
PASO, REFLEXIONAR SI ESTAMOS CONVERTIDOS.
San Agustín, comienza su fase de conversión a
los 32 años, San Francisco a los 23, Santa Edith Stein, a los 31 y,
podemos hacer una larga lista de convertidos a distintas edades, conocí a
alguien que dijo haberse convertido a los 82, tres años después de haber amado
mucho a Cristo fue llamado a la casa del Padre, y dejo la frase siguiente en
una carta a sus hijos: “Hijos, alégrese todo el
mundo por mi, pude haber muerto y ahora vivo por siempre, allí, donde esta
Cristo”
¿Quién se atreve a decir
que ya hizo lo suficiente, que ya es demasiado perfecto y puede declararse
convertido totalmente? Les he preguntado a muchos cristianos católicos, si consideran que está convertidos, hay quien se
atreve a decir que sí. Examinemos nuestra
conciencia en oración ante Dios, escuchando su voz en nuestro corazón, y veamos
si verdaderamente lo estamos.
Hay muchas preguntas que hacerse, ¿Amo de verdad a Dios?, ¿Siente mi corazón que ama a
Dios?, ¿Utilizo el nombre de Dios para las cosas frívolas?, ¿Santifico el día
del Señor?, ¿Me reconcilio con mis hermanos durante la Misa?, ¿Doy tiempo a mis
padres y atiendo sus necesidades?, ¿Promuevo y acepto el aborto?,
¿Conduzco irresponsablemente?, ¿Soy fiel a mi esposo o esposa?, ¿ He engañado
para mi beneficio?, ¿Busco que otros opinen mal de mis hermanos?, ¿Permito o
promuevo a otros a cometer pecados?, ¿Le deseo mal a otros?, ¿Me alabo a mismo
para hacer valer vistosamente mis buenas obras?. ¿Le he negado a un hermano
algo que me sobra?, ¿Me domina la pasión en las discusiones y me indigno sin
razón?, ¿Me aflige si otro tiene un puesto que yo deseo?, ¿No me agrada
sentirme obligado cooperar con mis hermanos?, ¿Soy inconsistente en el bien y
desisto rápidamente de mis obligaciones? En fin, podríamos hacernos
cientos de pregunta, pero para todo esto hay solución, Todos estamos muy
necesitados de la paz interior, reconocer nuestras faltas, es un paso para
lograrlo, la culpa se elimina reconociéndola. La confesión nos invita a hacer
un examen profundo de nuestra conciencia, descubrir lo que llevamos adentro,
por tanto nos ayuda a conocernos más, Pero hay algo de gran importancia,
necesitamos saber si estamos en condiciones de ser perdonados, y necesitamos
saber que hemos sido perdonados. No olvidemos que una cosa es pedir perdón y
otro distinto ser perdonado.
El camino de la conversión es la búsqueda de la
perfección que Dios espera de nosotros, y eso, no es fácil.
Como conclusión, me parece que es un error
cuando pensamos que la conversión se alcanza rápidamente y en esta vida.
Reconozco que es un difícil camino, hay que andar mucho y con Dios en el alma,
y llega cuando Dios nos de la entrada al Reino.
CONVERTIRSE
A LA MISERICORDIA DE DIOS
Si esta en nuestro propósito cambiar de vida,
esta también el convertirnos. Convertirse es cambiar de actitud, por tanto es
apartarse de nuestros egoísmos, abrir el corazón a Dios, aceptar la mano que
Cristo Jesús nos tiende para caminar con El. En efecto, convertirse es aceptar
ser salvado por Cristo, y no olvidar que Dios, siempre esta dispuesto al
perdón.
El atractivo católico, de Santa Edith Stein, fue al observar como en lo ritos
fúnebres se encomendaban a los hombres a la misericordia de Dios. La
Misericordia de Dios, llega a ser casi incomprensible, ¿Por qué?, porque pecamos una y otra vez, nos
arrepentimos y luego volvemos a cometer las mismas faltas, provocamos el enojo
de Dios y sin embargo el no deja de ser misericordioso con nosotros. La
Misericordia de Dios, es la perfección del Amor, tanto así, que Él envió a su propio Hijo engendrado al mundo, permitiendo su
muerte en la cruz y de este modo nuestros pecados fuesen perdonados. En
Justicia Dios nos condena pero en Misericordia nos salva.
Es bueno preguntarse, ¿tenemos
derecho a su Misericordia?, ¿tenemos derecho al perdón?, eso es lo
incomprensible, entre más pecamos y más
provocamos el enojo de Dios, más derecho tenemos.
REZA EL SALMO 102:-
El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico
en clemencia; no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo; no nos trata
como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas.
DICE CRISTO JESUS:
“Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo
por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad
de conversión (Lc 15, 7)…..Del
mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo
pecador que se convierta.” (Lc 15, 10)
El evangelio nos da la Buena Noticia que Cristo
Jesús vino a consolar a los afligidos a sanar a los Enfermos, a perdonar a los
pecadores y nosotros también necesitamos la salvación que Jesús nos trajo, y
convertirnos, para que pasemos de la muerte a la vida, de las tinieblas a la
Luz, y que seamos hombres nuevos.
PETICIÓN: Señor, te ruego que me des la Gracia de
convertirme de verdad, cambiar de vida, confiar en tu misericordia y caminar
por siempre el camino de Jesús.
Que Cristo Jesus, viva sus corazones.
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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